Asturias es el lugar del mundo con menos natalidad junto a Singapur, Madeira y Macao
Los expertos critican la falta de políticas públicas destinadas a cortar la sangría demográfica
Oviedo 03/07/2016 05:00
Las últimas estadísticas hablan con
claridad. Sólo hay, según la CIA World Factbook, tres lugares en el
mundo con peores tasas de natalidad que la asturiana: Singapur, Macao y
Madeira. La media de hijos por mujer se sitúa en Asturias en 0,99: la
menor tasa de España y menos de la mitad de los 2 hijos que constituyen
la tasa de reposición, esto es, aquélla que garantiza que la población
de un territorio no decrezca. La asturiana no deja de hacerlo y bordea
ya en su declive, según el censo a 1 de enero de 2016, el abismo
psicológico del millón de habitantes: Asturias no tenía tan pocos
habitantes desde finales de los años sesenta, cuando se superó por
primera vez ese millón que ahora está a punto de volver a franquearse
hacia abajo.
El declive empezó con la desindustrialización de los años ochenta. Hubo un breve momento de repunte con la bonanza económica de los años 2000, que atrajo a la región una nutrida inmigración sudamericana y africana que, según explica Fermín Rodríguez, presidente del Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial de la Universidad de Oviedo (CeCodet), «tapaba u ocultaba el déficit demográfico equilibrándolo e incluso revirtiéndolo con las tasas de fertilidad y de natalidad más altas propias de algunos grupos de inmigrantes». Ello se sumó, a la hora de acrecer la población asturiana, al regreso de muchos asturianos de la diáspora: aquéllos emigrados a Bélgica, Alemania, Francia o Suiza en los años finales del franquismo y que al jubilarse decidían volver a su región natal. La situación actual no es ya de bonanza, sino de crisis, y ello motiva que nadie quiera venir a trabajar aquí y que esos asturianos de la diáspora no puedan permitirse regresar comprando una vivienda en Asturias.
Según el sociólogo Jacobo Blanco se da, además, un «efecto acumulativo» consistente en que ya en los ochenta nacieron pocos niños, y en que esa generación que actualmente ronda la treintena y es, por lo tanto, la que está en edad de tener hijos sea aquí más pequeña que en otros lugares. Nacen menos niños también porque hay menos madres, a lo cual se añade que las mujeres asturianas tienen hijos a una edad especialmente tardía, en torno a los 31 años, lo cual les impide tener más de dos hijos. Por otro lado, que los jóvenes asturianos emigren a su vez buscando en Madrid, Barcelona o Londres las oportunidades que aquí no tienen ?«En Asturias sale más gente de la que entra», cuenta Blanco? hace que, si esos asturianos jóvenes tienen hijos, éstos no computen en el censo asturiano, sino en el madrileño, barcelonés o londinense.
«España, Asturias, no tiene viejos pobres, y sin embargo tiene niños pobres, porque no tiene políticas públicas potentes de infancia y vivienda», explica Blanco, que advierte además sobre una evidencia: la de que, de continuar las presentes tendencias, la sostenibilidad del Estado del bienestar quedará muy comprometida dentro de unos años. «En Asturias deberíamos tener unas 550.000 personas trabajando y lo que tenemos son unos 300.000 trabajadores y 570.000 personas viviendo del Estado entre 400.000 jubilados, 90.000 parados y 80.000 trabajadores públicos», advierte.
En opinión de Blanco, además, una población envejecida es una población más conservadora, menos críticas y con menos nuevas ideas, y eso dificulta que se ideen las soluciones creativas que podrían adoptarse para revertir la sangría demográfica. «La asturiana es una sociedad de viejos desalentada para luchar por proyectos de futuro», opina Fermín Rodriguez. En la misma línea, Blanco advierte de que «Asturias tiene unos paradigmas de gestión ideológicos propios de hace cuarenta o cincuenta años», añadiendo que «el consumo tampoco es muy elevado, porque los viejos consumen menos que los jóvenes». Las crisis son aquí más largas, porque la reactivación motivada por el consumo tarda más en llegar.
Blanco y Rodríguez coinciden en reclamar una urgente toma de medidas urgente para revertir esta sangría. «Necesitamos», subraya Rodríguez, «políticas sabias y eficaces de atracción de jóvenes inmigrantes productivos y con talento y de favorecer la maternidad, de apoyar a las familias para que puedan conciliar, de hacer atractiva Asturias para la inversión y sobre todo un debate público general que se tome en serio esta cuestión y en el que se tenga en cuenta que estas cosas no se solucionan de un día para otro, que no hay reacciones inmediatas y que hay que tener continuidad en las políticas».
El declive empezó con la desindustrialización de los años ochenta. Hubo un breve momento de repunte con la bonanza económica de los años 2000, que atrajo a la región una nutrida inmigración sudamericana y africana que, según explica Fermín Rodríguez, presidente del Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial de la Universidad de Oviedo (CeCodet), «tapaba u ocultaba el déficit demográfico equilibrándolo e incluso revirtiéndolo con las tasas de fertilidad y de natalidad más altas propias de algunos grupos de inmigrantes». Ello se sumó, a la hora de acrecer la población asturiana, al regreso de muchos asturianos de la diáspora: aquéllos emigrados a Bélgica, Alemania, Francia o Suiza en los años finales del franquismo y que al jubilarse decidían volver a su región natal. La situación actual no es ya de bonanza, sino de crisis, y ello motiva que nadie quiera venir a trabajar aquí y que esos asturianos de la diáspora no puedan permitirse regresar comprando una vivienda en Asturias.
Según el sociólogo Jacobo Blanco se da, además, un «efecto acumulativo» consistente en que ya en los ochenta nacieron pocos niños, y en que esa generación que actualmente ronda la treintena y es, por lo tanto, la que está en edad de tener hijos sea aquí más pequeña que en otros lugares. Nacen menos niños también porque hay menos madres, a lo cual se añade que las mujeres asturianas tienen hijos a una edad especialmente tardía, en torno a los 31 años, lo cual les impide tener más de dos hijos. Por otro lado, que los jóvenes asturianos emigren a su vez buscando en Madrid, Barcelona o Londres las oportunidades que aquí no tienen ?«En Asturias sale más gente de la que entra», cuenta Blanco? hace que, si esos asturianos jóvenes tienen hijos, éstos no computen en el censo asturiano, sino en el madrileño, barcelonés o londinense.
Una población envejecida
Debido a los pocos nacimientos y a las muchas emigraciones, la
asturiana es una sociedad muy envejecida, algo a lo que también
contribuye un buen sistema de salud. «En Japón se venden más pañales
para adultos que para niños, y en Asturias pasa lo mismo», ilustra
gráficamente Blanco, que también explica de qué maneras eso abona aún
más el problema demográfico asturiano. El Estado del bienestar, cuenta,
cuesta a los españoles tanto como el sueco: un 26% del PIB, pero está
consagrado casi en exclusiva a pagar pensiones de jubilación, subsidios
de desempleo y sanidad, quedando descuidadas en consecuencia, por falta
de recursos, las políticas públicas de fomento de la natalidad que en
otros países europeos, como Francia o Irlanda, han permitido revertir
una situación que hace varios años no era muy diferente de la asturiana.
La tasa de fertilidad francesa, la más alta de Europa, se sitúa en 2,08
hijos por mujer, una cifra actualmente quimérica en Asturias, y ello es
así gracias a años de políticas como facilidades a las parejas jóvenes
para alquilar mediante precios sociales, rebaja de cotizaciones a las
madres trabajadoras, ayudas para parejas con niños sin derecho a cobrar
el paro y aportaciones por hijos nacidos o adoptados de 900 euros por
parto y 180 al mes.«España, Asturias, no tiene viejos pobres, y sin embargo tiene niños pobres, porque no tiene políticas públicas potentes de infancia y vivienda», explica Blanco, que advierte además sobre una evidencia: la de que, de continuar las presentes tendencias, la sostenibilidad del Estado del bienestar quedará muy comprometida dentro de unos años. «En Asturias deberíamos tener unas 550.000 personas trabajando y lo que tenemos son unos 300.000 trabajadores y 570.000 personas viviendo del Estado entre 400.000 jubilados, 90.000 parados y 80.000 trabajadores públicos», advierte.
En opinión de Blanco, además, una población envejecida es una población más conservadora, menos críticas y con menos nuevas ideas, y eso dificulta que se ideen las soluciones creativas que podrían adoptarse para revertir la sangría demográfica. «La asturiana es una sociedad de viejos desalentada para luchar por proyectos de futuro», opina Fermín Rodriguez. En la misma línea, Blanco advierte de que «Asturias tiene unos paradigmas de gestión ideológicos propios de hace cuarenta o cincuenta años», añadiendo que «el consumo tampoco es muy elevado, porque los viejos consumen menos que los jóvenes». Las crisis son aquí más largas, porque la reactivación motivada por el consumo tarda más en llegar.
Blanco y Rodríguez coinciden en reclamar una urgente toma de medidas urgente para revertir esta sangría. «Necesitamos», subraya Rodríguez, «políticas sabias y eficaces de atracción de jóvenes inmigrantes productivos y con talento y de favorecer la maternidad, de apoyar a las familias para que puedan conciliar, de hacer atractiva Asturias para la inversión y sobre todo un debate público general que se tome en serio esta cuestión y en el que se tenga en cuenta que estas cosas no se solucionan de un día para otro, que no hay reacciones inmediatas y que hay que tener continuidad en las políticas».
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