miércoles, 5 de junio de 2024

Sin Organización Territorial, Sumar acude a otros medios y...resbala.

REPRESENTACIÓN Las vacaciones de Sumar Lo que una lona de propaganda electoral puede decir de un partido Nuria Alabao 5/06/2024

Lona de propaganda electoral colocada por Sumar en Madrid. / X (Sumar)

Lona de propaganda electoral colocada por Sumar en Madrid. / X (Sumar) En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí Sumar difundía esta semana en X una foto de una lona electoral situada en la fachada de un edificio de Madrid: “Mándales a la mierda. Vota Sumar el 9 de junio. Disfruta las vacaciones”, dice sobre la imagen de una pareja bajo una sombrilla en una playa de colores saturados. En el tuit también se cita su propuesta de “reducir la jornada laboral sin reducción salarial”. Lo de mandarles a la mierda parece que hace referencia a la frase de indignación de Yolanda Díaz –“a la mierda”–, que fue pillada por un micrófono del Congreso. Las palabras, según explicó en un mitin, surgieron como una descarga, harta ya de las mentiras e insultos de la derecha. La reivindicación del exabrupto supone la adopción de una estrategia comunicativa que quizás pretenda conectar con el tono de los tiempos –a Ayuso le funciona muy bien–, y está bien. Sin embargo, la interpelación al disfrute vacacional no deja de ser sorprendente, sobre todo si tenemos en cuenta que, según el INE, un tercio de la población española –un 33% en el 2023– no pudo irse de vacaciones ni una semana al año. Es probable que el publicista encargado de la campaña no sepa que este es uno de los indicadores que mide la pobreza y la vulnerabilidad social en España y que esta cifra se ha mantenido estable en los últimos años –aunque llegó a alcanzar casi el 50% después de la crisis–. Y la razón más habitual para no disfrutar de este descanso, que parece que muchas veces damos por sentado, es la falta de dinero, lo que refleja una situación económica precaria para muchas familias. Quizás el mismo publicista no conozca a nadie al que no le llegue para vacacionar, y por eso no se le ha ocurrido. Las burbujas sociales en las que nos movemos son así. Pero los responsables de Sumar deberían haber caído en que un mensaje así puede resultar algo ofensivo para las cerca de 15 millones y medio de personas que no podrán permitirse unas vacaciones este año. Estas son las mismas personas a las que Sumar parece dirigirse especialmente. ¿O no? Los responsables de Sumar deberían haber caído en que un mensaje así puede resultar algo ofensivo Quizás sí tienen claro a quién le hablan, porque el segmento socioprofesional en el cual Sumar tiene una clara sobrerrepresentacion de apoyo es el de profesionales, científicos e intelectuales –un 14,3% de intención de voto, además de una simpatía de 6,8 en un marco de elecciones generales–, según los datos del último barómetro del CIS de abril. Casi el doble de su propio voto, lo que significa que hasta el 40% de los sufragios de Sumar procede de este segmento social profesional. De hecho, es el partido con mayor representación respecto de su voto total entre este sector, fundamentalmente en los tramos de edades inferiores a 40-45 años. Este partido también tiene algo más de apoyo en sectores de técnicos y profesionales de nivel medio y en trabajadores industriales –probablemente por la cuestión sindical–. Los votantes de Podemos tampoco están muy alejados de este perfil. Los parados, los jubilados, los que trabajan en ocupaciones elementales, amas de casa y otros trabajadores inactivos siguen votando mayoritariamente al PSOE y constituyen una buena parte de su electorado. Los que no descansan bajo las sombrillas, sino que más bien las ponen ¿Cómo va de vacaciones una madre que cuida sola, la gente que vive al día sin ahorros, la que no puede hacer frente a la subida de los gastos de la casa o a los alquileres que no paran de escalar? ¿Cómo podrían descansar los millones de personas que no pueden parar de trabajar porque si no, no cobran, o porque no tienen vacaciones pagadas? ¿Y aquellas que aprovechan los empleos que el turismo proporciona en verano para ahorrar para el invierno? ¿Cómo lo hacen muchos jóvenes que se encuentran desempleados y que sufren las cifras más altas de pobreza? Muchas de estas figuras sociales de la precariedad a menudo quedan ocultas en los discursos públicos y muchas de las medidas políticas que se toman no las tienen en cuenta, cuando deberían ser centrales en las propuestas de los partidos que se dicen de izquierdas. “Reducir la jornada laboral sin reducción salarial” es, sin duda, una iniciativa excelente, pero que para muchas personas suena a utopía, aunque no para buena parte de los actuales votantes de Sumar con trabajos estables y remuneraciones aceptables. Quizás hasta ven posible que las empresas y el Gobierno se lo concedan sin ninguna lucha previa, simplemente porque les podría hacer más productivos. Quizás. Pero, ¿y las que trabajan haciendo camas en los hoteles y cobran por horas? ¿Y los trabajos precarios en el campo? ¿Y las domésticas, las que trabajan en los bares, las que penden de un hilo? ¿No deberían ser la prioridad si el objetivo es la justicia social? ¿Cómo va de vacaciones una madre que cuida sola, la gente que vive al día sin ahorros? Aunque no son mayoría, son bastantes, empezando por unos cinco millones de personas que se encontrarían hoy en situación de precariedad –un 20% de la población activa–, según los economistas Adrián Manzanal y Mariu Ruiz Gálvez. Esta cifra incluiría a las personas paradas, inactivas desanimadas –que ya no buscan trabajo– y a la población subempleada que ahora mismo necesita un empleo de más horas o mejor remuneración para poder tener ingresos suficientes para vivir. A estas nuevas figuras de la precariedad podrían añadirse también los trabajadores temporales –estos contratos siguen ocupando el 15,7% del total de las asalariadas, según la EPA–. Además de los temporales que, después de la última reforma laboral, han pasado a llamarse fijos discontinuos y que no se puede decir que se encuentren en una situación real de seguridad en los ingresos y estabilidad laboral. Las bajas voluntarias –una forma en que las empresas pactan el fin de la contratación– y la rescisión de los contratos durante este periodo suponen la mayoría –el 52%– de las terminaciones de los contratos indefinidos en 2023. “En definitiva, estos contratos son una fuente de precarización que también alimenta el subempleo, y parece que, con los últimos cambios legislativos, han venido para quedarse como mecanismo de flexibilización de la mano de obra ante las necesidades de la demanda”, señalan Manzanal y Ruiz G. En total, quizás esta definición de la precariedad no esté tan alejada de ese 33% que no se va de vacaciones. En gran medida, estos segmentos sociales se encuentran desconectados de partidos como Sumar o Podemos, que dicen representarles, o incluso desconfían de las instituciones políticas y de la efectividad de los partidos para realizar cambios significativos que afecten a sus vidas. Muchas de estas personas acaban en la abstención. La forma en la que se presentan los líderes de estos partidos, su comunicación o incluso sus predisposiciones culturales de clase les alejan de ellos. Podríamos preguntarnos si el PSOE se enfrenta a un desafío parecido, pero lo que le salva es que, a pesar de todo, tiene organización territorial, así como redes de base –sean clientelares o no–. Es suficiente con observar algunos de sus mítines en los distintos territorios: muchas veces, los propios organizadores y los que suben al escenario se parecen cultural, e incluso físicamente, a sus votantes de clase trabajadora. Se podría decir que en ese partido hay un poco de todo. Sumar no puede decir lo mismo –pese a ser una coalición de distintos retazos, ha creado una imagen general reconocible y tiene un cierto aroma de clase–, aunque por lo menos esté asociado al sindicalismo mayoritario. Y, si bien Podemos tuvo estas bases y estructura diversa, la cercenó en sus guerras internas. Por lo tanto, o tienes organización territorial transversal –si es que dices dirigirte a esa transversalidad– o hay que empezar a tomarse más en serio formas de conectar con ese electorado al que ahora se castiga con fotos de playas y hamacas. Se trata de ampliar un poco el foco más allá de la clase media. Cuando la política es mayormente comunicación, al menos hay que estar pendiente de a quién le hablas, cuáles son sus expectativas, deseos y dificultades vitales. Porque todas esas personas, cada vez más excluidas de la representación, difícilmente se sentirán vinculadas a partidos o líderes que no tienen en cuenta sus problemas más inmediatos y tangibles, o que ni siquiera los comprenden. Muchas de ellas siguen votando al PSOE, pero otras pueden desconectarse de la política y las elecciones –o incluso a veces, sucede así en otros lugares de Europa, apoyar a las extremas derechas con su antipolítica, sus mensajes antiestablishment y sus promesas fáciles de cambio radical–. Claro que para evitar eso habría que trascender la representación y las promesas y proporcionar cambios tangibles y propuestas radicales como abaratar la vivienda, aunque no guste a la clase media rentista: buena parte de los actuales votantes de Sumar.

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