domingo, 6 de febrero de 2022
Lectura recomendada...
Y Joe Biden cogió su fusil
Ramón Lobo
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. /
EFE
Deberíamos ver otra vez la película de Stanley Kubrick Teléfono Rojo volamos hacia Moscú. No quiero decir que estemos al borde de una guerra nuclear, pero sirve para entender el clima de la Guerra Fría, de cómo una chispa, un error de cálculo, un paso en falso podría haber causado una catástrofe. Nace de la desconfianza extrema entre EEUU y la URSS tras la derrota nazi en 1945 y termina en 1991, tras el derrumbe de la URSS.
La paz mundial –la suya, porque en sus cuentas no entraban las guerras coloniales, ni golpes de Estado, asesinatos de líderes e invasiones periféricas– se basaba en el acrónimo de Mutual Assured Destruction (MAD): no importaba quién desenfundara primero, la destrucción nuclear estaba asegurada para ambos porque la respuesta sería automática.
Antoine Perraud recordó en InfoLibre, una escena entre De Gaulle y el embajador soviético en París, enfadado porque Francia había tomado partido por EEUU. El diplomático le advirtió de que ponía su país en el foco de un posible ataque nuclear. De Gaulle, que ya tenía su bomba atómica, replicó: “Bueno, señor embajador, moriremos juntos”.
La doctrina del MAD dominó durante décadas los pactos de limitación de armas nucleares. La idea era que ninguno dispusiera de una capacidad de ataque que hiciera posible la tentación, la esperanza de poder destruir todo del otro a cambio de que solo te destruyera la mitad.
EEUU y Rusia, sucesora de la URSS, no saben pensar fuera del marco de la Guerra Fría. No solo es seguridad, Moscú se mueve también por razones emocionales: considera que Ucrania forma parte de la Rusia milenaria.
JUGADOR DE PÓKER
El líder ruso, que juega al ajedrez, tiene cinco posibles movimientos: no hacer nada, alentar una separación de la región ucraniana del Donbás, mover ficha en América, mantener la tensión incorporando Bielorrusia a la partida para poner nerviosos a los europeos o invadir todo. La última es la más improbable. Su problema es que enfrente se sienta un jugador de póker. Los misiles nucleares siguen ahí. Ahora son más modernos y eficaces.
Si Putin está asesorado por halcones nacionalistas que ansían recuperar la gloria de la URSS. Biden no está rodeado de palomas. La periodista Olga Rodríguez destacaba en el artículo Fuck the European Union, publicado en elDiario.es, el papel de la subsecretaria del Departamento de Estado para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, que antes fue embajadora ante la OTAN.
Nuland movió algunos hilos en el Euromaidan, en 2014, la revuelta que echó el presidente pro ruso Víktor Yanukóvich. Hoy es una de las principales consejeras del presidente en la crisis. No es una voz neutral: su padre, nacido en el Bronx, era hijo de emigrantes ucranianos.
Biden no ha debido leer El arte de la guerra de Sun Tzu porque sus movimientos son agresivos. Un principio de Sun Tzu es dejar una salida al enemigo para que no se revuelva y luche con fiereza. Todo este juego se realiza en suelo europeo y contra los intereses de la UE.
COMISIÓN DE INVESTIGACIÓN
Biden se siente débil tras la desastrosa evacuación de Kabul. Su plan de reformas domésticas no avanza. Está hundido en las encuestas. Su trabajo como presidente terminó el día que juró el cargo: sacar a Donald Trump de la Casa Blanca. Es un presidente que huele a un solo mandato.
Los demócratas centran sus esperanzas en la comisión de investigación del asalto al Congreso, el 6 de enero de 2021. De ahí puede salir tocado y hundido gran parte del trumpismo. A Biden le viene bien la crisis ucraniana para sentirse líder del 'mundo libre', como si los tiempos fueran los de antes, y no existiera otro jugador clave en la mesa: China.
Afganistán y Libia, y ahora Ucrania, son advertencias para la UE: la OTAN, un instrumento de la Guerra Fría para frenar el expansionismo de la URSS (Rusia), se ha reconvertido en el brazo de los juegos globales de EEUU. Unas Fuerzas Armadas europeas, dentro o fuera de un marco de defensa común con EEUU, son urgentes e imprescindibles.
Putin también ningunea a la UE: apoya a las extremas derechas. La francesa Marine Le Pen va a recibir dinero para su campaña presidencial través de un banco húngaro. En América Latina, el Kremlin juega diferente: Venezuela y Nicaragua son sus opciones geográficas para asustar a Washington.
Voy a terminar con otra película, recomendada a los belicistas de salón. Se sitúa en la Gran Guerra: Johnny cogió su fusil de Dalton Trumbo, una de las víctimas del macartismo, un virus de extrema derecha y racismo que no ha quedo atrás: sigue en el ADN de la política de EEUU.
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