Se estaba acabando el Clásico. El final del peor recuerdo del presidente delReal Madrid se acercaba al triple pitido del árbitro. Pero la pesadilla se pudo convertir en eterna, se pudo escribir en la leyenda negra del madridismo, si es que no se ha ganado al menos unos parrafillos en ellas ya. Una última jugada peligrosa del Barça sobrecogió a Florentino Pérez y a todo aficionado merengue tanto como las otras cuatro de los goles juntas. El disparo final, a bocajarro, se le fue a Munir el Haddadi, un chico de Madrid que prefirió jugar en el Barça. Esa decisión del internacional español de terminar en un disparo esa acción evitó que el que se ha convertido, por lo visto, en el enemigo público número uno del Madrid, Gerard Piqué, mostrara otra vez la manita al mundo con alevosía guardada dentro de su rabia por los pitos. Se lo recriminó al chaval, luego le 'pidió perdón' por redes sociales. Qué poco le faltó para explotar de alegría.
El daño ya estaba hecho. Nunca Florentino había sido humillado de tal manera en su propia casa, ante sus ojos y rodeado de tantos 'amigos'. ¿Cómo explicarles a todos, compañeros de palco y público en general, qué había pasado para que el equipo campeón de Europa hace año y pico fuera humillado por el eterno rival en casa? Y peor aún, ¿cómo encajar las miradas incómodas a su alrededor ante el clamor de su plebe, que le pide su cabeza al grito unánime y constante de "¡Florentino dimisión!"? Se hace prácticamente imposible. Ni siquiera el himno a todo trapo pudo tapar los gritos del público. Hay que delegar responsabilidades. Y desde su entorno ya se empieza a intuir que Benítez no aguantará más allá de esta semana que entra.
No es la primera vez que el respetable blanco revuelve su ira hacia el palco en vez de hacia el césped. Ya no cuela que las excusas siempre vayan dirigidas hacia los mismos, es decir, los jugadores y los entrenadores que han ido rulando durante todos estos años. En su primera época, el desastre de los Galácticosacabó con Florentino huyendo del marrón en que se había convertido un equipo plagado de egos y sin control. Ahora la afición ya está cansada otra vez. Los primeros gritos contra el presidente fueron cuando presentó a Danilo, poco después de que echara al entrenador más querido por el madridismo en los últimos años, Ancelotti. La goleada contra el Barça no le da la razón en esa decisión, precisamente.
Rafa Benítez era un entrenador que venía con un currículo muy bueno, pero con un perfil de entrenador que de antemano se asumía tanto en la prensa, como en la afición como, incluso, en parte del interior del club, que no iba a funcionaren el Madrid. Siempre podía refugiarse en sus resultados obtenidos hasta el momento, porque es verdad que hasta el Pizjuán no había perdido ni un partido. Pero ahora ha perdido dos partidos, uno de ellos siendo violado por el máximo enemigo, está a seis puntos del liderato (sin Messi, ni Arda ni Aleix Vidal en el Barça) y con el vestuario despreciando prácticamente a su propio técnico. ¿Que no tiene toda la culpa? Pues puede ser, pero le va a costar aferrarse al cargo.
La confirmación verbal (porque la comprobación empírica se ha producido muchas veces) de que esta problemática de un equipo roto, sin ningún pegamento que lo cohesione, no es nuevo la puso Luka Modric. El croata habla un buen español, no perfecto, pero suficiente para expresar con todo el dolor de su corazón lo que saca de esta derrota: "No es la primera vez que no jugamos como equipo", dijo Modric, que a la vez reconoce que no encuentran la solución: "He dicho varias veces que tenemos que aprender de nuestros errores, pero no lo hacemos".
"Han sido mejores y tenemos que reflexionar", dijo Emilio Butragueño en la entrevista con Mónica Marchante en 'Canal+'. La pregunta que debería hacerse el Madrid es si reflexionarán los que deben sobre lo que deben. 196 millones entre los dos jugadores más caros de la plantilla que no garantizan títulos ni buen juego es motivo suficiente para pensar. También lo es que la mitad de los doce años de mandato, la mitad hayan acabado sin títulos...
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