viernes, 5 de junio de 2020

Incógnitas....


¿Y si la UE no existiese?

Ante la ausencia inicial de solidaridad entre los estados miembros cuando la epidemia comenzaba a propagarse por Italia, muchos criticaron a la UE por su inacción e incluso exigieron su desaparición. Pero, ¿cuál sería el impacto de la crisis si la UE no existiese? El economista e historiador Thierry Vissol intenta contestar a esta pregunta.
Publicado en 28 mayo 2020 a las 15:55
Aunque la  mayor parte de las encuestas indican que la mayoría de los ciudadanos europeos considera que la cooperación entre los estados de la UE es buena o muy buena (51%), y la mayoría confía en la UE (52%), Italia es el país con menos opiniones positivas tanto en lo relativo a la cooperación (30%), como a la confianza (45% positivo contra un 50% negativo). Una visión que refleja el intoxicado ambiente político de este país, pero que sin embargo, no plasma la realidad de los hechos ni las opiniones de los ciudadanos de otros países. Por ejemplo, una encuesta de Polit Barometer indica que el 68% de los alemanes estaría de acuerdo con una ayuda financiera de la UE para países especialmente afectados por la pandemia, como España o Italia. Asimismo, Italia es el país con más opiniones a favor de un Italexit tanto de la UE como de la Eurozona (entre el 40 y 42%, según las encuestas), y el 71% piensan que la pandemia destruirá la Unión Europea.
No es necesario volver a detallar los billones de euros que la UE ha distribuido y distribuirá entre los estados miembros, ni los programas y agencias de cooperación, especialmente en el ámbito de la investigación epidemiológica. Centrémonos mejor en cómo sería la situación de países como Italia, Grecia o España si la UE no existiese. No tanto porque las consecuencias serían positivas para el resto, sino porque son los países más frágiles debido a la inestabilidad de sus finanzas públicas.
Dada la complejidad del argumento, tomaremos únicamente el caso de Italia como ejemplo. Desde principios de los años 90, la deuda pública nunca ha descendido por debajo del 100% del PIB y el ritmo de crecimiento ha sido inferior al de otros países. Lo mismo ha ocurrido con la tasa de inversión, hasta tal punto que el peso de su PIB en la UE ha disminuido 3 puntos porcentuales desde principios de siglo.
El país está experimentando un éxodo de los jóvenes y el número de emigrantes es superior al de inmigrantes desde hace unos años. El acceso al mercado financiero internacional, a pesar del apoyo constante del BCE, sigue siendo uno de los más costosos, debido a una clasificación de su deuda próxima a los bonos basura (BBB+ según Standard & Poor’s y BBB- según Fitch). No obstante, los efectos de la crisis aumentarán la deuda pública hasta al menos un 170% del PIB e Italia necesitará, de aquí a finales de año, 150 mil millones de euros de liquidez y tendrá que renovar 200 mil millones de títulos de deuda próximos a su vencimiento.

¿Habría llegado Italia a esta situación si la UE no existiese?

Probablemente no, porque ya llevaría un tiempo en quiebra. El país consiguió salir de la crisis de los años 1992-1993 gracias al apoyo de otros países, a la flexibilidad del Sistema Monetario Europeo, a un préstamo del BEI de 1 millón de ecus (la moneda común de la época) y a medidas de austeridad recomendadas por la UE. Sin embargo, la deriva del país se ha mantenido igual desde los primeros años del siglo XXI a pesar de las ventajas de la reducción de la tasa de interés gracias a la implantación del euro. La crisis de los años 2008-2012 habría sido probablemente nefasta sin la protección de la Eurozona, la flexibilidad de sus reglas y el apoyo del BCE “whatever it takes” (“cueste lo que cueste”), como dijo su presidente en aquel momento.
¿Habría recibido Italia la ayuda de China y Rusia a tiempo y en cantidad suficiente? No hay nada más incierto. De hecho, las primeras ayudas  de China (un equipo médico de 30 personas, mascarillas y material sanitario) no llegaron hasta el 12 de marzo; y las de Rusia, hasta el 22 del mismo mes. Desafortunadamente, parte de esas ayudas no eran técnicamente las adecuadas (material respiratorio), o conformes a las exigencias (mascarillas), aunque de todas maneras, eran insuficientes para responder a las necesidades. Los camiones militares rusos contenían productos de empresas embargadas y muchos de esos productos no eran adecuados. Finalmente, la UE transfirió a Italia, una semana más tarde, toda la ayuda enviada por China al Centro de Coordinación de la Respuesta a Emergencias (ERCC), gracias al Mecanismo de Protección Civil de la Unión (MPCU).
Sin la UE, el impacto macroeconómico sería devastador. Sin duda, el Banco de Italia podría haber emitido moneda mediante la compra de deuda del estado. Esto tendría una repercusión directa en la inflación, y al mismo tiempo ocasionaría una depreciación del tipo de cambio que habría propiciado una fuga de capitales y la retirada de inversiones extranjeras. Las exportaciones, cuya competitividad depende más de la tecnología que del nivel de precios, no se habrían estimulado por la depreciación de la moneda, especialmente porque la economía y la agricultura están paralizadas.
Por el contrario, el coste de las importaciones, sobre todo las de energía, habría aumentado (a pesar de la baja cotización del petróleo), por lo que la competitividad se reduciría otro tanto. Finalmente, la clasificación de la deuda bajaría hasta un nivel de bono basura, impidiendo prácticamente el acceso a los mercados financieros internacionales. En resumen, una quiebra en toda regla acompañada de problemas sociales y pobreza. Una situación vivida en Argentina a finales de los años 80, y de nuevo entre 1998 y 2002, de la que salió muy perjudicada, incluso con la ayuda del FMI y a la imposición de medidas drásticas… Y la culpa de esto, no la puede tener también Europa.

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