Sólo hay una cosa clara. Casi obvia. El cuerpo electoral catalán -ese 81,94% que ayer fue a votar con el 99,89% escrutado- está partido en dos mitades casi perfectas. Los partidos que apoyaron la aplicación del artículo 155 -C’s, PSC-PSOE y PP- lograron este 21-D un total de 1.889.176 votos, lo que supone 280.336 más que en 2015.
Los partidos que aprobaron la Declaración Unilateral de Independencia -JUNTSxCAT, ERC y la CUP-, por su parte, obtuvieron 2.063.361 votos, lo que representa 96.853 más que hace algo más de dos años. Es decir, una diferencia de apenas 174.185 papeletas entre ambos bloques sobre un censo electoral de más de 5,5 millones. Por lo tanto, una distancia de apenas el 3% de los votos. A destacar que esos 2.063.361 votos secesionistas son prácticamente los mismos (2.044.038) que, según la Generalitat, participaron en el referéndum ilegal del 1-0.
Habida cuenta de que en estas elecciones han votado algo más de 191.000 electores que en los anteriores comicios, eso quiere decir que el grueso de los nuevos votantes (el aumento de la participación) se ha repartido casi al 50% entre ambos bloques. O lo que es lo mismo, ha habido una gran movilización también de los independentistas, que no sólo han mantenido posiciones, sino que, además, han ganado casi cien mil votos, lo que les ha permitido sumar 70 de los 135 escaños del parlament.
Ambos bloques, que suman más del 90% del electorado, también se han beneficiado del fuerte descenso de los partidos situados en los extremos ideológicos de Cataluña: Partido Popular (PP) y la CUP, cuyos votos han caído prácticamente a la mitad, lo que sugiere una polarización del voto que ha sido capitalizada por Ciudadanos, en el caso del bloque constitucionalista, y probablemente muy repartido entre los partidos de Puigdemont y Junqueras, aunque esto nunca se sabrá porque en 2015 ambas formaciones acudieron en coalición.
El crecimiento de Arrimadas en Barcelona lo ha hecho, fundamentalmente, a costa del PP, que ha perdido la mitad del respaldo popular
A destacar el caso del PSC, que había diseñado una candidatura más transversal incorporando a dirigentes de la antigua Unió de Durán i Lleida. No parece que haya triunfado con rotundidad. La vieja Unió obtuvo en 2015, un total de 103.293 votos, pero el PSC sólo ha subido en 77.109 votos, pero hay que tener en cuenta, que la participación también se ha incrementado en siete puntos, lo que sugiere que la estrategia de Iceta (capturar el voto nacionalista moderado) no ha dado los resultados previstos.
Feudo tradicional
Entre otras cosas, porque Ciudadanos se ha hecho hegemónico en feudos tradicionales de la izquierda. En particular, la provincia de Barcelona, donde no sólo ha obtenido los mejores resultados de su historia, sino que, además, ha dejado muy atrás al resto.
El partido de Arrimadas, de hecho, ha obtenido 24 de sus 37 diputados en disputa en esa circunscripción, aunque el número hubiese sido mayor en otras provincias catalanas si la ley electoral no sobrerrepresentara a Girona, Tarragona y Lleida.
Precisamente, el reparto de escaños de acuerdo a la legislación electoral es lo que explica que el partido de Puigdemont haya obtenido dos diputados más que el de Junqueras, ya que en votos la diferencia ha sido de apenas 11.195, aunque en este caso el interés político hubiera sido simbólico. Hubiera sido la primera vez que ERC gana en votos a vieja CiU de Pujol.
El crecimiento de Arrimadas en Barcelona lo ha hecho, fundamentalmente, a costa del PP, que ha perdido la mitad del respaldo popular, pero también de los comunes de la alcaldesa Colau, que han perdido más de 50.000 votos en la provincia más poblada y con mayor voto obrero. Y ello, pese al aumento de la participación. Es decir, que C’s ha recogido votos de caso todo el arco parlamentario: PP, PSC y los comunes (con base electoral en el viejo PSUC).
Los partidos constitucionalistas, en todo caso, siguen obteniendo sus peores resultados fuera de las provincias de Barcelona y Tarragona
La candidatura de Colau, de hecho, se ha situado como la quinta fuerzaen Barcelona ciudad, con apenas el 9,3% de los sufragios, lo que complica las probabilidades de ser reelegida. Aunque peor lo tiene el PP, que se ha convertido en irrelevante en la capital catalana con apenas 46.044 votos, el 5% de las papeletas. El voto en Barcelona capital, en todo caso, está muy repartido. Ninguna candidatura ha obtenido más del 23,94% de los votos (C’s). El partido de Rivera ha obtenido sus mejores resultados en Nou Barris (31,24% de las papeletas).
CUP y PP compartirán grupo mixto
El caso más singular, en todo caso, es el del PP, toda vez que sus tres diputados los ha obtenido en Barcelona y ninguno en las otras tres provincias catalanas, donde no ha pasado del 5%. La paradoja es que, al no haber llegado a los cinco diputados en el conjunto de Cataluña, tendrá que compartir grupo mixto en el parlamento con la CUP. El candidato del Partido Popular, Xavier García Albiol, incluso, ha sufrido una derrota ciertamente humillante en Badalona, donde fue alcalde. Allí el PP ha sido relegado hasta la sexta posición, con C’s como gran beneficiado por su hundimiento.
Y es que el partido de Rivera se ha hecho fuerte en el antiguo cinturón rojo del área metropolitana de Barcelona con gran peso de castellano-parlantes. En municipios como Hospitalet (la segunda ciudad de Cataluña), Badalona, Mataró o Cornellá ha logrado más de 33% de los votos, ocho puntos más que en el conjunto de la comunidad. Esto sugiere que la izquierda ha dejado de ser hegemónica en zonas de inmigrantes. Y ese espacio lo ha ocupado Arrimadas con un discurso muy enfrentado al nacionalismo, al contrario del que han esgrimido tanto el PSC como Podemos, que han buscado la transversalidad con mensajes más templados.
Los partidos constitucionalistas, en todo caso, siguen obteniendo sus peores resultados fuera de las provincias de Barcelona y Tarragona. Ciudadanos apenas ha llegado al 20% en Girona y al 17% en Lleida, si bien en Tarragona ha subido con fuerza hasta convertirse en la primera fuerza política, sin duda por el desplome del PP, que se ha convertido en un partido marginal en tres de las cuatro circunscripciones catalanas. Precisamente, donde cuesta menos votos obtener un diputado. En la comarca del Tarragonés, el partido de Rivera ha obtenido sus mejores resultados, un 35,87% de los votos, diez puntos más que en el conjunto de Cataluña.
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