El PSOE ha perdido la capacidad de seducir. A los jóvenes, a las demediadas clases medias y a los urbanitas, a los motores de las sociedades modernas. Pero, sobre todo, a los jóvenes. Los hijos de la izquierda que nos gobernó durante décadas y asistió perpleja al nacimiento 15-M bajo sus barbas están hoy en Unidos Podemos. Hasta su líder, Pablo Iglesias, aunque su padre es de Izquierda Unida, evoca con frecuencia que a su abuelo lo fusilaron por socialista.
El PSOE ha perdido la capacidad de seducción que tuvo en los años setenta y ochenta y ya no atrae más que a quienes no han conocido otra forma de política
Ramón Espinar Merino, estrella emergente de Podemos, con permiso de Pablo Iglesias, es hijo de Ramón Espinar Gallego, que fue alcalde de Leganés, presidente de la Asamblea de Madrid y consejero de Cultura y de Hacienda del Gobierno regional de Joaquín Leguina.
Íñigo Errejón, número dos de la formación morada, es hijo de José Antonio Errejón Villacieros, con una larga trayectoria profesional en puestos relevantes de la administración, con UCD, PSOE y PP, desde que en 1981 fue nombrado subdirector general de Medio Ambiente en el entonces llamado Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo. Una tía suya fue asesora de José Luis Rodríguez Zapatero.
Pablo Bustinduy Amador, responsable de Relaciones Internacionales de Podemos, es hijo de Ángeles Amador, que fue ministra de Sanidad con Felipe González y, posteriormente, miembro del consejo de administración de Red Eléctrica Española.
Jorge Lago, responsable de Cultura y Formación, que saltó a la fama al declararse el diputado más rico de Podemos, tiene también vínculos familiares con el PSOE.
La lista de podemistas hijos de padres socialistas o con antecedentes familiares en las filas del PSOE podría seguir estirándose. Hay tras este hecho una lógica de rebeldía generacional, pero también había rebeldía en las generaciones que los precedieron y, sin embargo, el PSOE mengua hasta en su afiliados porque, en contra de lo que era una tradición histórica, el nexo hereditario de la militancia se ha roto y no se renueva, con las Juventudes Socialistas convertidas en una anquilosada escuela de tretas orgánicas.
Podría ser tan solo un puñado de coincidencias. Pero si se observa el estudio postelectoral del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) realizado tras los comicios generales de junio, se confirma el agujero negro que tiene el PSOE entre los jóvenes.
El recuerdo de voto al PSOE es inferior al del PP y Unidos Podemos entre los jóvenes de 18 a 34 años
El recuerdo de voto al PSOE es de tan solo 10,5% entre los jóvenes de 18 a 24 años, por detrás de Unidos Podemos y el PP; del 11,1% entre los de 25 a 34 años, también por detrás de Unidos Podemos y PP. Los socialistas solo empiezan a remontar en la franja de 35 a 44 años, cuando se encaraman a la primera posición por delante de PP, aunque por solo nueve décimas, y de Unidos Podemos. Obtiene su mejor cuota en la franja de 55 a 64 años, los últimos que pudieron votar la Constitución de 1978, entre los que cosecha hasta el 25,1%.
Los encuestados de edades comprendidas entre los 18 y los 44 años superan porcentajes del 90% en acceso a internet durante los tres últimos meses; y, en esa misma franja de edad, porcentajes que superan el 80% tiene cuenta en redes sociales. Viven en un presente en el que el futuro ha dejado de ser sinónimo de mejora y el PSOE no les ofrece esperanza. Cuando no hay esperanza, solo queda la rebeldía.
Otro dato significativo. Cuando el CIS pregunta por la principal razón para votar a un determinado partido político, la mayoría responde: “Porque es el que mejor representa las ideas de la gente como yo”.
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