Un niño gazatí abraza a su padre en un hospital de la Franja. / Mohammed Zannoun
Un niño gazatí abraza a su padre en un hospital de la Franja. / Mohammed Zannoun En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí Las cosas no le iban nada bien al mundo con Ucrania y en eso aparece Gaza. La famosa “contraofensiva” ucraniana, en condiciones de inferioridad artillera, aérea y numérica, ya se reconoce como desastre incluso en los medios occidentales. Su resultado práctico, una gran carnicería: decenas de miles de muertos, mutilados, huérfanos y viudas. 90.000 bajas entre el 4 de junio y septiembre, según el presidente Putin. Pero la aparición de la aún más terrible e ignominiosa masacre israelí en Gaza lo complica todo aún más para Kiev. Las dudas sobre la “rentabilidad” de la ayuda de Estados Unidos a Ucrania en armas y dinero se han disparado en Washington. La mitad de los congresistas republicanos, por lo menos, se oponen a seguir financiando un pozo sin fondo, cuya motivación reconocida, “agotar a Rusia” con miras al cambio de régimen en Moscú, se demuestra ilusoria. El régimen ruso no se ha debilitado, como nosotros mismos preveíamos erróneamente en febrero de 2022, sino que, al contrario, se ha fortalecido. Rusia es hoy más fuerte que entonces. Las sanciones han incentivado una gran reconversión industrial y geopolítica que parece funcionar a todo vapor. Las bajas rusas, muy inferiores a las ucranianas, pero también cuantiosas, están geográficamente repartidas. Afectan poco a las grandes urbes como Moscú y San Petersburgo, donde se concentran los sectores de la élite más prooccidental, y mucho más a las regiones pobres del país, principal cantera de voluntarios bien pagados. El sistema de compensaciones por heridas de guerra o muerte parece funcionar y amortiguar las consecuencias en la sociedad. La industria de guerra actúa como locomotora económica dinamizadora de cierto giro keynesiano, y el propio conflicto hace irreversible la ruptura con Occidente y el enfoque “euroasiático” de Moscú hacia Oriente y el Sur Global. Es verdad que en el frente tampoco hay una ofensiva rusa, sino solo una lenta presión, sin exponer demasiado a la propia tropa, pero avanzando muy lentamente. Se podría hacer pasar eso por una situación de estancamiento militar que desgasta a ambas partes, si no fuera porque el tiempo trabaja para Moscú y erosiona la voluntad ucraniana. En ausencia de unas mínimas perspectivas de que las cosas pueden mejorar, la resistencia numantina no tiene sentido, y, se mire como se mire, Ucrania carece de esas perspectivas. Si hay que elegir entre Ucrania e Israel, está claro que gana Israel, así que va a haber menos munición y menos dinero para Kiev En Washington se abre paso la idea de que no se puede con todo. Ayudar a Ucrania en Europa, ayudar a Israel en Oriente Medio y prepararse para una posible guerra con China en Asia Oriental. Si hay que elegir entre Ucrania e Israel, está claro que gana Israel, así que va a haber menos munición y menos dinero para Kiev. Ese es el cuadro en el que el gobierno de Ucrania se está corroyendo. Con su discurso numantino, el presidente Zelenski ha pasado de superstar a actor secundario del espectáculo occidental. Hay mayor realismo entre los mandos de su ejército, con una creciente y vieja tensión y rivalidad entre el presidente y el general Valery Zaluzhny, jefe de las fuerzas armadas y posible rival político. Desde la presidencia se han afeado las entrevistas y artículos de Zaluzhny en The Economist sobre el estado real de las cosas en el campo de batalla. Zelenski ha cesado al jefe de las fuerzas especiales, General Viktor Jorenko, sin consultar a Zaluzhny ni dar motivo. Otro colaborador del jefe militar ha muerto esta semana al abrir, o manipular, un explosivo regalo de cumpleaños en lo que podría ser un atentado. Y otro excolaborador presidencial, Aleksei (ahora Oleksi) Arestovich, ha fijado su residencia en Suiza por razones de seguridad, después de elevar el tono de sus críticas al presidente. Ya nadie se acuerda de cuando, en junio, el sobrado y ahora realista Arestovich auguraba la victoria de la fallida contraofensiva “en dos o tres semanas”. Ahora ese personaje, un rusoparlante con gancho entre los ucranianos rusoparlantes, insinúa su posible candidatura presidencial en unas elecciones que Zelenski descarta… En Kiev ha llegado la hora de las conjuras, y quién sabe si de los golpes de Estado que hagan posible algún tipo de acuerdo con dolorosas cesiones territoriales a Rusia. Tal como están las cosas, solo podría ser un acuerdo sumamente desfavorable y sin Zelenski, porque el presidente de la “victoria hasta recuperar las fronteras de 2014”, no lo podría asumir… Más allá de todo eso, lo de Gaza incrementa sobremanera la temperatura global. El ataque de Hamás del 7 de octubre fue un completo desastre para Israel. La clave de su larga y discreta preparación fue un regreso a la época predigital, con líneas de comunicación cerradas, y sin que los amigos de Líbano o Teherán estuvieran al corriente. Nadie duda de que hubo crueldad, víctimas civiles y crímenes de guerra. Otro eslabón sangriento e indigno de una cadena histórica de justa y legítima resistencia, como las barbaridades contra civiles del FLN en Argelia o las de los indios en el Far West. Pero a menos que nos conformemos con la versión del ejército israelí, lo que ocurrió exactamente está por aclarar. Las propias víctimas israelíes, y los edificios calcinados, hablan de la intensidad del “fuego amigo” con armas pesadas de las que los palestinos carecen. Los atacantes han contado que no esperaban lograr tanto. Parece que actuaron “espontáneos” que se colaron por la brecha de la valla. ¿Cómo se explica si no que tomaran rehenes tailandeses sin valor de canje para comerciarlos con los miles de rehenes que Israel mantiene en sus prisiones? Todo se sabrá, pero la humillación del cuarto o quinto ejército del mundo, de sus sofisticados sistemas de escucha e información, y de sus políticos racistas y ultraderechistas para los que Palestina era tema resuelto, ha sido enorme y es el hecho central. A principios de noviembre ya habían matado a más niños palestinos de los que mataron desde 1967 Ahora de lo que se trata es de restablecer el miedo de los árabes a ese Israel militarmente humillado. La actual masacre cumple esa función: restablecer el miedo, arrasándolo todo y aprovechar la situación para acelerar la limpieza étnica mantenida con diferente intensidad desde 1948. A principios de noviembre ya habían matado a más niños palestinos de los que mataron desde 1967. En Cisjordania, desde el 7 de octubre, el ejército y los colonos armados, a los que el Gobierno ha repartido 150.000 armas de fuego, han matado a 136 palestinos, 43 de ellos niños. El resultado para los palestinos es más que ambiguo, porque militarmente no pueden ganar, como lo era para los sublevados del gueto de Varsovia. Son decisiones que, seguramente, solo quienes ya no tienen nada que perder pueden comprender... El esperado discurso del 3 de noviembre del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, dejó claro que no abrirán un segundo frente contra Israel en la frontera de Líbano motu proprio. La situación en Líbano es crítica y atraer a la aviación israelí sería desastroso. De momento Hezbollah se limita a mantener una tensión que obliga a Israel a destacar en esa frontera a la tercera parte de su ejército, una forma modesta de ayudar a Gaza. Pero Nasrallah, que es un hombre que mide sus palabras, también dijo “no dejaremos que aniquilen a Hamás”. A Estados Unidos, que ha enviado su flota a la región, le dijo que se lo piense dos veces antes de bendecir la aniquilación de Gaza. También Irán, que se beneficia de la distensión con Arabia Saudí y del respaldo recibido de China, ha lanzado claras señales de no querer una guerra regional, que tampoco interesa a Estados Unidos. Pero mucho depende de Israel. Sus autoridades están más desatadas que nunca en su loca carrera. Las cosas se pueden ir de las manos. A un año de las presidenciales y en pleno fragor de las amenazas judiciales a sus rivales políticos, Biden no puede quedar en evidencia, aún más tras el desastre de Afganistán. De momento Hezbollah se limita a mantener una tensión que obliga a Israel a destacar en esa frontera a la tercera parte de su ejército, una forma modesta de ayudar a Gaza En Siria se producen ataques diarios de la aviación israelí y combates que implican a tropas de Estados Unidos. Egipto y Jordania rechazan el plan israelí de transferirles a los palestinos deportados. Más preocupante para Israel puede resultar la actitud de Turquía... Toda la región está al rojo vivo. En cualquier caso, si no se abre un segundo frente en la frontera libanesa, Gaza y Hamás pueden ser literalmente aniquilados por la apisonadora militar israelí. Por otro lado, si ese frente se abriera y estallara una guerra regional, sus consecuencias serían imprevisibles. Irán y Hezbollah tienen capacidad misilística para responder con ataques a la flota de Estados Unidos, destruir sus bases militares en la región, interrumpir el tráfico petrolero en el estrecho de Ormuz y ocasionar gran destrucción en las ciudades israelíes. En tal caso, Israel podría usar sus armas nucleares contra Irán. Lo de menos es el orden de los acontecimientos. Lo que cuenta es la cadena potencial hacia una catástrofe. El asunto es serio. Hace poco no había nada peor que los peligros derivados de la guerra de Ucrania. Hoy, existe. Nunca, ni siquiera durante la Guerra Fría, habíamos vivido tan peligrosamente como estamos viviendo ahora. Autor > Rafael Poch Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona) fue corresponsal de La Vanguardia en Moscú, Pekín y Berlín. Autor de varios libros; sobre el fin de la URSS, sobre la Rusia de Putin, sobre China, y un ensayo colectivo sobre la Alemania de la eurocrisis. 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