'La herencia es como una deuda con el pasado, una maldición'
El escritor zaragozano Ignacio Martínez de Pisón SANTI COGOLLUCO
Ignacio Martínez de Pisón viaja a Melilla con su nueva obra, 'La buena reputación'
Dice que Flaubert puso por escrito la sensación de que la felicidad está siempre en otra parte. Que Madame Bovary, en ese sentido, somos todos, y que sus personajes, inevitablemente, también lo son. "Flaubert supo aislar un tema que se ha vuelto universal, el de que hay una vida feliz lejos de nuestra vida. En ese sentido, todo el siglo XX podría explicarse en clave flaubertiana", asegura Ignacio Martínez de Pisión. Acaba de publicar una novela en la que palpitan cinco personajes que sueñan con esa otra vida que en realidad no existe. ¿Su título? La buena reputación (Seix Barral).
"En realidad, es una novela sobre la herencia. La herencia en sentido figurado, todo aquello que recibimos de nuestros padres, biológicamente hablando, pero también la herencia en el sentido literal, en el sentido del testamento. Un testamento que firma el cabeza de familia con la intención de seguir controlando la vida de los que se quedan aunque él ya no esté", explica Martínez de Pisón.
Obsesionado con la idea de la familia, la familia como paraíso literario, como motor de cualquier historia, como pulsión creativa, Martínez de Pisón viaja esta vez a Melilla, ciudad que le pareció, hace cuatro años, cuando la visitó por primera vez, "una pequeña Barcelona aislada", "incluso cuenta con su propio Ensanche, diseñado por arquitectos catalanes, como una copia del de Barcelona", apunta.
Espejismo del pasado
¿Por qué Melilla, por esa fascinación? "Nací en Zaragoza pero me crié en Logroño y nunca tuve conciencia de que en España había existido una comunidad judía próspera y menos aún que lo había hecho en Melilla", contesta. De ahí que la historia arranque en los años 50, justo cuando el sueño de esa próspera comunidad empieza a convertirse en espejismo del pasado.
"Abordo lo que hemos recibido de nuestros padres", afirma el escritor
Porque la cosa arranca cuando Samuel y Mercedes, el matrimonio protagonista, ella hija de militar procedente de Zaragoza, él judío que ha nacido y ha vivido toda su vida en Melilla, deciden, "en un momento de incertidumbre", que coincide con la descolonización de Marruecos y el regreso de los españoles del Protectorado a la Península, volver ellos también a la Península, trazando el camino de regreso a los orígenes de Mercedes. "Eso es algo que ocurre en momentos de desconcierto como el que viven los protagonistas, que tratamos de regresar a donde nos sentimos seguros, a nuestras raíces", sentencia Martínez de Pisón. Samuel es el que cede entonces, por el bien de sus dos hijas, por el bien de sus futuros, pero lo hace con sentimientos encontrados, porque se sabe melillense y es "fiel a sus lealtades" hasta el punto de enfrentarse con miembros de su comunidad que están pensando en emigrar mucho más lejos, a la Tierra Prometida.
"Samuel no entiende por qué otros judíos de su comunidad, que han nacido en Melilla como él y que son de la ciudad, pretenden irse a vivir a Israel. Es una época en la que la creación del Estado de Israel es muy reciente, tan sólo han pasado ocho años, y aún hay familias que se están yendo para allá", cuenta el escritor, para quien lo judío siempre ha sido "algo exótico", de lo que básicamente "hemos oído hablar a través de la cultura norteamericana, de las películas de Woody Allen y de los libros de Philip Roth".
Una suerte de óleo literario
Creador de personajes que respiran, "que están vivos", hasta el punto de llegar a hacer creer al lector "que existieron de verdad", Martínez de Pisón ha vuelto a construir una familia, tres generaciones, a través de cinco personajes y ha pintado, en una suerte de óleo literario, un retrato de época, con claroscuros.
"En momentos de desconcierto tratamos de volver a nuestras raíces"
Tantos claroscuros como los que tiene la familia protagonista. "Es también una historia de parejas que se rompen y de amores que sobreviven toda una vida", dice el escritor. La conclusión es la de que todo aquel que habita ese otro mundo, un mundo que se asoma por fin a la modernidad, desde una España que va, poco a poco, liberándose, acabando, uno a uno, con todos sus complejos, "está en eterno conflicto consigo mismo". Los personajes se buscan a sí mismos y no se encuentran pero para fingir que lo han hecho "construyen una mentira". Y ahí se vuelve al tema de la herencia, sobre todo la figurada. "Somos lo que somos porque hemos recibido algo de la familia, y en ese sentido, la herencia es como una deuda con el pasado, como una maldición que debemos combatir", sentencia Martínez de Pisón a quien le gusta perderse en otras familias, literariamente hablando, y sentirse uno más.
Porque no sólo le gusta escribir historias familiares, también le gusta leerlas. Es fan de Alice Munro y de las historias "de familias extrañas" de Anne Tyler, pero también de Natalia Ginzburg, y de la Novela familiar de John Lanchester, y de El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince, estas últimas, ambas, basadas en la historia familiar de sus autores.
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