“Los datos son abrumadores. Subir el salario mínimo no daña al empleo”
El economista norteamericano cree que Italia supone un peligro para la eurozona "a corto y medio plazo"
Madrid
Joseph Stiglitz parece disfrutar desmontando verdades que otros colegas consideran indiscutibles. Nacido hace 75 años, este Nobel de Economía exasesor de los presidentes Bill Clinton y José Luis Rodríguez Zapatero y ex economista jefe del Banco Mundial ejerce hoy como profesor en Columbia y polemista habitual. Forma, junto a Paul Krugman, el dream team de los economistas progresistas estadounidenses. Con una sonrisa perenne y mirando siempre a los ojos de su interlocutor, ataca con igual fiereza el auge de líderes populistas, el aumento de la desigualdad o la gestión europea de la crisis. Pero, sobre todo, ha encontrado su archienemigo en Donald Trump, un presidente al que acusa no solo de una política fiscal desastrosa y de impulsar una guerra comercial de consecuencias imprevisibles, sino de atacar “los ideales americanos de libertad, democracia y justicia para todos”.
La victoria del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes —y su fracaso en el Senado— cogió a Stiglitz en Madrid, donde el miércoles participó en un foro de innovación invitado por Mastercard. A las pocas horas de conocerse los resultados de las legislativas, el autor de El malestar en la globalización basculaba entre la esperanza por la conquista demócrata de una de las dos Cámaras —“Los republicanos no van a lograr aprobar ninguna ley en el Congreso. No va a haber fondos para el muro, que está acabado”, asegura— y la frustración por el hecho de que el aumento de votos demócratas no vaya a traducirse en un giro radical en la política estadounidense.
“Tras las elecciones, Trump no tendrá el sí del Congreso para obtener fondos para planes como el muro”
Stiglitz no elude ningún charco. Prototipo de lo que en EE UU denominan “liberal”, aplaude sin ambages la decisión del Gobierno español de aumentar un 22% el salario mínimo, hasta 900 euros mensuales, un paso, según dice, “largamente esperado”. Frente a los augurios catastrofistas del Banco de España —que cifra en 150.000 empleos el coste de subir el suelo salarial— o a la más moderada Comisión Europea —que esta semana redujo el impacto a 70.000 puestos de trabajo—, Stiglitz niega la mayor.
Subir el salario mínimo tiene un impacto “insignificante o incluso positivo” sobre el empleo, sostiene. Para justificar esta opinión, cita un centenar de estudios hechos en EE UU. “Allí, los datos son abrumadores. Y no se refieren a subidas del 22% como en España, sino incluso del 100%, como en Seattle”, asegura. Stiglitz atribuye las críticas a la decisión de Pedro Sánchez a una visión antigua basada en la presunción de que el mercado de trabajo funciona como cualquier otro mercado definido por la oferta y demanda, idea que Stiglitz considera “una especie de creencia religiosa”. “Los estudios muestran que no es así”, concluye.
Otra polémica en la que chapotea con gusto es el choque con Bruselas del nuevo Gobierno italiano a costa de su presupuesto. Considera a la tercera economía del euro “un peligro real para la eurozona, tanto a corto como a medio plazo”. A partir de aquí, Stiglitz tiene críticas para todos. Al Ejecutivo populista de Di Maio y Salvini reprocha unas cuentas poco realistas, basadas en la idea errónea de que reduciendo impuestos lograrán aumentar la recaudación. “Es una idea que ya usó Reagan. No ocurrió entonces y probablemente no va a hacerlo ahora”, asegura. Pero el estadounidense —cuyo último libro, El euro: cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa, describe al euro como un error fruto de “políticos no versados en economía que pretendían crear su propia realidad”— también tiene munición contra la Comisión Europea. “Sus reglas de gasto son erróneas. Tiene que haber reformas. Italia tiene razón en ello”, dice.
El economista no cree que el Gobierno italiano vaya a dar marcha atrás, como hizo el griego. Y como desenlace más probable de esta crisis vislumbra un escenario en el que Roma lance un órdago a la Comisión Europea, obligándole a elegir entre expulsar a Italia del euro o aceptar que se salte a la torera las normas europeas. “Salvini y los suyos apuestan a que será Bruselas la que dé marcha atrás. Y creo que es una buena apuesta”, anticipa.
“Merkel paga la penitencia por sus pecados en la crisis del euro”
En la gestión de la crisis del euro, Stiglitz señala a una gran culpable: la canciller alemana Angela Merkel. “Fue inconcebible cómo estaba dispuesta a sacrificar a Grecia para salvar a los bancos alemanes. Además, ella misma creó un problema interno. Su retórica de situar a Grecia como responsable de la crisis por su derroche —cuando países como España, con superávit público, también cayeron en la crisis— lo puso muy difícil para los políticos alemanes que querían ofrecer una visión más equilibrada”, asegura. Justo cuando la líder europea más importante de los últimos 15 años empieza a despedirse, Stiglitz solo le reconoce la valentía con la que se enfrentó a la crisis migratoria. “Pero entonces tampoco logró sus objetivos. Ha sido su penitencia por sus pecados en la crisis del euro”, añade con una sonrisa maligna.
Cuando se le pregunta por los grandes peligros de la economía mundial, Stiglitz no duda un instante: la guerra comercial —lo dice él, gran crítico de los megatratados que EE UU negociaba con la UE y con los países del Pacífico, acuerdos a los que Washington ha dicho no— y el lento adiós al dinero ultrabarato por la progresiva subida de tipos de interés.
Sobre la primera amenaza, apunta a un claro responsable: Trump. “Una guerra comercial entre las dos grandes potencias mundiales sería muy dañina. Ahora mismo es muy posible que estalle el conflicto. Aunque solo pongo un pero: Trump no es racional. Y en cualquier momento puede cambiar de opinión sin ninguna justificación racional, como ya hizo con Corea del Norte”, concluye.
“LA TENDENCIA DE MAYOR DESIGUALDAD CEDE TERRENO”
Al volver la vista sobre Estados Unidos, Stiglitz pone en duda la avalancha de buenos datos macroeconómicos. Cuando se le menciona el periodo inusualmente largo de crecimiento en su país, matiza que este se refiere solo al PIB, no a otros indicadores. “El crecimiento actual es un subidón de azúcar que va a terminar. El déficit comercial va a aumentar. Pese a la caída del paro, el empleo no está aún en su nivel de 2007. Los salarios no crecen tan rápido como la economía. Y la desigualdad se agrava pese al crecimiento”, añade.
En este panorama, el revolucionario plan fiscal impulsado por el presidente Trump es una de las grandes bestias negras de Stiglitz, que, según pronostica, contribuirá a aumentar su gran preocupación: la creciente desigualdad social. “La rebaja de impuestos es un regalo para grandes empresas y multimillonarios en el país con más desigualdad entre los desarrollados. Y aumenta los impuestos a las clases medias en un país donde la esperanza de vida cae como efecto de los millones de personas que se están quedando sin seguro médico. Va exactamente en la dirección contraria a la que debería. Y agrava los problemas”, dispara. Define la política económica de la Administración Trump como “una extraña mezcla de populismo y corporativismo”.
Pese al negro diagnóstico sobre el Gobierno de su país, Stiglitz es moderadamente optimista sobre el futuro inmediato del mundo. Este economista buen conocedor de España, donde pasa uno o dos meses al año en su casa de Cadaqués, cree que la tendencia de creciente desigualdad que comenzó con la revolución conservadora de los años ochenta del pasado siglo comienza a remitir. “La gente ha visto que ha ido demasiado lejos”, explica. Y señala algunos síntomas de la renovada fuerza de políticas redistribuidoras, como la extensión de la educación infantil gratuita en Nueva York o la subida del salario mínimo en España.
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