Recuerdos olvidados que salen a la luz por algún extraño motivo. Tras salir de ver La isla mínima, que se presenta hoy a competición en el Festival de San Sebastián, este reportero recordó de pronto que un compañero del cole coleccionaba ejemplares de El caso, legendario periódico de sucesos y charcutería finaEstábamos a principios de los ochenta y teníamos 8 o 9 años; es decir, éramos lo suficientemente mayores como para intuir que recopilar noticias sobre parricidios... era un poco raro.
Lo que no entendíamos entonces, y La isla mínima explica ahora bastante bien, es que la crónica negra se cruza a veces con la crónica política, más aún en épocas de cambio social como la Transición (la acción transcurre en 1980). 
La isla mínima, quizás la mejor película hasta la fecha del casi siempre notable Alberto Rodríguez (AfterGrupo 7), es un viaje a los sumideros de la Transición en el que un periodista de El caso juega un papel decisivo para desvelar las conexiones entre sucesos y política. 
El director sigue los pasos de dos policías de Madrid que investigan la desaparición de unas adolescentes en las Marismas del Guadalquivir. Localización andaluza que le permite reinventar la iconografía del cine negro cañí en una sucesión de secuencias magnéticas en las que el paisaje se funde con la trama.
En efecto, hemos visto tantos policiacos ambientados en los pantanos de Luisiana y Florida que se nos había olvidado que podíamos ver películas sobre nuestros propios cadáveres flotando en nuestras propias aguas estancadas. O la ciénaga de la Transición.
El director retrata unas Marismas del Guadalquivir a las que no ha llegado la democracia económicaLa isla mínima transcurre en un lugar donde van a parar los residuos, pero no hablamos solo de basura, sino de marginados sociales. Están las adolescentes discriminadas, blanco fácil para los criminales machistas cuya caza y captura alimenta el filme, pero también están, de fondo, los jornaleros en huelga que reclaman un salario digno y todos aquellos de la zona que se dedican a los trapicheos como vía para llegar a fin de mes. Rodríguez, por tanto, retrata unas Marismas del Guadalquivir a las que no ha llegado aún la democracia económica.
¿Es entonces La isla mínima una película de denuncia? No exactamente, aunque luzca músculo político.
El director nunca pierde de vista el objetivo de rodar un thriller trepidante, entretenido y con pegada comercial.  No obstante, puestos a reflexionar sobre los agujeros de la Transición, Alberto Rodríguez resuelve habilidosamente uno de los peligros del cine con ínfulas de denuncia: caer en una historia esquemática de buenos y malos.
El director Alberto Rodríguez, a la izquierda, en el rodaje del filme.El director Alberto Rodríguez, a la izquierda, en el rodaje del filme.
La isla mínima es un policiaco ambiguo que desvela las contradicciones de la época. De ahí los cambios de humor/comportamiento de la pareja de policías protagonistas, presentados bajo el estereotipo facha/demócrata, que irán intercambiando sus roles a medida que la trama se emponzoña y la mierda comienza a salpicar a todos. En otras palabras: Puede que a Alberto Rodríguez no le gusten las ideas de alguno de sus policías, pero respeta las decisiones de sus personajes.
Lo que parece querer decirnos el director es que es muy sencillo creer que entre 1977 y 1980 España pasó de la oscuridad social a la democracia impoluta, como si fuera tan fácil. Y que lo que mal empieza, mal acaba. "La isla mínima se pregunta si nos vale un pacto que hicimos hace cuarenta años, impulsado por unos militares que nos dijeron hasta aquí y punto", dijo el cineasta hace unos días a El Correo.
Quizás haya visto ustedes un thriller coreano de hace unos años llamado Memories of murder (Bong Joon-ho, 2003). Una larguísima investigación de unos crímenes sin resolver que se convertía en un viaje a las cloacas de la Transición coreana. Memories of Murder es, sin lugar a dudas, una de las películas más importantes de este siglo. Aunque le falte su grado de locura obsesiva y su apuesta por el callejón sin salida, La isla mínima es una más que digna variación de este histórico filme coreano.