El efecto devastador que ha tenido la crisis sobre los salarios ha provocado un hecho singular. Los trabajadores en situación de retiro laboral -los pensionistas- cobran hoy en muchos casos bastante más que los trabajadores en activo. Lo acaba de poner de relieve la Agencia Tributaria a la luz del Impuesto sobre la Renta. En concreto, 2,3 millones de pensionistas declararon en 2014 unos ingresos superiores al salario medio, que ese año se situó en 18.420 euros.
El fenómeno es todavía más llamativo en el tramo de pensionistas con mayores rentas. Nada menos que 1,05 millones de pensionistas declaran al fisco unos ingresos (sin tener en cuenta otras fuentes de renta) equivalentes a cinco o más veces el salario mínimo que cada año establece el Gobierno por decreto (9.080,40 euros en 2015).
La cifra de ingresos de los pensionistas, sin embargo, es escasamente homogénea, toda vez que incluye pensiones muy bajas derivadas de circunstancias como la viudedad o la orfandad, que en realidad tienen un carácter asistencial, ya que se perciben independientemente de si se ha cotizado o no. Pero si se elimina este efecto y se tiene en cuenta solo la edad, que reduce ese sesgo, el resultado es, igualmente, singular. Nada menos que 6,22 millones de pensionistas (dos de cada tres) perciben una pensión media igual o superior a 16.363 euros el año.
No deja de ser significativo, igualmente, que algo más del 30% de los trabajadores, según la última Encuesta de Población Activa (EPA), tenga un salario inferior al ingreso medio de los pensionistas, lo que da idea de la profunda transformación que se está produciendo en la estructura social del país, toda vez que, por primera vez, la situación de retiro no lleva aparejada unos ingresos inferiores a lo que se percibiría en caso de que el beneficiario siguiera trabajando. Las estadísticas, en todo caso, recogen un efecto composición, toda vez que los nuevos salarios son más bajos que los ‘viejos’.
En sentido contrario, se está generalizando un fenómeno que se ha venido a denominar el de los trabajadores pobres, que se produce cuando el empleo no garantiza un mínimo de subsistencia. La última EPA estima, en concreto, que el 30% de los asalariados tiene unos ingresos inferiores a 1.221 euros al mes brutos (antes de pagar impuestos directos).
Una bomba de relojería
El efecto de esta evolución de los salarios es fundamental. No solo en términos del mercado laboral, también afecta de forma determinante a la financiación del sistema público de protección social. Y lo que dice la información de la Seguridad Social es que el llamado efecto sustitución -la diferencia entre la cuantía de las pensiones que causan baja respecto de las nuevas altas- continúa ensanchándose de forma radical. Con datos hasta el pasado 30 de junio, la cuantía media de las bajas (incluyendo todas las clases de pensiones) se situaba en 801 euros al mes. Sin embargo, la cuantía de las nuevas altas asciende ya a 1.042 euros mensuales.
La diferencia es todavía mayor si se tienen en cuenta únicamente las nuevas altas de jubilación reconocidas por la Seguridad Social. En conjunto, la pensión media de las altas en jubilación hasta junio de 2015 es de 1.350,11, equivalente a 18.901,57 euros al año, lo que supone un 3,4% más que en el mismo periodo de 2014. Los salarios en convenio, por el contrario, están subiendo apenas el 0,7%.
No se trata de un fenómeno nuevo. Como recuerda la Seguridad Social, entre el primer trimestre de 2005 y el de 2015, el coste salarial ordinario por trabajador (encuesta trimestral de Coste Laboral del INE que solo incluye los sectores construcción, industria y servicios) creció un 22,2%, mientras que la pensión media de las nuevas jubilaciones aumentó el 46%, como consecuencia de que las bases reguladoras son más elevadas.
Esto significa que, mientras en 2005 la pensión media de las altas de jubilación representaba el 73,5% del coste salarial ordinario por trabajador (excluidos los pagos a la Seguridad Social por cuenta del trabajador), en 2015 ese porcentaje alcanza ya el 88%. Es decir, de continuar la misma progresión, lo que parece evidente, es muy probable que dentro de pocos años la pensión media de las nuevas altas -excluidos los pagos por cotizaciones sociales- sea superior al coste salarial por trabajador (sin incluir indemnizaciones).
Hay que tener en cuenta que las nuevas pensiones pertenecen en mayor proporción a asalariados cuya base reguladora responde a los salarios de los últimos años de actividad, con cuantías más elevadas que la de los pensionistas existentes. De ahí el fuerte desequilibrio del sistema, además de la pérdida de empleo.
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