REDACCION
No está del todo claro para los estudiosos el origen del nombre de Asturias, aunque muchos dan por buena la teoría de que se debe a la denominación antigua del río Esla (Astura, en la época de la dominación romana). Muchos siglos después estuvo a punto de cambiar su nombre por el de otro río, el Nalón, cuando en la España que acababa de recuperar el resuello de la Guerra de Independencia sin tiempo para sumergirse en el proceso de guerras carlistas, el geógrafo Fermín Caballero, dentro de una comisión mixta que inició sus trabajos en el gobierno de Mendizabal y los prolongó con Espartero, planteó una nueva división provincial del país que, además de fijar territorios similares, apostaba decididamente por abandonar las denominaciones históricas fijándose en el modelo de los departamentos de Francia.
mero de provincias de 49 a 54, dejaba a Asturias con el nombre de Nalón, al igual que en tantos otros territorios se elegían accidentes geográficos para fijar las nuevas denominaciones. Todo tenía un propósito intencionado, el de borrar las diferencias tradicionales en busca de una uniformización nacional. De hecho en la comisión mixta se fijaron tres objetivos principales, el primero de ellos, atender las peticiones de ciudades y pueblos que les llegaban en esta materia; también «dar estabilidad a la división territorial» por los vaivenes de los últimos años en una turbulenta historia de comienzos del siglo XIX; y también quería la uniformización de España porque se consideraba «un agregado de reinos diversos, de costumbres, lengua y carácter distintos que tratamos de reducir a la unidad nacional».
De sus trabajos se hizo eco el catedrático Jesús Burgueño, de la Universitat de Lleida, que ha analizado en detalle su trabajo y el de la época y que recogió en parte de su tesis doctoral «La formación de la división territorial en España 1800-1854», en la Universidad de Barcelona (1994). La mayor parte de las nuevas nomeclaturas de Caballero se identificaban con accidentes geográficos, era el caso del nuevo nombre elegido para Asturias con una renuncia expresa a la denominación histórica aludiendo al modelo de Francia. A juicio de Caballero los departamentos supusieron «un paso gigantesco a la par que insensible para la estorsión (sic) de las rivalidades locales. Sabido es lo que contribuyó en Francia la nomenclatura de los departamentos al grande objeto de la unidad nacional». Los trabajos de la comisión mixta iban más allá de buscar nuevos nombres y buscaban una reorganización por completo de los partidos judiciales y las divisiones eclesiasticas.
iores se buscaba ampliar jurisdicción territorial de manera que la Audiencia Provincial de Oviedo incluía también a las provincias de León (que en este caso y en una carambola de la historia se llamaría Esla) y también la nueva provincia de El Bierzo. Por otra parte el Arzobispado de Asturias (es decir, de Nalón, en la nueva denominación) pasaría a depender de A Coruña (que se llamaría Fisterra).
La «Cabo de Peñas» napoleónica
Asturias pudo ser Nalón pero no lo fue porque finalmente el proyecto quedaría abandonado. También podría haber terminado por llamarse Cabo de Peñas si el siglo XIX no hubiera tenido el desarrollo que conocemos.
Ese era el nombre que había pensado para Asturias la organización de las provincias de España ideada por José I. También con inspiración en Francia pero en esta ocasión «manu militari». Para Asturias, una Asturias menguada que perdía los territorios entre los ríos Eo y Navia, los invasoras franceses y el hermano de Napoleón habían pensado el nonmbre del punto más septentrional de la comunidad. Fue una reorganización sobre el papel porque nunca llegaron a dominar la totalidad del territorio de la península. En todo caso, tanto la ocurrencia de José I como la de Fermín Caballero, ambas dos, mantenían la capitalidad de la provincia en Oviedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario