Participación ciudadana en el urbanismo: rechace imitaciones
Imagina un Bulevar culmina su serie de artículos sobre el urbanismo en Oviedo // La última entrega defiende una participación plena de la ciudadanía en el diseño de la ciudad a partir del ejemplo de la regeneración de la 'Y'
Martes23 de septiembre de 2014
Viviendas inasequibles o incapaces de satisfacer las necesidades básicas de sus habitantes; ambientes urbanos insalubres a causa de la contaminación atmosférica y acústica; barrios segregados y aislados del resto de la ciudad; o entornos rurales antes tan placenteros, banalizados por la urbanización insensata. Ninguna de estas calamidades tan frecuentes en la ciudad de Oviedo es consecuencia de un azar caprichoso y adverso, de una catástrofe natural imponderable o mucho menos de una maldición bíblica. Tampoco son irremediables o consustanciales a las ciudades modernas, ni han de ser, por tanto, soportadas con resignación. Sencillamente, son el resultado de una forma concreta de organizar el espacio construido y de una determinada correlación de poderes e intereses; en suma, de un modelo urbanístico.
El urbanismo establece el tamaño y la situación de la vivienda que habitamos, el modo en que nos desplazamos o los equipamientos y servicios públicos que disfrutamos. Su influencia en nuestra calidad de vida es profunda e innegable; sin embargo, los ciudadanos permanecemos completamente ajenos a las decisiones que dan forma a nuestro entorno vital. Es el poder financiero, a través de los promotores inmobiliarios, quien realmente determina, de acuerdo con sus intereses, el diseño de la ciudad.
PUBLICIDAD TARDÍA Y LENGUAJE OPACO
Los elegidos de las administraciones locales, en los que la autonómica ha delegado las competencias, tradicionalmente han rechazado este argumento recurriendo a los periodos legales de información pública como demostración de transparencia y participación en los procesos de elaboración de los planes urbanísticos, pero la realidad es bien distinta. Los documentos, redactados en un lenguaje técnico asequible únicamente a expertos, se divulgan cuando ya las decisiones estratégicas han sido adoptadas, imposibilitando cualquier planteamiento alternativo. Las alegaciones formuladas son con frecuencia rechazadas sin motivación. Ninguno de los planes generales que han regido el urbanismo ovetense ha ido precedido de un debate abierto, ni la gente ha tenido ocasión de manifestarse sobre el modelo de ciudad de su preferencia.
La opacidad que ha caracterizado el planeamiento y la gestión ha creado el ambiente propicio para la especulación, que Oviedo ha ilustrado con dos ejemplos sobresalientes incluso a nivel estatal: la expropiación de Villa Magdalena y la construcción en terrenos públicos, previa concesión, de un complejo multiusos en Buenavista, que ha salpicado también al Gobierno regional a través de la intervención en la operación de la empresa pública Sedes. La denuncia de los escándalos de corrupción urbanística, siempre sospechada, nunca acreditada judicialmente en nuestra ciudad, pero extendida en el resto del Estado, fue precisamente uno de los argumentos que alimentaron las movilizaciones populares del 15 de mayo de 2011, que inauguraron un nuevo y esperanzador escenario social y político.
UN PROCESO DE ABAJO ARRIBA
Con las elecciones municipales ya a la vista, sin duda asistiremos en los próximos meses a una oferta creciente de promesas de impulso de la participación de la ciudadanía en la vida pública, por lo que conviene distinguir. La verdadera participación no es una concesión graciosa del poder, sino un auténtico derecho ciudadano: la facultad de la gente para decidir cómo ha de ser el entorno en el que se desenvuelve su vida cotidiana para facilitar su desarrollo personal y social pleno. Se plantea, por tanto, de abajo arriba, surge de la conciencia y la organización popular, que es quien debe liderar y llevar la iniciativa del proceso. No se trata de recibir indulgentemente sugerencias cuya aceptación queda al arbitrio de los representantes políticos, sino de articular procedimientos y de buscar consensos en los que se formalice la voluntad colectiva.
La participación real no es una coartada para legitimar al poder. No se improvisa, requiere medios económicos y técnicos y la promoción de una cultura urbanística que dote a los ciudadanos de los conocimientos básicos necesarios para entender las claves de la construcción de la ciudad, interpretar los instrumentos de planeamiento y formular sus aspiraciones y deseos. Exige transparencia en los procedimientos y, por tanto, es el mejor antídoto contra la corrupción. Promueve la toma de conciencia, la responsabilidad y el compromiso de vecinos y vecinas con los problemas de su entorno; crea redes de cooperación entre colectivos, regenerando y fortaleciendo así el tejido social.
Todos estos atributos convierten la participación en una verdadera amenaza alstatu quo, en la medida que subvierte la relación de poderes hasta ahora vigente. Por tanto, lo previsible es que el sistema dominante pretenda desactivarla, disfrazarla y, una vez inofensiva y domesticada, incorporarla a su discurso. Los ciudadanos debemos permanecer alerta e impedir que la participación se vacíe de contenido, se banalice y corra así la misma suerte que la sostenibilidad, reducida a un simple eslogan publicitario. El proceso impulsado por la iniciativa ciudadana Imagina un Bulevar para la regeneración urbanística de la antigua autopista Y, actualmente en marcha, constituye una experiencia pionera de participación desde abajo sin precedentes en Oviedo: nunca antes una actuación urbanística de tanto calado se ha ejecutado de acuerdo con las necesidades y aspiraciones acordadas directamente por los ciudadanos. Su éxito, que requiere un apoyo popular activo y vigilante, marcará sin duda un antes y un después en la política urbanística local y servirá de referencia para nuevas experiencias en otros ámbitos de la vida pública.
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