La fortaleza del capitalismo
Por qué es fuerte el capitalismo
En este blog, y en casi todos los foros que se ocupan del estudio de la escasez de recursos, hemos hablado hasta la saciedad de las debilidades del capitalismo, de las injusticias que genera y de los daños que causa al ecosistema y a la sociedad. La conclusión a la que se llega a menudo es que el capitalismo está a punto de acabar como sistema, y que el colapso energético traerá consigo un nuevo paradigma económico, más social, más igualitario y más justo.
Sin embargo, el capitalismo no parece caer en ninguna parte, ni siquiera en aquellos lugares donde el Estado se convierte en un ente fallido, incapaz de dar servicio alguno a los ciudadanos, mantener un asomo de Ley o sostenerse siquiera a sí mismo. En Somalia, que es el ejemplo más crítico, no hay Gobierno, pero hay una red bastante eficiente de telefonía móvil, no parece que se pase mucha más hambre que en sus países vecinos y no parece que se hayan detenido ni la agricultura, ni la ganadería, ni el intercambio de mercancías, incluso cuando no hay una moneda oficial reconocida.
Por tanto, y a la vista de los hechos, hay que pensar que el capitalismo cuenta con algunos puntos fuertes y que, a pesar de sus muchas flaquezas, se apoya en estas fortalezas para mantenerse como sistema predominante.
Lo que voy a intentar en este artículo es hablar de esas ventajas, analizándolas lo más fríamente posible y con la mayor objetividad de la que sea capaz. Las fortalezas de un sistema no son ni buenas ni malas: son como los cuernos de la vaca, el veneno de las serpientes, la velocidad de las gacelas o los dientes del felino: armas para su defensa y subsistencia que, como tales, están sujetas a criterios de mayor o menor utilidad y eficacia, y no a razonamientos éticos. No discuto si las cosas deberían ser de otro modo, si otra realidad es posible, o si debemos volcar nuestros esfuerzos en la comunicación telepática con los elfos: intento sólo hablar de lo que hay y de por qué se mantiene.
-1- La base del capitalismo: la naturaleza humana.
Ya sea por razones evolutivas, motivos genéticos o por cualquier cosa que se pueda resumir diciendo que somos parte de los simios, el hecho es que el ser humano es social, gregario, omnívoro, territorial y competitivo. Cooperamos a veces para conseguir nuestros fines de caza, protección o estabilidad psicológica, pero desde el día en que dos machos desearon a la misma hembra, competimos entre nosotros por bienes escasos. La obtención de esos bienes escasos no está regulada por la necesidad, como en el hormiguero o la colmena, sino que hay que generar instituciones y mecanismos que minimicen la violencia diaria, y así surgen el comercio, la negociación y el intercambio, que van dando lugar con el tiempo a todas las formas conocidas de civilización.
La base, de todos modos, sigue siendo la violencia, aunque minimizada y edulcorada por estos productos de la civilización. Es importante recordar en todo momento que las leyes son un producto de la civilización y motor fundamental de su mejora y crecimiento, pero no están en su origen. El derecho de inviolabilidad del domicilio no procede de la ley, ni de ninguna constitución, sino que procede del padre de familia, con un hacha, acompañado por sus hijos a la puerta de su casa. El derecho de propiedad de la tierra no procede del Registro, sino del clan, armado hasta los dientes, expulsando de su tierra a los intrusos.
El capitalismo ha entendido perfectamente este fenómeno. Como sistema, no necesita reeducar a toda la población para convertirla a una especia animal distinta de la que es: se limita a moldear el material de que dispone, sin necesidad de mutaciones, reeducaciones ni extrañas metamorfosis. En el capitalismo, el simio puede seguir siendo simio, vestido de traje, con teléfono móvil y gafas de sol. Puede seguir siendo territorial, violento y competitivo. Puede seguir intentando obtener lo que desea por encima de los demás y a su costa. Todo correcto.
-2- La base evolutiva. Los que consiguen las cosas.
Como he dicho en el punto anterior, la existencia de bienes escasos obliga a generar mecanismos que regulen quién se queda con ellos. El capitalismo permite que sean los más fuertes, los más agiles o los más inteligentes quienes disfruten de esos bienes, a costa del resto.
La ética, como mecanismo de salvaguarda de los débiles, es un mecanismo generado por el miedo y por esa razón e ha vinculado durante milenios a las religiones, que también son fenómenos originados en el miedo.
El capitalismo, por tanto, es un sistema proevolutivo y encaja perfectamente en la mecánica de selección natural que regula las especies. Cualquier sistema que ofrezca una opción de mejora a los más débiles a costa de los fuertes es contraevolutivo, y la naturaleza, de un modo u otro, le cobrará un peaje. Este peaje o impuesto natural constituirá un sobrecoste para los sistemas alternativos, haciéndolos menos deseables y ayudando a sostener el capitalismo durante más tiempo o en áreas más extensas.
-3- El odio a la igualdad.
Los seres humanos no somos iguales, no nacemos iguales, no tenemos las mismas capacidades ni necesidades y no nos comportamos igual. La igualdad de los seres humanos es un constructo posterior, como la inviolabilidad del domicilio, y se basa en una falacia conveniente y necesaria que, por conveniente y necesaria, no deja de ser falacia.
De mis conversaciones con vecinos y amigos chinos, recuerdo siempre que los de más edad dicen que lo que más detestaban en los tiempos de Mao, más que la miseria y la opresión, era el puñetero uniforme verde de la revolución cultural. Obligar a los seres humanos a comportarse como hormigas es forzarlos en lo más profundo de su ser, destruyendo su individualidad (y esa era, seguramente, la razón de que el uniforme verde fuese obligatorio)
El capitalismo ha comprendido esto a la perfección y ofrece, o simula ofrecer, infinitas combinaciones personalizadas. El capitalismo homogeneiza siempre que puede (para reducir costes, más que nada) pero mantiene la ficción de la diversidad, sabiendo que es fundamental para su supervivencia. Para un gran número de seres humanos, el infierno es tener lo mismo que los demás y no poder distinguirse de ellos, y eso el capitalismo lo ha asimilado a la perfección.
-4- La mente humana funciona por incentivos.
Seguridad, afecto, bienestar, orgullo, novedad y economía. Estas son las seis fuerzas que mueven al ser humano. Son las seis fuerzas que nos hacen trabajar, estudiar, levantarnos por la mañana y socializar con los demás. Cuando nos falta una de esas seis cosas, nos movemos para cubrir la necesidad, pero cuanto más largo y complejo es el camino lógico que une la necesidad con la acción, más nos cuesta ponernos en movimiento, pues nos falta la motivación para ello.
El capitalismo ha asumido sin reservas esta mecánica, tratando de acortar a toda costa el camino lógico y el tiempo de espera entre la acción y la satisfacción. El capitalismo se dirige directamente a nuestro cerebro, satisfaciendo nuestras necesidades lo antes posible a cambio de acciones lo más simples posibles.
Cualquier sistema que alargue la ruta lógica o los tiempos de espera tendrá una desventaja frente al capitalismo.
El típico ejemplo marxista de exigir a cada cual según su capacidad y dar a cada cual según su necesidad es un claro alargamiento de estas rutas, puesto que mostrar una mayor capacidad te obliga a esforzarte más (a cambio de nada) y mostrar una mayor necesidad te permite obtener más (a cambio de nada), con lo que la conducta óptima según la teoría de juegos es no saber hacer nada y necesitar mucho.
El capitalismo lo entiende y lo explota.
-5- Libertad individual
A pesar de todas las condicionantes, y aunque a menudo sólo se a nivel teórico, el capitalismo reconoce la libertad de cada individuo a la hora de elegir profesión o el destino que da a sus medios de producción, ya sean sus tierras o su propia fuerza física o talento.
Aunque no está demostrado en modo alguno que cada cual sepa mejor que nadie para qué sirve o qué es lo que le conviene, resulta innegable que la gente prefiere obrar según su propia voluntad que obedecer órdenes ajenas. Por eso la gente prefiere la libertad de actividad antes que la planificación lo mismo que prefiere casarse con quien quiera antes que los matrimonios concertados. El hecho de que otro te pueda encontrar mejor trabajo o mejor esposa, no cambia este hecho.
El capitalismo lo sabe y se apoya en ello.
-6- Herencia y propiedad privada como bases de la sociedad.
Por las razones que expliqué en los primeros puntos, y por otras que me parece ocioso abordar con más detalle, la escala de prioridades del individuo suele formar una pirámide, donde ocupa la cúspide él mismo con su familia directa (padres e hijos), y amplía a partir de ahí su círculo de intereses a parientes (clan extendido), amigos, comunidad local, comunidad regional, etc., hasta alcanzar a toda la especie humana en último lugar, antes de llegar a otras especies vivas.
Por supuesto que en algunos casos esta escala varía, y ya sé que hay gente que quiere más a sus vecinos que a sus hijos, y gente que haría más por su perro que por sus vecinos, pero hablo de la norma general.
Con esta escala de prioridades, y abundando en lo dicho en el punto cuarto, resulta más fácil motivar el esfuerzo del individuo cuando va a redundar en beneficio propio o de los seres humanos más afines que cuando este esfuerzo beneficia a círculos más lejanos. Por ello, la herencia es la base de la continuación del esfuerzo más allá de la satisfacción de las necesidades propias y cualquier traba a la herencia es una traba a la actividad de quienes tienen sus necesidades personales cubiertas. Del mismo modo, la propiedad privada es un incentivo a la conservación y mejora de los bienes y medios de producción y su puesta en duda nos hace entrar de lleno en mecanismos como la tragedia de los comunes.
El capitalismo no sólo lo entiende, sino que lo ha convertido en su pilar fundamental.
-7- Debilidad de las alternativas
Aunque sepamos a ciencia cierta que la esperanza de perpetua mejora que ofrece el capitalismo es una imposible material en un mundo finito, las alternativas que se han planteado hasta el momento constituyen, por sí mismas, una fortaleza del capitalismo.
No voy a pararme a analizar estas alternativas una por una, pero en general se basan en eliminar individualidad, libertades e incentivos, o en convertir en obligatorias actitudes o actividades que hasta el momento son sólo opcionales.
Como muchas de estas opciones se basan también en mentiras rampantes (como la igualdad), no resisten la teoría de juegos o no son capaces de ofrecer nada deseable a cambio del esfuerzo que exigen, el capitalismo puede permitirse proyectar la imagen de que no existe alternativa a su sistema. Y lo hace.
La clase y calidad de tus enemigos también puede ser una de tus fortalezas.
Conclusión
Mi repaso no ha sido, ni mucho menos, exhaustivo. Pero mientras no seamos capaces de comprender las fortalezas del capitalismo no podremos encontrar una alternativa que nos permita pasar a un sistema más viable. Y encontrar ese sistema no es una opción filosófica para pasar el rato: es una necesidad cada día más imperiosa.
Javier Pérez
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