Los jugadores del Barça tardaron 45 minutos en darse cuenta que estaban jugando un partido trascendente para su futuro en la Liga. En el mismo lugar donde hace 29 años Urruti le dio al equipo catalán un título de liga hoy los jugadores se han rendido. Entre los que no tuvieron la actitud, a pesar de tener la aptitud, para vestir la camiseta azulgrana y aquellos a los que jugar en el Barça les supone un premio inmerecido estamos ante uno de esos momentos que el barcelonismo ya conoce bien y que desde hace siete temporadas tenían olvidado. El Barcelona de los dos últimos años no ha sabido recuperar la senda marcada. La obsesión de Sandro Rosell por fichar a Neymar le ha llevado al cadalso, su cabeza es ya trofeo para su rival. Tampoco han tenido suerte en la contratación del entrenador, un tipo que nunca supo cómo afrontar el trabajo con un grupo saciado de victorias. El Barça del Tata hace ya algunas semanas que abandonó el concepto intensidad por el vicio de marear el balón sin presionar a nadie y sin encontrar los espacios.
Culpable es el entrenador porque al final es el que motiva y tiene la potestad de alinear y cambiar a unos o a otros. Vergonzosa es la actitud de los jugadores en general, con muy pocas excepciones en los últimos partidos. Terrible ha sido el trabajo de la defensa que ha convertido al equipo en un poco más vulnerable al no compensar los errores con capacidad goleadora. Los títulos se ganan atrás, se pelean en el centro y se rematan delante. Lo de Messi es un sin sentido, más allá de los vómitos inexplicados, su pasotismo clama al cielo. Ser el mejor es también demostrarlo día a día y desde su regreso puede haber marcado goles, pero jamás fue exigido por su entrenador, ni por sus compañeros como lo hizo su activador Guardiola. De Neymar mejor silenciar su estado de forma, capaz de marcar tres goles con Brasil y dos días después incapaz de regatear al Lucero del alba. El contraluz horario, por necesidades Champions y exigencia contractual para estar pronto en Barcelona antes de que la noche sea oscura les ha ocasionado un serio disgusto a los azulgranas.
Primera parte calamitosa, posiblemente la peor del Barça esta temporada, imprecisión en los pases, algo que le permitía al equipo sacar matrícula de honor en el jocoso asunto de la posesión. Incapacidad para desbordar o trazar caminos donde el balón tuviera protagonismo y remate. Un Barcelona triste, sin carisma, descolocado y lleno de imprecisiones. Un partido no sostiene un juicio o una opinión, en este caso es algo que ya venía de lejos. El Barça estaba practicando el arte del funambulismo y era evidente que se caería del alambre más pronto que tarde. Habrá gritos de renovación de la plantilla, se volverá a hablar de las carencias y los escasos elementos para poder manejar, pero sobre todo hay algo que nadie puede discutir. Este Barcelona está a años luz del que dejó Guardiola una temporada antes de irse, ahora es vulgar, previsible y triste.
El famoso y fagocitador entorno ya tiene la tierra abonada para empezar a sembrar de cadáveres la zona cero. Lo peor para el Barça es que su creador sigue construyendo prestigio en la Bundesliga donde arrasa y asusta a sus próximos rivales europeos. El Tata Martino ya no tiene necesidad de quejarse por la insistencia de los periodistas en conocer su futuro. Hoy ha respondido con hechos y con la imagen de su equipo acumulado al despropósito final con los cambios y la derrota. Quedan once partidos, por números todavía no han perdido nada, por sensaciones lo han perdido todo, bueno les queda la Champions y una final de Copa.
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