Bale fue Bolt
Un ‘sprint’ portentoso de más de 50 metros del galés en el último tramo otorga el título al Real Madrid ante un Barça descosido y que apunta a una profunda reconversiónJOSÉ SÁMANO
Un rayo decidió la Copa. En Mestalla se apareció Usain Bolt con piernas de galés y puso al madridismo en el trono. Fue un colofón asombroso para una final que será recordada por el carrerón de Bale, que cuando ya les dolían los gemelos a todos, cuando el partido se encaminaba a la prórroga, se marcó un sprint olímpico de 50 o 60 metros. Llegó incluso a perder la cuerda al irse por la línea de banda, pero remontó ante un Bartra superado por un reto imposible y en los morros de Pinto le batió entre las piernas. Un broche de altura para un encuentro que el Madrid tardó demasiado en cerrar ante un Barça descosido en defensa y con poca chispa ofensiva, la que ahora no tiene Messi.
BARCELONA, 1- MADRID, 2
Barcelona: Pinto; Alves, Bartra (Alexis, m. 86), Mascherano, Jordi Alba (Adriano, m. 46); Xavi, Busquets, Fábregas (Pedro, m. 60); Neymar, Messi e Iniesta. No utilizados: Oier; Puyol, Song y Sergi Roberto.
Real Madrid: Iker Casillas; Carvajal, Pepe, Sergio Ramos, Coentrão; Di María (Illarramendi, m. 86), Modric, Xabi Alonso, Isco (Casemiro, 88); Bale y Benzema (Varane, m. 90). No utilizados: Diego López; Nacho, Willian José y Morata.
Goles: 1-0. M. 11. Di María. 1-1. M. 68. Bartra. 0-2. M. 85. Bale.
Árbitro: Mateu Lahoz. Amonestó a Isco, Neymar, Pepe, Mascherano y Xabi Alonso.
Unos 55.000 espectadores en el estadio de Mestalla. El Madrid conquista su 19ª Copa del Rey.
Bartra selló un empate de la forma más imprevista, con un cabezazo en un córner mal atendido por Pepe. Que los azulgrana marquen en un saque de esquina es un portento. Con Bale a punto de llevarse el MVP, Neymar remató al poste en el último suspiro. Con Casillas por el medio todo es posible.
Era el día señalado para Bale, máxime sin Cristiano en el cartel. A jugadores de su valor se les espera en días así. Y quién sabe si el día de Bale no habrá sido el de la puntilla final para ese exquisito Barça de los últimos tiempos. En dos semanas se le ha ido la Champions, casi la Liga y ahora la Copa. Lo más preocupante son las sensaciones que destila. Ha perdido el elixir, no tiene el aroma que le distinguía y le espera una profunda reconversión, lo que no le resultará fácil. Por sus embrollos institucionales y porque no se clonan todos los días generaciones como esta. El Madrid, por su parte, está vivo en todo.
Una decidida puesta en escena permitió al Madrid imponer su método, que el guion de la final fuera el que soñaba. El gol de Di María antes de los 10 minutos tuvo varias repercusiones. Retrató tanto al Barça como al Madrid. El primero carece de estructura defensiva y los remiendos no disimulan el descosido. Sin Valdés, sin Puyol, sin Piqué, la armadura es de plastilina. Sobre las cenizas defensivas de los azulgrana pisaron a toda mecha Isco, que le había birlado la pelota a Alves, Bale y Benzema, que movieron el balón a la velocidad de la luz, a la misma que llegó El Fideo frente a Pinto. Un gol a la contra, que también es un arte y está en el cromosoma de este Madrid.
En ventaja, el grupo de Ancelotti quiso custodiar el marcador, arroparse no lejos de su portero y desafiar a su adversario a la carrera. Al Madrid le gusta ser contundente en las áreas, son los territorios donde más a gusto se siente. Todo parecía a su gusto, pero hasta que Bale abrió gas cuando quedaban poco más de cinco minutos no supo matar el partido con todo el océano abierto y ante una zaga frágil. El individualismo del propio Bale, y la mala puntería de Benzema o Di María abocaron al Madrid a mantener el cuerpo a cuerpo hasta el final. Sobre todo tras pagar el descuido de Pepe con Bartra.
De inicio, ya fue Bale quien estuvo más de cerca de rematar a los barcelonistas, como Isco, al que se le cruzó el kilométrico Jordi Alba en el último suspiro. Al Barça le costó entrar en juego. Ha perdido expresividad, palpable en Messi, al que se le ha dormido el duende.
La Pulga siempre fue el genio al servicio del método, un método que hizo excepcional a este equipo. Pero hoy el modelo es confuso y hasta los héroes se han desteñido. El Barça no consigue ser lo que fue. Martino no quiere ser quien borre semejante sello, pero no logra introducir variantes que le permitan seguir en vigor. Lo mismo aparca a los extremos que tanto le dieron cuando Messi estuvo en la enfermería y Neymar aún estaba de embarque, que se encomienda a los pesos pesados para no alterar las jerarquías de la caseta. Entonces, cuesta adivinar el papel de Cesc, por ejemplo, llegador a veces, volante otras. Y con él al frente, Iniesta exiliado al extremo, no como volante, donde es un surtidor de primera. Muy difuso todo el muestrario.
Confiado en su macizo defensivo —al que incluso se sumó Isco como interior por la izquierda, bajo sospecha en esa faceta—, el Madrid logró secar al Barça, incapaz de dar la lata a Casillas. No asustaba Messi, Neymar se desquiciaba en guerrillas menores y apenas podía con Coentrão y Carvajal, y el asunto se reducía a una catarata de centros dislocados de Alves, costumbre en los últimos encuentros de los culés. Solo Jordi Alba, el tiempo que aguantó, lograba infiltrarse en las cercanías del capitán madridista.
En poco cambió el panorama para el Barça en el segundo tramo. Inofensivo casi siempre, cada latigazo del Madrid le hacía tiritar. Por enésima vez, Martino prescindió de Cesc para alistar primero a Pedro y luego a Alexis. La vía fue Bartra con su antinatural gol para los barcelonistas. Con la prórroga a un paso, Bale puso el turbo y del resto se encargó Iker Casillas, que con la vista mandó el balón de Neymar a un poste. Casillas y los milagros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario