“Ni soy de la casa ni soy holandés”. Son palabras pronunciadas por Gerardo Martino en una rueda de Prensa tratando de regatear la primera ‘crisis de juego’, que no de resultados del Barça. Un equipo que toma el pulso a la temporada a una distancia de tres puntos respecto al líder, posición que ha ocupado la casi totalidad del torneo, es finalista de la Copa del Rey y es casi cuartofinalista en la Liga de Campeones. Un equipo que encara la hora de la verdad del curso con los objetivos casi colmados. Sin embargo, el entrenador argentino nunca se ha visto cómodo con el chándal azulgrana. Su reflexión despótica, arrojada a los medios de comunicación, es tan certera como histórica. Es tan obvio su recelo como apresurado fue para el club sentirse forzado a cambiar el rumbo, ni de la casa ni holandés. El ‘Tata’, tras los meses de experiencia, se siente distante a seguir comulgando con un proyecto en el que no cree. Quiere mandar más para seguir.
Elegido con emergencia, sin debate previo ni freno de mano a la consulta, resultó una unilateral apuesta de Sandro Rosell, Martino aterrizó con prisa y con lo puesto. Unos meses antes, ni Husillos para el Málaga ni Loren para la Real Sociedad se armaron del arte necesario como para convencer al de Rosario. Supuso que eran dos proyectos que pese al ‘no’, volverían. A Gerardo le había costado mucho tiempo poder ponerse al frente del club de su vida. Por eso, el amor eterno sólo lo debía romper con una entidad tan poderosa como es el FC Barcelona. Tras rechazar a la Selección de Colombia y triunfar con Newell’s, dónde celebró un título, optó por atreverse a navegar por primera vez en Europa al frente de todo un transatlántico. El momento conectaba con una etapa post triunfal gracias a dos técnicos de la casa que fueron fieles al estilo holandés, aquel que tanto dio que celebrar. El primer envite se resolvió en dos temporadas. No quedó escrito, pero ambos entendieron que si al final de la primera la reflexión común invitaba a romper el matrimonio, ninguno se agarraría con hostilidad al papel.   
Martino se ha encontrado a un Barça más judicializado que nunca. Los casos de Messi, de paseo por los Juzgados de Gavá, y de Neymar han dinamitado la doctrina de calma que imperaba en el vestuario. Por si fuera poco, el hombre que lo contrató, Rosell, decidió marcharse a su casa antes de encontrarse con las imputaciones que sobrevuelan su figura. Si esto no es bastante, la sombra de elecciones a la Presidencia del club es otra circunstancia desfavorable para sentirse solo en medio de la isla. Sólo la cordura de los resultados apoya su estabilidad porque con el camerino nunca ha conectado. No existe mal ambiente, pero el grupo analiza con frialdad y distancia las decisiones del técnico, especialmente una que hiere al núcleo duro: las rotaciones.
Bartomeu, el nuevo mandamás culé, mantiene un discurso continuista. No puede emplearse en otro. Ni es el momento de animar al frente opositor ni de arriesgar con el presente deportivo ahora que llega la pelea por los títulos. Sólo la consulta sobre la remodelación del Camp Nou puede alterar los pasos cortos, pero firmes, con que la Junta Directiva se aísla de los focos incendiarios con que debe convivir, especialmente en el ‘caso Neymar’. Ese referéndum del mes de abril puede entenderse como un plebiscito para agotar con cierta fortaleza la legislatura. De ahí, la idea anunciada de pretender alargar hasta 2016 el contrato del entrenador argentino (un año más de lo firmado).

Pero el ‘Tata’ no se siente tan convencido y duda si purgar la suerte. Es verdad que trabaja como para seguir, pero también es consciente, y así lo ha deslizado a sus más íntimos, que un año de experiencia es más que suficiente en un club con tanto desgaste y sin ningún poder más allá de conformar los onces. Además, en el horizonte y tras Brasil’14, van a quedar vacantes algunos cargos pintorescos que podrían seducirlo como para recuperar la carrera de seleccionador, tal y como ya hiciera durante cinco años con Paraguay. Sin embargo, el desenlace final del curso y la relación de convivencia que mantenga con el grupo serán los dos valores a medir para conocer si el trabajo de Martino cotiza o no al alza. Eso sí, su opinión debe ser tan escuchada como atendida. Los refuerzos transitarían por el amparo del banquillo.
La Junta Directiva del FC Barcelona busca ganar tiempo para vencer en estabilidad y equilibrio. Lo que no pueden manejar son los movimientos judiciales, pero sí anhelan que los resultados deportivos posibiliten mantenerse en los cargos. Son conscientes de que con el técnico argentino viven pocas alteraciones públicas. Y eso también gusta porque se trata de un perfil bajo que no incomoda. Pero a la vez se han puesto a pensar en el recambio ante la sospecha de huída permanente que rodea a Martino. Con todo, en la carpeta del director deportivo sólo aparece un nombre: Ernesto Valverde.
No es nueva la devoción de Andoni Zubizarreta hacia quien fue su compañero durante dos campañas en el Camp Nou. El dirigente ya propuso al final de la pasada temporada el nombre como alternativa a Vilanova, cuando éste tuvo que dejar en manos de su ayudante la dirección del equipo. En su opinión, era el idóneo si Tito se veía privado de arrancar el nuevo curso deportivo. En ese tiempo, el ‘Txingurri’ no renovaba en Valencia debido a la alteración constante con que vive la propiedad valencianista. Con estos focos candentes, Valverde optó por escuchar a quien lo llevaba persiguiendo desde los meses en que dejó Grecia, su también ex compañero Urrutia. El dirigente del Athletic creyó que Bielsa no iba a continuar, otro rosarino como Martino, y comenzó a cortejar al técnico. Ernesto retornó a San Mamés un año después de lo previsto por el presidente.
Valverde, con un año más de contrato con el Athletic, sigue siendo el único candidato de Zubi. Bartomeu, que era y es el jefe directo del director deportivo, decidirá ahora desde la presidencia si se cargan o si se va el ‘Tata’, y deben encontrar relevo. Pero lo que el entrenador cacereño mantiene, y así lo ha expuesto públicamente, es que no desea revivir otra experiencia similar: aguardar a la decisión definitiva que tome otro entrenador…de Rosario.