Dicen que «millones de siglos antes de existir Oviedo, el Naranco ya era ovetense». Para ellos es, además, el símbolo de la ciudad y un valor oculto a los ojos de muchos de sus vecinos, posiblemente demasiados. Llaneza, García y Mallada prefieren un paseo entre caminos prácticamente desconocidos a una mañana de fútbol y hasta a una tarde de terraza y sidras. El Naranco es para ellos esa afición a la que hay que dedicar un tiempo diario, sin importar si llueve o hace sol. Carlos García Rivas e Iván Mallada viven en El Llano y Ules, respectivamente, pero no se conforman con salir de casa y contemplar las vistas. Deciden ponerse los playeros y disfrutar de tantos «tesoros desonocidos». Carlos Fernández Llaneza sube a hacerles compañía, «y a veces hasta dos veces al día». El Naranco cada vez esconde menos secretos para ellos, y su propósito es que también para el resto de ovetenses. Esta es una de las razones por las que hace apenas 15 días decidieron poner en marcha el colectivo Manos por e Naranco.
Su deseo es claro. Quieren convertir Manos por el Naranco en «una herramienta para visibilizar el monte y para servir de punto de encuentro con las administraciones». La reciente decisión del Supremo de tumbar el plan especial del Parque Periurbano del Naranco les hizo decir basta. García es tajante y está convencido: «Si siguen actuando las canteras, el Naranco desaparecerá». Las vistas de la explotación de Arcelor desde El Cristo sirven de ejemplo. «Se están comiendo el monte». Sin ganas de entrar en conflictos y guerras, reconocen que «hay espacio para todos, pero deben tomarse decisiones acertadas». En el colectivo no faltan ganas por querer cambiar las cosas.
Manos por el Naranco piensa ya en reuniones con la administración local y regional, donde plantear la replantación forestal, el traslado de los tendidos eléctricos a la cara Norte para reducir el impacto paisajes tipo, contratar a una plantilla de mantenimiento y, sobre todo, encontrar soluciones a las canteras. Problemas, todos, que abordaba el documento anulado con mayor o menor fortuna. Aseguran que «el problema crece», pero es tan sólo «una cuestión de voluntad», en la que Ayuntamiento y Principado «tienen mucho que decir». «Hay muchas alternativas a la inacion que existe con el Naranco», afirma tajante Llaneza.
En 2006, con pompa, el presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces anunció la creación del parque periurbano, para proteger y fomentar el uso de la sierra. El documento, para los ecologistas «una oportunidad perdida», incluía una treintena de medidas, pero preservaba casi 255 hectáreas como zona de «industrias extractivas», uno de cada 20 metros cuadrados. Varias de las canteras han tramitado ampliaciones desde entonces. Por el otro lado, el Principado ejecutó casi 30 kilómetros de sendas y compró una finca junto a la cima, por 3,6 millones de euros, para que fuese el corazón del parque.
La crisis hizo el resto. Las sendas hechas adolecen de un mantenimiento adecuado; los planes de reforetación, nunca llegaron y El Pevidal sigue sin uso. HC ha abandonado el plan para la retirada de los tendidos de alta tensión que cruzan junto a los monumentos prerrománicos, que requería, para financiarse, hacer negocio con la recalificación de los solares junto a la subestación de La Estrecha, que sería substituida por una más pequeña y semienterrada, para construir una variante en la ladera norte.
Los tendidos siguen cruzando cerca de Ules. Aún así vivir en El Naranco, cuenta Iván Mallada, «tiene la ventaja obvia de vivir en Oviedo sin estar en la ciudad», lo que proporciona «un ambiente natural, mucha tranquilidad y apenas ruidos, quitando los de algún tractor que pasa más rápido de lo debido», bromea. En total, son cerca de 1.000 personas las que han elegido este espacio para construir su casa y sus reivindicaciones, creen, también deben oírse. García explica que los vecinos «no queremos que el Naranco sea La Fresneda, pero sí darle un poco de aire al monte». Los permisos para hacer obras en casa son cada vez más difíciles de conseguir, y solicitan además la mejora de las carreteras, «algunas lamentables». Pero convencidos de que el Naranco es un espacio «único», su objetivo es que todos disfruten de él.
Fernández Llaneza asegura que «existen lugares idílicos, en los que si te dicen que estás en Muniellos te lo crees». Mallada, licenciado en Historia del Arte, lo sabe bien. «No queremos que la atención se quede solo en lugares claves como los monumentos prerrománicos. Hay también numerosos molinos o ermitas sin estudiar, sin conocer. Debemos dar a conocer esos otros Narancos», explica. Este, creen, es el problema fundamental: «Son muchos los que desconocen las riquezas del monte». Y ya han pensado en cómo cambiar esta situación. Promoverán excursiones guiadas y charlas en colegios, y su deseo es también recuperar una gira al Naranco que existió a principios de siglo, y que «llegó a congregar a más de 20.000 personas, que suponían la mitad de la población de Oviedo» entonces.
El Naranco destapa toda su belleza sobre la ciudad. Otorga a Oviedo una personalidad propia, y perfila su silueta de fondo, atribuyéndole una imagen inconfundible. El nuevo colectivo tiene como fin «darle el valor que se merece».