En pleno furor mundial por el derribo de estatuas de presuntos o verdaderos traficantes de esclavos, el debate en España se ha limitado casi solo a la estatua de Colón en Barcelona. La esclavitud fue abolida en España oficialmente en 1880, pero había sido una práctica habitual tanto en la península desde la antigüedad, y desde la edad media en las colonias. Casi ningún empresario de ultramar fue ajeno a la explotación de personas, bien por condena o bien por simple sometimiento.
Asturias, naturalmente, no está limpia de ese pasado. Tristemente famosos son los esclavistas asturianos como José Antonio Suárez, marqués de Argudín o Ramón Argüelles, marqués de Argüelles, un gran propietario. Por activa o por pasiva, los gobernantes de la época fueron, en general, cómplices de la infamia y sus beneficios económicos.
A algunos de ellos se les dedican calles en Oviedo, como el marqués de Santa Cruz de Marcenado o la propia Isabel II. Si bien es cierto que bajo el reinado de ésta (1833-1868) continuó el esclavismo en las colonias, también lo es que ya se apuntaba un naciente movimiento contra la trata de seres humanos que culminaría en la abolición. Por cierto que también existe una avenida de Colón en la capital asturiana, aunque en realidad es una calle y bastante discreta.
Sin embargo, también en el callejero ovetense se recuerda a quienes lucharon por el abolicionismo o al menos por mejorar las miserables condiciones de vida de los esclavos de las colonias.
Es el caso de Agustín de Argüelles Álvarez (Ribadesella, 1776 - Madrid, 1844), apodado el divino por su oratoria durante las Cortes de Cádiz. Abogado, político y diplomático, fue presidente de las Cortes y tutor de Isabel II, cooperó en la constitución de Cádiz y se mostró como firme partidario del abolicionismo.
El más activo antiesclavista fue, quizá, Rafael María de Labra (1840-1918), que tiene una calle dedicada cerca del Campo de los Patos. Hijo de una pareja de campesinos asturianos, aunque nacido en La Habana, fue uno de los precursores de la prohibición en España con su intenso trabajo en la Sociedad Abolicionista.
Mención aparte merece Pedro Menéndez de Avilés, Adelantado de La Florida, cuyo nombre se recuerda en una calle. Fue gobernador de Cuba y fundó San Agustín, que funcionó como refugio de esclavos británicos. Por proximidad de las colonias inglesas, se constituyó en un refugio de los que huían de ellas, aunque la esclavitud también era legal en Cuba.
Quizá está muy lejos de ser un abolicionista. No obstante, según algunos historiadores, el régimen de servidumbre español (sin dejar de ser esclavismo) permitía, por ejemplo, que los esclavos tuvieran dinero propio que pudieran usar para comprar su libertad, los autorizaba a llevar a sus señores ante los tribunales e impedía que se rompieran familias por motivos de venta. Un sistema mucho menos riguroso que el británico.
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