¿Los deberes de Saracho en Popular?: Pilotar la fusión
José M.Camarero
Los principales accionistas del Banco Popular han dado carpetazo a la década capitaneada por Ángel Ron en la presidencia de la entidad tras el descalabro bursátil que han sufrido sus participaciones en los últimos meses, relevadas a la mínima esencia de lo que valían a principios de año. Le sustituirá en el cargo Emilio Saracho, uno de los vicepresidentes mundiales de JP Morgan, con experiencia en la banca de inversión.
La abrupta salida comunicada este jueves por el consejo de la corporación a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) es el resultado de semanas de movimientos en el seno de Popular ante la disconformidad de accionistas de referencia, como la familia mexicana Del Valle -con un 4,2% del capital-, la entidad Credit Mutuel-4%-, el fondo BlackRock -4,4%- o la aseguradora Allianz-3,4%-. Todos habían visto cómo su inversión se había diluido desde cualquier punto de vista: los títulos del Popular han caído un 70% desde principios de año; un 17% en los dos últimos meses; y hasta un 20% en noviembre. Ante estas minusvalías «es lógico que hubiera descontento entre los miembros del consejo», explica Ignacio Cantos, de ATL Capital. La reacción que los mercados tuvieron este jueves también demuestra la necesidad del cambio. Las acciones de Popular repuntaron un 13,6%, acercándose al euro.
El traspaso de poderes, que incluye la creación de una vicepresidencia por asignar, no se formalizará hasta que lo apruebe la junta de accionistas que tendrá lugar en el primer trimestre de 2017, como anoche anunció la firma. Hasta entonces, Ron seguirá al frente del grupo.
El malestar interno del Popular se ha resuelto con el aterrizaje de un profesional completamente ajeno a las estructuras del banco, algo inusual en la tradición del grupo, cuya cúpula se ha formado siempre en la cantera. Emilio Saracho llevaba 20 años residiendo en Londres, donde ejercía como uno de los tres máximos responsables de la firma de inversión para la que trabajaba, donde compaginaba su cargo con el de consejero de Inditex e IAG. Antes, hasta 1998, había desarrollado su carrera en Santander y Goldman Sachs.
En pérdidas a finales de año
Del nuevo presidente se espera que reflote a la entidad ante una de las crisis más graves por las que ha pasado en su historia. Emilio Saracho se encuentra un banco que no ha salido de un problema para embarcarse en otro desde principios de año. Después de resolver su enésima ampliación de capital -2.500 millones en junio-, unas semanas después sorprendió con la sustitución de su consejero delegado, Francisco Gómez, por Pedro Larena.
Con el transcurso de los meses, las cuentas del banco han hecho aguas. Hasta septiembre, registró un beneficio de 94 millones, un 66% menos que en el mismo periodo de 2015. Entonces ya contabilizaba 1.000 millones en provisiones. Pero en este tramo final del año, la entidad había asumido que debería realizar dotaciones por otros 4.700 millones. Y anticipaba que terminaría el ejercicio en pérdidas. A estos frágiles se resultados se unió un ERE por el que despedirá 2.600 empleados. Y para rematar, se ha comprometido a desprenderse de 15.000 millones en activos inmobiliarios hasta 2018.
Buscar ayuda externa
En el fondo de toda esta operación corporativa subyace la necesidad que algunos de los grandes accionistas del banco han visto en los últimos meses de integrar al Popular en otro grupo financiero español. Esa es la tarea que ahora tiene por delante Emilio Saracho.
Los propietarios de la entidad han valorado su habilidad, contactos y experiencia en el mercado de capitales para favorecer una operación corporativa de calado. «Ahora se abren más las posibilidades de una fusión porque el anterior presidente constituía un obstáculo», indica Javier Bernat, de GVC Gaesco Beka.
Los deberes del nuevo presidente pasan por realizar una auditoría; evaluar su solvencia, porque algunas fuentes no descartan que Popular necesitara una dotación adicional de capital de hasta 3.000 millones; y redefinir el plan estratégico en cuanto a la segregación de los activos tóxicos inmobiliarios.
El proyecto por el que Popular tiene previsto colocar 6.000 millones en propiedades que están lastrando sus cuentas, es el gran reto de Emilio Saracho. «El valor de esta segregación podría ser incluso mayor», apunta Javier Bernat. En el sector apuntan que esa venta sería el paso necesario para después afrontar cualquier operación con otra entidad.
Santander, BBVA y Caixabank, los únicos que podrían comprarlo
Si el Popular no consigue seguir en solitario, en España sólo hay tres bancos que tiene el músculo suficiente para absorberlo: Santander, BBVA y Caixabank. Comprar el Popular, al valor que tiene en Bolsa ahora mismo, costaría alrededor de 4.000 millones de euros. Cualquiera de ellos podría realizar una ampliación de capital con la que realizar la operación. De los tres, la mayoría delos analistas consultados se decanta por el Santander, el único banco que no ha realizado compra alguna durante la crisis (sólo absorbió Banesto, que ya era del grupo).
Además, su actividad en España ha perdido peso en el resultado consolidado y el negocio de pymes del Popular le complementaría y reforzaría. El negocio de pymes del Popular es lo que todas las entidades valoran: con una cuota del mercado del 17% es el gran competidor en este segmento y lo que le da rentabilidad. De hecho, seis de cada diez euros del nuevo negocio crediticio proviene de este segmento de clientes y gracias a su implantación estratégica sigue mejorando en la contratación de productos como las cuentas de crédito. El banco, sin el lastre inmobiliario, tiene un beneficio de 1.000 millones de euros.
En el caso del BBVA, su presidente, Francisco González, ya le había echado el ojo cuando presidía Argentaria. Los acercamientos que ha tenido la entidad al Popular se han zanjado en todas las ocasiones con un portazo por parte de Ron. Ahora, podría constituirse en uno de los candidatos a comprar, aunque los analistas recuerdan que BBVA ya ha adquirido durante la crisis varias cajas de ahorros y, por tanto, habría 'cumplido' su compromiso para evitar la quiebra del sistema. El grupo se encuentra pendiente de analizar las repercusiones de la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, donde tiene parte de su negocio bancario, así como de la situación que se vive en otra de las economías en las que se encuentra presente, la de la convulsa Turquía.
Tanto Santander como BBVA acudieron a la última ampliación del Popular al asegurar la colocación de 320.000 acciones, lo que, en junio, suponía un respaldo de 576 millones, si la operación no se completaba con éxito, algo que no ocurrió.
También tendría opciones CaixaBank, aunque en este caso la complementariedad geográfica juega un papel esencial para comprender la viabilidad de esta operación. La Caixa tiene una elevada implantación en zonas donde el Popular también cuenta con una presencia importante. Además, dispone demás de 5.000 oficinas -la mayor red de toda España- y se encuentra inmersa en un proceso de reducción de márgenes por los bajos tipos de interés y la integración del luso BPI.
Aguantar sin ayuda
La pregunta que se hacen muchos analistas es si más allá de este banco, o Santander o BBVA, algún otro grupo financiero tiene capacidad para asumir a una entidad con las estructuras como las del Banco Popular. «Su estructura de costes es totalmente desproporcionada», recuerda Rodrigo García, de XTB. En cualquiera de los tres casos, lo que les otorgaría Popular sería la primera posición en el ranking del mercado por activos disponibles: Santander confirmaría su liderazgo dejando muy atrás a la competencia; BBVA ascendería al liderato deseado; y CaixaBank pasaría de ostentar el bronce a hacerse con el oro.
Más lejana parece ahora la posibilidad de que el Popular se uniera a Sabadell. Fue una opción que la cúpula de la entidad de origen catalán estudió en su momento, pero que se descartó, a pesar de la idoneidad de la integración de ambas estructuras desde el punto de vista geográfico y de negocio. Ante la incertidumbre que se cierne sobre el banco, el ministro de Economía, Luis de Guindos, afirmó este jueves que ni el Gobierno ni los supervisores tienen dudas sobre la «solvencia» de la entidad financiera.
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