El nuevo Gobierno en las escalinatas del edificio del Consejo de Ministros, el pasado 22 de noviembre. / La Moncloa
El nuevo Gobierno en las escalinatas del edificio del Consejo de Ministros, el pasado 22 de noviembre. / La Moncloa En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí 1- El nuevo Gobierno, en autodefinición de Sánchez/entorno Moncloa, es un Gobierno político. Lo que no significa nada. Los Gobiernos siempre son políticos. De hecho, todo es política, si exceptuamos la política, que a veces es tan solo negocios. Como cualquier alocución gubernamental, gobierno-político es, por tanto, una sentencia ante la que desconfiar, para ser analizada. Analicémosla. Y, de paso, analicemos el corto-medio plazo del pack Gobierno, del pack oposición y del pack amnistía. Esto es, de la legislatura. Una legislatura se parece a algo rutinario, previsible y sin misterio en que nunca sabes cómo acabará, porque es imprevisible. 2- Un Gobierno son sus directores generales. Un ministro es el liderazgo –efectivo, relativo o nulo– sobre la rutina de un ministerio. Esto es, sobre su director general, que es la madre del cordero. El invento del director general –del siglo XVIII, como todos los grandes inventos– garantiza hoy, en todo caso, lo que el siglo XVIII no pudo garantizarse a sí mismo: la continuidad sin sobresaltos, incluso en el caso exótico de que haya, en verdad, cambios. 3- Un ministerio político, por lo tanto, debe ser algún tipo de selección de los ministros que intensifica un determinado comportamiento del ministro hacia arriba –esto es, hacia la comunicación, hacia los micrófonos, hacia el vocerío– y hacia abajo –hacia el director general, hacia el susurro–. Debe ser, supongo, una selección que atiende al punto, al contexto, en el que el Gobierno nace. Un contexto de guerra cultural –ese objeto perteneciente, salvo las excepciones del punto 5, a la extrema derecha; su gramática, su programa, su gota malaya–. Los ministros de un Gobierno-político, en fin, vienen llorados de casa. Con recursos orales, con el conocimiento de la guerra cultural que les va a caer encima. Plof. Esp puede tener en breve, tal vez para las europeas, un nuevo partido de izquierdas consagrado a la Guerra Cultural. No sería el primero, ERC inauguró esa disciplina 4- Más sobre el Gobierno. Es, aunque se pueda vociferar lo contrario, un gobierno de continuidad. Continúan los mismos nombres en Economía e Interior –estas dos carteras son un/el gobierno en sí–, en Hacienda y Exteriores –estas cuatro carteras son las carteras fuertes clásicas–, en Energía y Agricultura –estas dos carteras son las carteras fuertes postmodern; o postmortem, tras el calentamiento global–. Bolaños –Justicia; carterón– parece que tendría funciones mayores a la amnistía, que ya está amortizada –no se pierdan el punto 9–. Montero/Hacienda –la otra gran cartera clásica– pasa a ser también la número dos del PSOE, lo que sigue estando muy lejos del uno. Escrivá –la época, su lógica terrible y sin piedad– prosigue, si bien en la nueva cartera de Transformación Digital –muy inquietante; una pista: a corto plazo en el curro no te dirán el-de-recursos-humanos-quiere-glups-hablar-contigo, sino el de transformación-digital-quiere-glups-etc.–. Por lo demás es importante, por los matices que aportan al concepto Gobierno-político, la presencia de Óscar Puente –Transportes, si bien habla como el líder del sindicato de camioneros USA; como un soldadito en la guerra cultural, vamos–, la de Ana Redondo en Igualdad –ilustra la decisión del PSOE de recuperar Igualdad, ese llenapistas; a ver cómo gestiona, con ello, la cosa anti-trans, tan PSOE; al parecer, se han blindado el pack legislativo de la anterior legislatura en este ministerio; veremos– y de Jordi Hereu –Industria, esto es, turismo; se trata de una metáfora de los alcaldes chungos del PSC postmaragall, y del PSC postmaragall, tendente a los negocietes; en el Ajuntament de BCN, por cierto, este PSC aún no se ha decantado por un Govern progresista, por lo que, todo indica a ello, lo está haciendo por uno con Junts, que intentaría exprimir la única industria que queda en la ciudad: el guiri; lo que el PSC ha ganado en Cat con el procés, no mintiendo con el procés, lo puede perder en la alcaldía de BCN, con lo de los negocietes–. Sumar gana cinco ministerios. Y, con ellos, hereda el problema que UP vio crecer en la anterior legislatura, sin crear una respuesta clara: ¿cómo, más allá del carácter –y de su prima tonta, la comunicación– y los ministros de UP –y de ahora Sumar–, pueden demostrar un perfil diferenciado del PSOE en el trance de gobernar? ¿Cómo dos socialdemocracias tímidas, limitadas por la correlación de fuerzas y por la jerarquía de la Presidencia del Gobierno, pueden diferenciarse sin llegar a las manos? La Globalización se está matizando, y el Estado aparece en ella como corrector y defensor del mercado y, con ello, de la sociedad 5- El actual Podemos, que no dio una respuesta satisfactoria en su día a este par de preguntas, parece que ahora, desprovisto de ministerios, intensifica esa búsqueda. Con ella, en esa región de Sumar/casi-Sumar/lo-contrario-a-Sumar, se está fraguando algo que puede no tener marcha atrás en un periodo de años. Se trata de una ruptura en la izquierda –ya de por sí pocha desde 2015–, que de alguna manera puede dificultar, ahora, la continuidad de este gobierno de mayoría parlamentaria débil –si bien no tan débil; no se pierdan el punto 10–. ¿Qué está pasando en P? Está pasando lo que las cámaras captaron en el Congreso el día de la investidura. Dos, entonces, ministras, posando con pañuelo palestino, con un bolso en el que se leía sí-es-sí y camiseta alusiva a Rosa Parks. Tantos elementos comunicantes, tanto desvelo por la comunicación de actitudes, instantánea, habla de comunicación constante, aka de guerra cultural. Esp puede contar en breve, tal vez para las elecciones europeas, con un nuevo partido de izquierdas consagrado a la Guerra Cultural. En defensa suya, no sería el primero, ERC –su posible asociado en el futuro– inauguró esa disciplina. En ese tipo de partidos –como demuestra la trayectoria de ERC– no priman los análisis de calidad, de manera que P parte, en esta nueva etapa, de un gran análisis erróneo, que viene de lejos: descartar, en su día, este Gobierno, y creer inevitable la investidura de un gobierno PP-Vox. No ha sido así. La apuesta por la política como comunicación ya ha tenido una víctima: la desaparición de lo público de Nacho Álvarez, un perfil poco frecuente en la política. Y que lo será, cada vez, menos. 6- El nuevo Gobierno parte con un solo objetivo inicial. Demostrar que no es pertinente un Gobierno de extrema derecha. Algo complicado, pues en un contexto neoliberal –la época– las opciones más acordes con el contexto son las de extrema derecha, como se va viendo en toda Europa cada vez que hay elecciones. El nuevo Gobierno tiene a favor un nuevo fenómeno que se está produciendo. Viene de USA, y cuenta con el consenso de republicanos y demócratas –según me explica por wasap, por las noches, cuando hablamos, el periodista Quico Miralles–: el retorno del Estado. La Globalización se está matizando, y el Estado aparece en ella como corrector y defensor del mercado y, con ello, de manera secundaria, pero efectiva en ocasiones, de la sociedad. Verbigracia: hace escasos días, la Comisión dio un toque de atención al Gobierno por un aumento del déficit hasta más del 3% –y eso que no estamos en austeridad; está por ver si se vuelve a optar por ella en 2024; spoiler: parece que sí; socorro–. Pero, y paralelamente a ese as-usual de la Comisión, Alemania, que aumenta su déficit en una proporción mayor que la española, ha anunciado, a su vez, que pasa tres pueblos del qué dirán. Es más, suspende el límite constitucional al endeudamiento –vamos, que el límite de la Comisión le importa, por lo mismo, un pito–, para capear la crisis, con 45.000 M€ para pagar la electricidad a hogares y empresas –muy tocadas, tal vez hundidas–. Señoras, señores: aquí hay partido para algo que no sea extrema derecha/neoliberalismo, para la génesis de algo nuevo. Veremos. 7- Parece que el problemón de este Gobierno no son los militares. Corre un manifiesto de mandos, no de oficiales, ojo. Pero todos los mandos firmantes están retirados. No se juegan nada. El manifiesto no habla, por tanto, de los mandos del Ejército, sino de los mandos del Ejército en el trance de no jugarse nada. El tema catalán –la amnistía, vamos– parece ser que no despeinará al Gobierno –no se pierdan el punto 9–. Sí, habrá un enfrentamiento con la Justicia, importante, impresionante, que se ha iniciado con lo nunca visto: toda la Justicia, en todos sus tramos, rebotada. Pero no será por la amnistía, sino a través de la amnistía y, luego, de otra cosa. En el fondo, el problema es otro al anunciado: la pérdida de soberanía de la Justicia, ese sector, glups, soberanista. El gran peligro para la supervivencia del Gobierno es, por tanto, otro. El de siempre cuando gobiernan las izquierdas. El que envió al garete a ZP –no, no fue Catalunya tampoco–: la economía. El PP está haciendo algo extraño y que puede tener éxito o no. Intentar crear un procesismo a partir de la cosa amnistía 8- Sobre el pack derecha española. Su futuro se divide en dos segmentos. Hasta las elecciones europeas de junio, y después de esas elecciones. Hasta entonces, el PP participará de lo que ha sido su ruina: asumir en su seno a la extrema derecha de Vox, en lo que es el modelo y la apuesta de Manfred Weber para Europa. Por cierto, en conversaciones con periodistas alemanes, el tal Weber, que aquí es Elvis, en Alemania no deja de ser un señor al que se otorga, dentro y fuera de su partido, poco crédito. Y, su proyecto, algo condenado al fracaso. Veremos. Paralelamente a ese salto mortal hacia atrás –es decir, hacia el 23J–, el PP está haciendo algo extraño y que puede tener más éxito, un gran éxito, o ningún éxito. Intentar crear un procesismo –manis de papás, mamás y niños, una mayoría no silenciosa y verticalizada, movida a través de planteamientos aparentemente cívicos y sencillos de explicar– a partir de la cosa amnistía. La primera mani en MAD, con 170.000 usuarios –poco, para un movimiento ciudadano, mucho, para las manis PP de los noventa–, está ahí, esperando crecer o morir. Estén atentos a esta movida del PP. Si esa derecha crea un procés español, será imparable por un tiempo. Si Junts, si incluso ERC cayera de la mula de la amnistía, el Gobierno no caería de ningún sitio 9- Sobre la amnistía. Estoy cambiando de opinión. Si bien al principio la observé como un ejercicio de sinceridad por parte del PSOE, voy viéndola, paulatinamente, como un ejercicio de astucia, en modo Premio Nobel a la Astucia. A saber: el blindaje de la ley frente al TC, que les defendí, es endeble. El artículo 4.4, segundo párrafo, que garantizaba la no aplicación de cautelares en caso de que la ley fuera recurrida, puede ser inútil, en tanto que también sería recurrido ese artículo de la ley. Por otra parte, y al tratarse de una ley hecha tan a medida, la ley puede ser puenteada si el juez decide cambiar los cargos de un caso, algo que ya está pasando –en Tsunami y en caso Judas, donde se ha cambiado los delitos por, wala, el de terrorismo–. La Ley de Amnistía deja muchísimo margen a los jueces. Eso puede ser una fisura que la invalide. Veremos. En todo caso, la Ley –que como el pacto PSOE-Junts– huele a abogado del Estado, esa manera de escribir y de prever, ha sido saludada por Junts como propia –Turull ha dicho que la mayoría del texto es de Junts; los mamporreros del periodismo catalán ponen, incluso, nombres y apellidos catalanes a fragmentos y zonas del texto, lo que tiene guasa–, por lo que no pinta que jurarán en arameo cuando se revele –si eso pasara– como un chiste. Si eso pasara, si Junts, si incluso ERC cayera de la mula de la amnistía, el Gobierno, por cierto, no caería de ningún sitio. Es poco probable que los tres partidos de la Guerra Cultural en el Congreso voten, algún día, a Feijóo. 10- Si se confirma esa hipótesis, el Gobierno de Sánchez habrá hecho con la amnistía lo que el Gobierno de ZP hizo en su día con el Estatut. Decir que sí a todo, y confiar en que la Justicia se coma esos temas con patatas. Como así fue, y como puede volver a ser. Total, por el tema catalán, en fin, no cae, lo dicho, ningún gobierno. Mucho menos un gobierno político. Autor > Guillem Martínez Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Ver más artículos @guillemmartnez
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