La recuperación de la economía portuguesa en los tres últimos años ha sido tan espectacular que muchos lo han calificado como el 'milagro portugués'. El crecimiento del PIB ha venido acompañado de una gran reducción de la tasa de paro, un ajuste de las cuentas públicas y un superávit por cuenta corriente que mejoran notablemente el horizonte para el país. Esta mejora ha permitido a Portugal salir del 'bono basura'(solo lo sigue siendo para Moody's) y su prima de riesgo cotiza ya por debajo de los 150 puntos básicos.
Por si fuera poco, el crecimiento en Portugal está siendo inclusivo, con más y mejores salarios para los trabajadores, lo que ha servido para mejorar la situación de las familias y estimular el consumo. La subida de los salarios es una situación anómala en los países europeos más castigados por la crisis, lo que ha provocado un aluvión de elogios hacia el Gobierno de António Costa. Sin embargo, pocos han mirado el 'reverso' de los salarios, que es la productividad, indicador que es clave para cualquier país y más si está dentro del euro.
Portugal lleva un año un año y medio deteriorando sus niveles de productividad real del trabajo, lo que refleja que los nuevos empleos que se crean son de poco valor añadido. Una situación que recuerda a la que vivió el país durante la década de los dos mil y que evidencia que la recuperación es cíclica. Los problemas estructurales siguen latentes y no se han abordado pese a la mejora de algunos indicadores.
Esto significa que el país puede seguir creciendo mientras siga por debajo de su PIB potencial ('output gap'), pero difícilmente puede mejorar su horizonte de largo plazo. En otras palabras, Portugal crece porque pone a producir sus recursos ociosos: la tasa de paro está por encima del nivel estructural y queda exceso de capacidad instalada. Cada parado que pasa a trabajar, empieza a sumar al PIB, pero cuando esté en una situación de desempleo estructural, necesitará que cada trabajador aporte más, algo que hoy no ocurre.
Según los datos de Eurostat, Portugal suma ya cinco trimestres consecutivos con caídas de su productividad por trabajador. En el último año su productividad por trabajador se ha reducido un 0,6%, el peor dato de toda la eurozona con la excepción de Grecia, donde cayó un 0,7%. En los últimos doce meses (hasta septiembre), la productividad solo ha caído en tres países de la eurozona: Grecia, Portugal e Italia, lo que no deja a la economía lusa en muy buen lugar. Por el contrario, el conjunto de la eurozona ha elevado su productividad un 0,6% en este período.
En el último año la productividad real por hora de Portugal ha caído un 1,8%, el peor dato de todos los países de la la eurozona
Los datos son peores si se tiene en cuenta la productividad por hora trabajada, lo que refleja jornadas más largas para los trabajadores, pero que aportan poco valor a la economía. En el último año la productividad por hora de Portugal ha caído un 1,8%, el peor dato de toda la eurozona. En el conjunto de países del euro, la productividad aumentó en este período un 0,8%. En definitiva, que el crecimiento extensivo de Portugal se aleja cada vez más del crecimiento intensivo del resto del continente.
La caída de la productividad de su economía coincide en el tiempo con un aumento de los costes laborales. Dos factores que, unidos, hacen que el país pierda la competitividad que recuperó por la crisis. Esta pérdida de competitividad se produce en un momento en el que la economía todavía no ha alcanzado su punto de equilibrio, lo que generará tensiones al crecimiento en los próximos años.
Los costes laborales unitarios por hora trabajada subieron en el último año en Portugal un 1,3%, por encima de la media de la zona euro, donde avanzaron un 1%. De hecho, los costes laborales en Portugal crecen a ritmos que solo tienen los países que más ganancias de productividad están consiguiendo, como son los del este: Eslovenia, Eslovaquia y los bálticos.
Causa y consecuencia
La salida de la crisis de España está siendo diferente a la de Portugal. La recuperación del empleo también ha sido intensa, pero las condiciones han sido peores (en comparación con el resto de empleados del país). De hecho, España empezó antes la recuperación y aún así no ha experimentado subidas de salarios como las de Portugal. Según los datos de Eurostat, el coste salarial por hora trabajada ha subido en España en el último año un 0,1%, mientras que en Portugal ha crecido un 1,3%. En los tres últimos años, el salario por hora de Portugal ha aumentado un 2,1% mientras que en España apenas ha crecido un 0,3%.
Sin duda, la subida de salarios de Portugal es una noticia mucho mejor que la congelación que ha vivido España. Pero es importante mirar el reverso de la moneda: la productividad en Portugal por hora de trabajo ha caído un 1,8%, mientras que en España ha subido un 1,2%. La diferencia es significativa y muestra hasta qué punto el crecimiento de los dos países es sostenible en el tiempo con las tendencias actuales. Cualquier subida de salarios que no vaya precedida de un aumento de la productividad condena al país a perder competitividad, con todos los problemas que eso genera. Más todavía en una unión monetaria en la que no hay posibilidad de devaluar la divisa.
Esto no significa que la congelación de los salarios sea positiva para una economía, de hecho, no lo es. Los aumentos de la productividad de una economía tienen que verse reflejados en mejoras salariales, tanto para redistribuir la renta, como para aumentar la demanda interna. El problema es cuando la subida de salarios es previa a la ganancia de productividad.
En España, el Gobierno ha centrado sus esfuerzos en el “objetivo prioritario”, que era crear empleo, dejando en un segundo plano la calidad de los nuevos puestos de trabajo. En Portugal ha habido un esfuerzo para mejorar los salarios, como por ejemplo ha ocurrido con el Salario Mínimo Interprofesional. En los tres últimos años, el SMI ha subido en Portugal un 15% y en España, un 10% y eso ha sido solo en el último año, cuando la recuperación estaba más afianzada. Desde que estalló la crisis, el salario mínimo en España ha aumentado un 24% y en Portugal un 38%, el doble.
El problema de Portugal no son los salarios, es la inversión. Su economía, como la española, se hundió a partir de 2008 y ahora está recuperando el terreno perdido, que es la parte más sencilla del camino. El problema empieza cuando la economía alcanza otra vez su equilibrio y tiene que elevar su PIB potencial para seguir creciendo sin generar desequilibrios. Para lograrlo, es imprescindible la inversión empresarial, que consiga elevar la productividad de cada trabajador.
La inversión empresarial en Portugal apenas alcanza el 16% del PIB, el tercer peor dato del euro, solo mejor que Chipre y Grecia
Aquí es donde se complican los datos en Portugal, ya que los problemas estructurales vuelven a repetirse ahora y la autocomplacencia impedirá que se aborden. Portugal es el país de la eurozona con menor inversión en Formación de Capital Fijo, esto es, en equipos y maquinaria para que las empresas produzcan. Como es evidente, cuantos más medios tengan los trabajadores, más productivos serán, por lo que la inversión es fundamental.
Según los datos de Eurostat, en el tercer trimestre del año la inversión en capital fijo de las empresas se contrajo hasta suponer el 16% de su PIB. Solo hay dos países del euro con cifras de inversión más pobres: Grecia y Chipre. El nivel de inversión en el conjunto de la eurozona es del 20,7% del PIB y en España se sitúa en el 20,5%. Un país que crece con niveles muy bajos de inversión y que combina caída de la productividad con subida de salarios, difícilmente puede ser un ejemplo para nadie. Tampoco para España.
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