Voz crítica en el seno del PSOE
"La tradición republicana y la socialista no son ajenas la una a la otra: se deben la una a la otra"
José Antonio Pérez Tapias fue la opción de izquierdas en las primarias que encumbraron a Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE y sigue siendo ahora una voz leal pero crítica en el seno del partido: adscrito a la corriente Izquierda Socialista, lucha por reencauzarlo hacia la tradición republicana que abandonó con Felipe González. En torno a eso mismo ha escrito un libro que se titula Por un socialismo republicano y que ha venido a presentar a Gijón invitado por la corriente Gijón Socialista, que, impulsada por José Antonio Garmón y declaradamente republicana y laicista, vertebra el sector crítico del PSOE gijonés.
SÁBADO 28 DE NOVIEMBRE DE 2015
¿Cuál es su historia dentro del PSOE? ¿Cuándo ingresa en el partido, por qué?
Entré en el partido a comienzos de los años noventa. Venía de un compromiso militante en movimientos de base y asociativos y en determinado momento decidí dar el paso hacia una militancia socialista más explícita. Era un momento en el que el partido socialista pasaba por un trance complicado después de los gobiernos de Felipe González y pensé que mi trabajo político podía aportar algo.
En estos años, ¿ha sufrido alguna crisis de identidad? ¿Ha considerado alguna vez la posibilidad de abandonar el partido?
No, porque cuando entré en el PSOE ya conocía básicamente el partido en su funcionamiento, en sus dinámicas internas y en su composición. No puedo decir que me haya llevado ninguna sorpresa con lo que encontré. Uno se encuentra cosas agradables y cosas desagradables, pero no puedo decir que haya tenido fuertes crisis de identidad en mi militancia socialista. Sé lo que la realidad del partido socialista puede dar de sí y qué papel puedo desempeñar y desde el principio lo asumí así, tratando de contribuir al debate interno del partido socialista desde unas posiciones de izquierdas. En un determinado momento me sumo de manera más expresa a la corriente Izquierda Socialista y ahí encuentro un cauce para trabajar en el interior del PSOE y en la proyección del partido hacia fuera, que es algo que yo creo que es importante. Yo no creo que haya que establecer en los partidos fronteras absolutamente nítidas entre dentro y fuera: lo mismo en la militancia personal que en la colectiva uno tiene que transitar con fluidez entre lo que ocurre dentro de la organización y lo que ocurre fuera de ella.
Recibió críticas en el partido su presencia en el acto en el que Podemos nombró secretario general a Pablo Iglesias.
Yo he mirado con interés y simpatía desde el principio lo que está significando Podemos. En aquel momento, Podemos era un hecho novedoso del máximo interés por lo que suponía de emergencia de una nueva fuerza política en el panorama de la izquierda y había que considerarlo con suficiente atención. Cuando muchos en el partido socialista abusaban de descripciones en términos de populismo y similares, yo insistía en que había que ser mucho más cuidadosos con los términos que se utilizaban. No sólo porque no se correspondan exactamente con la realidad, sino también desde un planteamiento estratégico. Hay, les decía, que ir pensando en tejer alianzas y pactos con fuerzas de una izquierda que es mucho más plural en su configuración y que además representan nuevas realidades sociales en el conjunto de la realidad española. Al cabo del tiempo ha sido justamente eso lo que ha ocurrido: tenemos gobiernos autonómicos y municipales que cuentan entre otros con el apoyo de Podemos. En aquel momento, en aquel congreso de presentación en público de Podemos y de su nueva ejecutiva, fui invitado por amigos de mi campo profesional que están en la dirección de Podemos y por una cuestión de cortesía, como ocurre en tantos actos de partido, acudí al acto. No tuvo mayor implicación ni por mi parte ni por la de ellos.
¿Le han tentado para entrar en Podemos?
Bueno, los amigos de Podemos siempre le hacen invitaciones a uno para que vaya a su casa (risas), pero me respetan y conocen claramente mi ubicación política, y además ven que uno también puede desempeñar un papel dentro de lo que humildemente es capaz allí donde está.
Está en Gijón para presentar Por un socialismo republicano, pero no es, ni mucho menos, su primer libro político. Hace años publicaba La izquierda que se busca. ¿Qué izquierda se busca?
Una izquierda reubicada ante situaciones nuevas, por ejemplo la de que el Estado del bienestar se había pensado en términos del Estado nacional pero hoy nos encontramos con que el Estado nacional no controla los flujos económicos ni las dinámicas del mercado. Eso hay que hacerlo ahora en una órbita superior, supranacional, y por lo tanto hay que replantear todo el Estado del bienestar teniendo en cuenta esos vectores de la realidad. La izquierda tiene que reubicarse porque nuestras sociedades han cambiado en sus estructuras, en sus dinámicas. Los mismos modos de funcionar que vienen dados por la tecnología de la información y la comunicación son muy diferentes a los del pasado, y los partidos políticos no pueden seguir manejando parámetros o pautas del siglo XIX. La izquierda tiene que reajustar sus objetivos, sus procedimientos, su democracia interna, etcétera, y salir de una crisis que sin duda también la afecta. Hay que abordar cuestiones muy de fondo. En suma, parafraseando a Aristóteles, la izquierda que buscamos es la izquierda que se busca a sí misma y que también es buscada por parte de la ciudadanía dispuesta a apoyarla.
¿Cuál es ese socialismo republicano al que aspira?
Una posición de izquierda que sea identificable más allá de transversalidades, de viajes al centro y de posiciones más diluidas. Lo que trato de poner de relieve en el libro es que la tradición republicana y la tradición socialista no son ajenas la una a la otra, sino que se debe la una a la otra. El socialismo nace como profundización de la propia tradición republicana que viene de Rousseau y otros, y el mismo Marx y tantos autores de la tradición socialista radicalizaron esa tradición republicana. En el caso concreto español, la tradición socialista está muy vinculada a lo que significó en su momento la Segunda República como proyecto de una España mucho más justa e igualitaria; una España más abierta a un horizonte de libertad que desgraciadamente se vio abortada por el golpe militar de Franco y de quienes desde posiciones fascistas y de derechas lo apoyaron. Hay que recuperar esa memoria republicana como algo propio y tradicional, pero también es importante que cuando hablemos de republicanismo dejemos de identificarlo sólo con el debate en torno a la forma del Estado. Eso, siendo importante, es tan relevante como otra cosa: que la tradición republicana pone en juego un concepto distinto de ciudadanía que incorpora elementos de la tradición liberal pero va más allá y busca una ciudadanía que participa, que hace valer su autonomía, que asume compromisos políticos en primera persona, pero también un concepto de democracia que algunos autores llaman democracia fuerte y consiste en más participación, una democracia más abierta, políticas de inclusión, etcétera. Yo pienso que hay que recuperar y reconstruir una alternativa socialista que no se quede en cuestiones puntuales sino que proponga un proyecto completo para el contexto actual, incluyendo en él todo lo que tiene que ver con rehacer un proyecto europeo que está muy desdibujado.
Cuando se pide un posicionamiento en el debate republicano a representantes del PSOE, la respuesta suele ser que lo importante son los valores republicanos y que la forma de designar el jefe del Estado es una cuestión menor y accidental; que mejor la monarquía danesa que la república búlgara. ¿Por qué no es accidental la forma del Estado?
No es una cuestión accidental. Es una cuestión importante que hay que mantener en el debate político aunque en determinado momento no sea lo más urgente. Cosa distinta es que en determinado momento de la transición política la situación hiciera ver que lo que era posible hacer era lo que se hizo, sobre lo cual caben juicios diversos. Pero no, más allá de eso la forma del Estado no es una cuestión baladí o una cuestión indiferente. Yo creo que el planteamiento republicano es mucho más consonante con una forma democrática, y lo es en todas sus dimensiones. En la forma del Estado que plantea y en el concepto de democracia y ciudadanía que plantea. Ninguna de esas dimensiones puede ser una cuestión aislada descontextualizable de todo lo demás.
Otro de sus libros es Invitación al federalismo. Las apelaciones al modelo federal son habituales en el PSOE, pero la sensación que suelen dejar es que no pasan de ser meros ejercicios de retórica. Cuando se pide concreción, no se suele conseguir. ¿Qué significaría en lo concreto que España transitase hacia un modelo federal? ¿Sería una solución al problema territorial? ¿No es ya el modelo español no federal, sino más que federal? ¿No restaría competencias a las autonomías que más autogobierno tienen ese modelo federal?
En efecto, el federalismo se utiliza muchas veces como un recurso demarketing electoral sin más, o como una salida fácil ante una situación de crisis institucional muy grave. Yo creo que hay que tomarse muy en serio las crisis y las respuestas que haya que darle. La propuesta federal en la que algunos venimos trabajando desde hace décadas —y que ha costado que se abra camino en el propio partido socialista, incluido el catalán aunque en el PSC haya más tradición en ese sentido— es un federalismo plurinacional que pase a reconocer las realidades nacionales que se dan en el panorama español. En el Estado español, la cuestión de las naciones en plural no es una cuestión que podamos decir que esté resuelta: a la vista están los hechos. Yo creo que hay que proceder a ese reconocimiento de las realidades nacionales y desde ahí dar el paso a un nuevo pacto. Creo que no hay que tener miedo a hablar de un proceso constitucional. Tampoco es cuestión de pensar que un proceso constitucional parte de cero. No estamos en ningún punto cero, sino en uno que nos permite situarnos en mejores condiciones para abordar todo lo relativo a la redistribución de cargas y beneficios con criterios de solidaridad entre ciudadanos y territorios. Debemos hacer una reforma constitucional que no se quede en cuestiones periféricas o superficiales. La crisis del Estado es muy grave más allá de lo que pase o no pase con el señor Artur Mas o con la CUP o con Convergència Democràtica de Catalunya. Tenemos un problema de deslegitimación de la propia Constitución en una parte muy sensible del Estado y sobre eso no se puede pasar sin más de puntillas, porque afecta a los catalanes y nos afecta a todos. Creo que lo procedente es sentarnos a dialogar y consensuar un nuevo pacto constitucional, y eso en términos federalistas no supone ni que unos pierdan competencias ni que otros ganen privilegios: hay que resolver las cuestiones territoriales atendiendo también a todo lo que suponen los hechos individuales de los ciudadanos y las ciudadanas en todos y cada uno de los territorios del Estado.
¿Cómo debería gestionar el Gobierno la crisis catalana actual? ¿Cuál debe ser la postura del PSOE al respecto?
Mi opinión es que el partido socialista tiene que dar más pasos que los que ha dado, clarificando esa alternativa federalista y tratando de convencer a la sociedad al respecto. Tampoco son los socialistas los únicos que hablan de federalismo: hay otras fuerzas en Cataluña y fuera de Cataluña que también hablan de federalismo y no hay que descartar llegar a acuerdos al respecto. Ahora mismo estamos en un tiempo en que ese modelo parecía ya desechado por imposible vuelve a plantearse no ya como lo posible sino incluso como una salida necesaria, puesto que desde el lado independentista el autobloqueo en que se han metido está dando a entender que esa solución no es ahora una vía transitable, por lo menos ahora mismo, y desde el lado de la derecha hay también un inmovilismo que invoca motivos patrióticos pero que creo que está actuando contra la misma unidad del Estado.
La reforma constitucional a la que usted aludía antes y en torno a la cual —a hacerla, no a su contenido— parece haber ya un consenso general, ¿qué más cuestiones debe incluir además del modelo federal?
Hay muchas cuestiones que van concitando un enorme consenso. Sin duda una de ellas es un reforzamiento de los derechos sociales que ya están reconocidos en la Constitución pero que hay que refrendar con un amparo constitucional mucho más serio y mucho más exigente: derecho al trabajo, a la salud, a la vivienda… Hay que blindar, como se dice a veces, esos derechos y lo que suponen. Otra cuestión decisiva es avanzar en la consolidación del Estado español como un Estado laico y no como esa estación intermedia que es el Estado aconfesional. Hay que consolidar el principio de la separación de la Iglesia católica y el Estado con todas sus consecuencias, que no son antirreligiosas, sino en defensa de la igualdad y del principio de no discriminación. No puede haber estatutos de privilegio para confesión alguna como sigue habiendo para la Iglesia católica en la Constitución vigente. Después, hay otros campos en los que avanzar. Uno que comparto con muchos compañeros y compañeras del PSOE y de la izquierda en general es derogar lo que se introdujo como reforma exprésen el artículo 135 de la Constitución.
Usted se ausentó del Congreso en aquella votación.
Sí, junto con otros compañeros del grupo socialista, porque ese artículo nos parecía una reforma muy deficitaria desde el punto de vista del proceso y de los contenidos. Personas muy destacadas del partido socialista reconocieron a posteriori que fue un error: desde [José Antonio] Griñán cuando era presidente de la Junta de Andalucía hasta Susana Díaz, que también se ha pronunciado en ese sentido. El mismoRubalcaba ha reconocido que el proceso no fue el más adecuado y también Pedro Sánchez ha dicho, siendo ya secretario general, que aquello había sido un error, pero yo creo que la forma de compensar el error tiene que ser más profunda.
Debe su fama a las primarias que ganó el propio Pedro Sánchez el año pasado. Se dice que Susana Díaz regó de avales su candidatura para fragmentar el voto de la izquierda que de otro modo habría concentrado Eduardo Madina y garantizar así la victoria de Sánchez. ¿Es eso cierto?
Bueno, esa pregunta hay que hacérsela a Susana Díaz, que conoce muy bien el partido debido a toda su trayectoria política en el seno del mismo. Lo que yo sé es que llegué a obtener los avales con un esfuerzo ímprobo. Yo hice todo lo que pude e igual que yo lo hicieron muchos militantes de nuestra organización, y no sólo de Izquierda Socialista sino otros que se sumaron en ese momento a lo que mi candidatura podía representar. Al final nos vimos respaldados por el número suficiente de avales como para seguir adelante en aquel proceso de primarias. Hombre, lo que sí podemos decir, porque está claro, es que Susana Díaz apoyó de manera explícita a Pedro Sánchez para la secretaría general. Eso es historia conocida.
¿Se presentó esperando no conseguir los avales, más por la cuestión simbólica y mediática de proclamar: «Izquierda Socialista sigue aquí y hay todavía izquierdistas en el PSOE», y le sorprendió conseguirlos?
Bueno, lo primero que tengo que decir es que aquella candidatura, aunque obviamente tuviera un componente de decisión personal, fue fraguada en un contexto de debate colectivo, hablando y discutiendo con otros compañeros y compañeras. No era una cuestión en solitario, sino que respondía a lo que se fraguaba en la izquierda del partido y a lo que se podía esperar del partido en ese momento. Sabíamos que conseguir los avales era difícil, pero lo veíamos como una tarea que podíamos culminar con éxito auqnue fuera con enormes dificultades, como así fue, y lo veíamos así porque detectábamos que en el partido había un sector con la suficiente sensatez, la suficiente sensibilidad y el suficiente coraje como para hacer valer lo que mi candidatura podía representar. No era fácil, porque la cuestión de los avales es una cuestión que obliga al militante a pronunciarse públicamente, y eso en algunos contextos es, por decirlo finamente, incómodo, y hace que nosotros digamos que hay que suprimir ese proceso de avales e ir a otros procedimientos a la hora de arbitrar cómo se presentan las candidaturas en los procesos de primarias. Al final mi candidatura obtuvo un resultado bastante digno: el quince por ciento de los votos, y yo, mirándolo desde la distancia de un año, lo valoro aún más, si cabe, que en aquel momento en el sentido de que un determinado sector de la militancia mostró ese apoyo con unas expectativas de hacer valer lo que ese porcentaje podía significar en las dinámicas internas del partido y en sus organismos de debate y de decisión a las que el recorrido posterior ha ido poniendo enormes dificultades. La misma Izquierda Socialista como corriente atraviesa una crisis que todavía no se ha resuelto y que espero que pueda dejarse atrás.
Vistas en perspectiva aquellas primarias, ¿se arrepiente de haberse presentado en tanto su presencia facilitó la derrota de la candidatura de Eduardo Madina, que en apariencia se acercaba más a sus postulados que la de Pedro Sánchez?
Bueno, mi candidatura, aunque parezca una frase hecha, no era una candidatura contra nadie. Era una candidatura de unas determinadas posturas del partido. Por otra parte, había más cercanía entre Madina y Pedro Sánchez que entre cualquiera de ellos y lo que mi candidatura pudiera representar. Dicho sea de paso, ninguno de ellos se dirigió a mí para pactar una cosa distinta. Por lo tanto, hicimos el recorrido que hicimos y si salió Pedro Sánchez y no Madina como secretario general desde luego no fue por lo que hiciéramos en mi candidatura o por lo que mi candidatura con ese quince por ciento pudiera decantar en un sentido u otro.
Pedro Sánchez ganó aquellas primarias por la derecha, pero después ha tenido un discurso, si no de izquierdas, sí integrador. ¿Cómo valora estos meses de gestión de Sánchez?
Por una parte, como una gestión en un momento difícil. La tarea de reconstrucción del PSOE viniendo de donde veníamos no era fácil, y no sólo desde el punto de vista de las ideas sino también desde el punto de vista de la organización. Desde el punto de vista de las idas se ha avanzado en cuestiones importantes con propuestas valientes de fiscalidad, de defensa de nuevos derechos, etcétera. ¿Qué ocurre? Bueno, algunos piensan y yo pienso que en ciertas cuestiones hay que ir más allá y que hay ciertas cuestiones que se abordan con timidez o se quedan a medias. Pienso que hay que hablar sin miedo de un federalismo plurinacional, porque si no se nos queda a medias la propuesta de reforma de la Constitución. En otras cuestiones, por ejemplo en política europea, creo que hay que tener una posición mucho más clara y exigente respecto a lo que conocemos como Tratado de Libre Comercio. En otras cuestiones, como la crisis migratoria y de refugiados, es verdad que el partido ha tomado una postura valiente, pero hay que perfilarlas mucho más, igual que hay que perfilar mucho más todo lo relativo a la inseguridad que generan los atentados terroristas del llamado Estado Islámico. El partido socialista tiene que tomar posturas mucho más claras en ésas y otras cuestiones, porque son las que le pueden llevar a un apoyo mucho más decidido de la ciudadanía. Por otro lado, yo creo que el partido tiene una tarea notable en lo que respecta a algo que tiene que cumplir mucho mejor, que es todo lo que tiene que ver con la democracia interna y con los procedimientos que dictan nuestras normas y a los que muchas veces acabamos no siendo totalmente fieles. Hay cosas que se han resuelto de una determinada manera —por ejemplo la crisis abierta en el Partido Socialista de Madrid— que deja mucho que desear en cuanto al procedimiento. Los compañeros de Asturias también tendrán sus valoraciones al respecto de cómo funciona esa democracia interna en muchos casos [Los de los tres miembros de Gijón Socialista presentes en la entrevista se miran con una sonrisa maliciosa y asienten con la cabeza]. El partido es muy exigente a la hora de plantear que en todas las demás fuerzas políticas se hagan primarias, pero tiene, tenemos, que mejorar de forma sustancial cómo las hacemos nosotros.
Gran parte de su producción intelectual como filósofo se ha centrado en la crisis del pensamiento crítico en la posmodernidad. ¿Hay una crisis equivalente en el PSOE? ¿Hay en el PSOE un no tener claro cuál es su hueco, cuál es su identidad?
Sí, naturalmente llevando la reflexión a esos términos hay una crisis de la modernidad un poco lábil en sus parámetros y coordenadas y que se manifiesta en lo que se llama nihilismo cultural y en prácticas que desmienten la fe en el progreso que generalmente existía antes. Nuestra realidad ha cambiado muchísimo en este mundo globalizado en que los Estados-nación quedan reubicados y los gobiernos están sometidos a los poderes financieros. Eso nos hace pensar que hay que regenerar lo político desde nuevas claves y redefinir nociones que han sido referentes ineludibles, como la misma noción de soberanía. Eso requiere una reflexión a fondo que replantee las líneas de actuación política en lo que se refiere al Estado español. Estamos muy trabados por el concepto de soberanía que está recogido en la Constitución lo mismo que por un concepto de nación muy mitificado. Hay que redefinir el concepto de nación y hay que redefinir el mismo capitalismo, que no deja de ser un producto de la modernidad.
Otro de los temas sobre los que ha escrito es el diálogo intercultural. ¿Cómo debe ser abordado a su juicio el problema del yihadismo?
Primero, entendiendo que no es un problema nuevo, sino uno que se acentúa en estos momentos por lo que han significado los atentados de París, que golpean en el centro de Europa y además nos llaman la atención por el dolor que producen esas ciento treinta víctimas. También hay que entender que lo que hemos visto en París lo hemos visto en Túnez, en Mali o en Beirut estos últimos días y que ese problema lo apdecen también muchas poblaciones en Siria e Iraq. Hay que abordar ese terrorismo en lo que supone en el contexto actual de globalización. Es un terrorismo global y eso hace que hablar de guerra sea algo sumamente complejo, porque si se habla de guerra se debe hablar de una guerra totalmente distinta a la de épocas pasadas. Es verdad que desde el llamado Estado Islámico eso se plantea como una guerra, pero eso no implica que haya que dar a esa guerra declarada una respuesta al modo como se daban esas respuestas hace décadas. Una guerra total seguramente no sea la solución para atajar un terrorismo de estas características que entre otras cosas atenta en los países europeos con miembros que se han sumado al yihadismo no desde Siria u otros lugares sino desde la misma Francia o la misma Bélgica. Estamos hablando de una cuestión muy compleja que requiere políticas que contemplen a la vez medidas de seguridad y medidas de salvaguarda de las libertades. No debemos ver esas dos cuestiones como cuestiones antagónicas que nos metan en un dilema excluyente y no podemos dejar atrás nuestras libertades. Debemos mantener la seguridad profundizando nuestras libertades.
Repasemos algunas cuestiones candentes en el debate actual. ¿Es partidario de eliminar, de reformar o de dejar como está el Senado?
Sin duda, de reformarlo. Va con ello la propuesta de federalismo plurinacional que acabo de comentar hace unos momentos. Un Estado federal requiere una doble cámara: una de representación y una territorial, que es lo que debe ser el Senado aunque no se haya conseguido. La cuestión ahora es reorganizar el Senado para que esa representación territorial sea efectiva. Dar una respuesta a cómo tiene que ser el Senado será más fácil en tanto se clarifique todo lo relativo a quiénes son las entidades que constituyen la federación, pero lo que está claro es que hace falta un Senado en un Estado tan complejo como el español.
¿Hay que modificar la ley electoral?
Sí, sí, sí. Hay que cambiar la ley con cuestiones que tinen que ver desde con las circunscripciones hasta con la financiación de los partidos. Hay mucha tarea que hacer ahí. Ahora se comprueba cómo una de las más inminentes es la del voto rogado, donde es una calamidad lo que se está produciendo. Muchos ciudadanos en el exterior se ven muy impedidos para ejercer su derecho al voto con lo que dispone la legislación al respecto.
¿Cuál es su posición con respecto a la llamada prisión permanente revisable?
Mi posición es en contra, sumándome a las opiniones muy autorizadas que en ese sentido emiten varios autores desde el campo jurídico. Ése fue uno de los motivos que me llevaron, junto a otros muchos, a criticar el pacto antiyihadista que ahora que más partidos quieren sumársele está otra vez en boga. Un elemento fundamental que aparecía en la letra de aquel pacto era poder determinar cuestiones pendientes, entre ellas la cadena perpetua, que el partido socialista ya planteó en su momento que era una solución aberrante desde el punto de vista jurídico, puesto que colisiona con principios constitucionales a los cuales nos debemos, y además con muchos planteamientos teóricos y prácticos en torno a lo que un código penal debe hacer y resolver. Es una contradicción sostener un pacto —además, en aquel momento, sólo a dos— en que esa prisión permanente revisable aparece como una pieza fundamental.
Para terminar, pida el voto para el PSOE. ¿Por qué cree que debería o que podría interesarle al lector votar al partido socialista?
Yo creo que el partido socialista, con todas sus dificultades, sigue representando una fuerza importante, y yo diría que indispensable, en el panorama de la izquierda. La izquierda es hoy más plural que hace unos años, y eso hace que el voto al partido socialista deba ser un voto exigente y crítico y no un cheque en blanco, que conmine al propio partido socialista a ser capaz de arbitrar procedimientos para llegar a pactos y alianzas con otras fuerzas de izquierdas. Ningún ciudadano que hoy esté por votar al PSOE o pueda hacerlo está pensando ya en una mayoría absoluta del PSOE: tiene muy claro dónde está el juego situado en estos momentos. En este sentido, el PSOE debe hacer una lectura muy lúcida de la realidad respecto a qué significa el voto que llegue al partido socialista.
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