Si alguien pensó que sería una manifestación blanda, sin tambores, petardos o bengalas, sin incorrecciones políticas o ácidas críticas externas e internas, se equivocó de cabo a rabo. La de ayer fue una atronadora protesta que hizo temblar los cimientos de Gijón. Una multitudinaria manifestación –las convocantes cifraron la asistencia en 20.000 personas– que cuando llegó a su destino, en la plaza del Marqués, aún sumaba cientos de participantes esperando su turno de salida en la del Humedal. Y, por el medio, carteles anónimos y pancartas llenas de siglas, carricoches con niños y carritos sin compra, velos y pelucas, chaquetas de cuero y kaftanes, reproches a Rajoy y a la Iglesia, muyeres y paisanos, caras y más caras unidas tras una pancarta de cabecera que tuvo que reclamar su sitio al inicio de la marcha pero luego se impuso sobre las demás, uniendo a decenas de colectivos y sensibilidades bajo el mismo lema: ‘Si nosotras paramos, se para el mundo’.
Faltan páginas en los extensos suplementos que hoy publican los diarios para recoger todos los gritos, cantados, hablados o escritos. «Asturiasserá la tumba del machismo», «Si nos tocan a una, nos tocan a todas», «Tranquila, hermana, aquí está tu manada», «El reparto de tareas, que se estudie en las escuelas», «Aquí estamos, nosotras no matamos», «Con ropa o sin ropa, mi cuerpo no se toca». Voces que se repitieron una y otra vez durante horas. Chaparrón con nombre y apellidos fue el que le cayó a los representantes del Partido Popular, al paso de la marcha por su sede gijonesa. «Al PP la sotana se les ve», «Rajoy, escucha, estamos en la lucha» o «Hasta los ovarios de contratos precarios» fueron los hits que tomaron más fuerza en la calle de Álvarez Garaya.
Puede que la manifestación, por diferenciada y fresca, pareciese a ratos tan espontánea como, a otros, organizada. Aunque las participantes se encargaron de lo primero no dejando que el ánimo decayese ni un minuto del recorrido, lo cierto es que hubo mucho de lo segundo. El movimiento feminista, la Comisión del 8 de Marzo, fue la que llamó a la huelga de 24 horas y la que ayer encabezó la protesta. Tras la cabecera había un cordón en recuerdo de las ausentes –fueron muchos los que ayer tuvieron un compungido recuerdo para la gijonesa desaparecida y recientemente hallada muerta, Paz Fernández–, otro cordón para los «carritos de combate». O sea, los tuneados carros de la compra que ayer descubrieron todo un mundo más allá de la sección de congelados. Tras ellos, el cordón de cuidados, que daba paso al bloque estudiantil y, aún por detrás, a las organizaciones sindicales, políticas y sociales. Un juntos pero no revueltos que se fue diluyendo paso a paso para dar forma al mismo mensaje.
«En dos palabras: desborde feminista», resumía una de las portavoces de la Comisión del 8 de marzo, Sara Combarros. Porque «esta no es una huelga normal, es una huelga de desborde, con la que el movimiento feminista va a cambiar la sociedad». Eso decía al principio. Más tarde, cuando la respuesta de los asturianos superó todas las expectativas, las organizadoras ya podían asegurar orgullosas: «Hemos desbordado Gijón y a partir de hoy el mundo no va a volver a ser igual».
Los sindicatos mayoritarios también dirigieron el protagonismo hacia las mujeres. No fueron sus secretarios generales en Asturias, Javier Fernández Lanero (UGT) y José Manuel Zapico (CC OO), quienes evaluaron la jornada. Fueron la vicesecretaria general de UGT, Nera Monroy, y la responsable de Igualdad de CC OO, Ana María Rodríguez, quienes se dirigieron a los medios para confirmar que el 8M fue «todo un éxito, un punto de inflexión». Un «día para la esperanza», en el que trabajadores de empresas como ArcelorMittal o Thyssenkrupp hicieron paros por la igualdad de género. «La huelga del 8M es un precedente del movimiento sindical y lo que han reflejado los trabajadores es un mensaje claro al Gobierno: que debe poner en marcha medidas que erradiquen la brecha salarial y la discriminación a las mujeres y recursos económicos para terminar con la violencia machista».
Y eso, se encargaron de dejar bien claro miles de manifestantes, es cosa de todos. «Hay que dejar de criar princesas indefensas y machistas violentos». Maite Álvarez mostraba orgullosa el mensaje de su delantal pero, más orgullosa aún, mostraba a su hijo Mael que, con 15 meses, jugaba durante la manifestación con los cacharros de su cocinita. «Él ve a su padre cocinar y es lo que está aprendiendo. Si queremos acabar con el machismo en la sociedad hay que empezar por la educación de nuestros hijos».
Ya en la plaza del Marqués y tras un minuto de silencio por las asesinadas de la violencia machista, el Coru Internacional Matriarcal y Antifascista ‘Al Altu la lleva’ mantuvo el calor de la protesta hasta la lectura del manifiesto. Fue el mismo documento que se leyó en ciudades de toda España. Por mujeres de toda España. A personas de toda España.
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