El anónimo comunista asturiano que dio su vida por un ideal: «Carrillo nunca nos dijo donde está»
Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN
ASTURIAS
Luchó en la Revolución de Asturias, vivió en la clandestinidad, fue deportado al campo de concentración de Mauthausen y volvió a su tierra natal en plena posguerra para seguir liderando el partido. En el año 50 su familia le perdió el rastro y desde entonces busca «desesperadamente» su cuerpo
26 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.
Comentar · 6
De criarse en una familia conservadora, a defender un sistema social sin clases con la propiedad común de los medios de producción. De luchar activamente en la contienda nacional, a huir clandestinamente para no ser ajusticiado. De defender a los franceses durante la invasión nazi, a ser entregado a los alemanes por la policía gala. De sobrevivir en Mauthausen, a volver a reorganizar la guerrilla franquista en su tierra natal. Así es como Luis Montero se convirtió en ejemplo de lo que exigía entonces el Partido Comunista. El asturiano dio lo mejor de sí por un ideal, incluso su vida. «Fue purgado por el propio partido», asegura Silvia Ribelles, quien ha sacado a la luz la historia de su tío abuelo para que «su estrella no se apague nunca» y que sus hazañas «no caigan en el olvido».
La historiadora ovetense sabía muy poco, por no decir nada, de la vida de su tío abuelo Luis Montero. En su casa apenas se hablaba de este líder comunista asturiano conocido clandestinamente como Sabugo (este mote se debe a que un médico de Laviana compartía sus mismas siglas: L.M. Sabugo). «Era muy incómodo hacerlo. Sabíamos que era miembro del Partido Comunista y que había estado en el campo de concentración de Mauthausen, pero nada más». Ante el interés que le suscitaba conocer aún más la figura de su allegado, Silvia Ribelles comenzó a investigar al respecto. Consultó varios archivos históricos y consiguió hablar con personas que habían compartido momentos de su vida con su tío.
Poco a poco fue descubriendo su verdadera historia. Sin embargo, no sabe realmente qué ha pasado en los últimos días de vida de Luis Montero. En marzo de 1950 su familia le perdió el rastro y desde entonces no han sabido nada más de él, ni siquiera donde se encuentra su cuerpo. «Le preguntamos incluso al propio Santiago Carrillo por mi tío pero nunca quiso contarnos nada. Nunca nos dijo dónde está y eso que lo sabía, no tenemos la menor duda», asegura Ribelles, quien ya ha escrito dos libros al respecto: Luis Montero Álvarez Sabugo: en Los abismos de la historia y La vida en un puño. Esta última obra es una versión ficticia de la vida del comunista asturiano, pero que «respeta su biografía».
Luis Montero (el segundo que está a la izquierda de pié) junto con el resto de su familia. Imagen cedida por Silvia Ribelles
Luis Montero (el segundo que está a la izquierda de pié) junto con el resto de su familia. Imagen cedida por Silvia Ribelles
Luis Montero Álvarez nació un 30 de abril de 1908 en la localidad lenense de Casorvida en el seno de una humilde familia «muy conservadora y ultra-católica». El tercero de trece hijos, se crió junto con sus hermanos entre los distintos pueblos que discurren entre Pajares y Campomanes, dado que su progenitor Francisco Montero Castañón era ferroviario en dicha línea. Desde bien niño ya destacaba por su inteligencia y como se le daba «muy bien» estudiar fue ingresado en el Seminario de Valdediós para cursar el bachillerato. Una vez internado en la institución diocesana, se percató de que ese ambiente no le gustaba, tampoco le parecía bien la idea. Decidió por tanto escaparse y regresar a casa.
En el momento que puso de nuevo un pie en el domicilio familiar, su padre inmediatamente lo mandó a trabajar con 16 años a la Estación del Norte de Oviedo. «Empezó como aprendiz de fogonero en el Depósito de Máquinas. Como su hermano mayor, Paco, estaba haciendo la mili de cota en la capital asturiana se fueron a vivir los dos juntos. También su hermana Pura, la segunda de los 13, se fue con ellos. Sus padres la mandaron para que se encargara de las labores de la casa», cuenta Silvia Ribelles.
Una vez asentado en Oviedo, Luis Montero comenzó a ponerse en contacto con «todas las corrientes comunistas» que corrían en ese momento por las fábricas y talleres, «haciéndose incluso muy amigo de Juan Ambou, el fundador del Ateneo Obrero de La Argañosa». Dos años después, en 1925, como su padre y el resto de la familia se mudaron a vivir a la capital asturiana «volvió a estar otra vez más cerca de la influencia ultra-católica». Aún así, con 23 años decidió afiliarse a la Unión General de Trabajadores. «Por aquel entonces como era el único sindicato que había no suponía ser de ningún signo político», apunta su sobrina-nieta, antes de señalar que el resto de los hermanos también se habían adherido.
El comunista asturiano Luis Montero, en una fotografía tomada en Oviedo en 1934. Imagen cedida por Silvia Ribelles
El comunista asturiano Luis Montero, en una fotografía tomada en Oviedo en 1934. Imagen cedida por Silvia Ribelles
Cuando estalló la Revolución de Asturias, en 1934, un joven Montero decidió participar «sin implicarse mucho» en las labores de propaganda del Partido Comunista. «Sentía ya cierta simpatía por el PCE» hasta que dos años después decidió afiliarse. En el momento que comenzó la Guerra en Oviedo, mientras que su familia se quedó dentro del cerco, se incorporó a filas como miliciano. Pasó a formar parte del Batallón de Ametralladoras de posición 204 que fue fundado por Ambou,«quien inmediatamente le puso al mando de una de las compañías, llegando a ascender como Capitán durante la Guerra en el Norte».
Huye al exilio tras la Guerra Civil
Tras el hundimiento del frente norte, estuvo escondido en casa de familiares hasta que finalmente en agosto del 39, con 31 años, decidió salir a Francia. «Su familia preparó toda su ruta de escape y en compañía de otro amigo comunista se subió a un tren disfrazado de falangista. Cuando llegaron a la frontera cruzaron el río Bidasoa nadando, y una vez en Francia se dirigieron a la comisaría. Allí les mandaron a un campo de refugiados en los Pirineos Atlánticos», relata Ribelles. Cinco meses más tarde, en enero de 1940, tras emitir el gobierno francés «una orden de que todos los españoles exiliados debían alistarse en las compañías de trabajadores extranjeros», Luis Montero es enviado a Nerón, al norte del país galo, para trabajar en la construcción de unas vías férreas que comunicasen una fábrica de pólvora.
En el momento que la Alemania nazi invade Francia, en mayo de 1940, el asturiano consigue huir y llega «a duras penas» a Burdeos. «Tenía la esperanza de poder salir en unos de los barcos que partían a México pero no lo consiguió. No tenía las suficientes influencias para hacerlo», asegura su sobrina-nieta, quien señala que por ese motivo a Luis Montero no le quedó más remedio que quedarse en el país galo. «Al principio estaba un poco desconectado del partido, pero siempre intentó mantenerse fiel a él». Por eso, cuando consigue contactar de nuevo con miembros del PCE, decide desplazarse a Orleans, donde se convirtió en responsable de la dirección local del partido. «Allí además dio el salto definitivo a París», apunta Silvia Ribelles.
Foto tomada seguramente en Orleans cuando Luis Montero estuvo allí trabajando para el Partido Comunista en 1941. Imagen cedida por su sobrina nieta
Foto tomada seguramente en Orleans cuando Luis Montero estuvo allí trabajando para el Partido Comunista en 1941. Imagen cedida por su sobrina nieta
Cabe recordar que a los comunistas su partido no les permitía luchar contra los alemanes, debido al pacto de no agresión Ribbentrop-Mólotov firmado en 1939 entre la Alemania nazi y la Unión Soviética. Sin embargo, cuando Hitler invadió la URSS, «recibieron el visto bueno para ponerse en contra de ellos». Luis Montero «inmediatamente» se alistó y empezó a formar parte de la resistencia. Su sobrina-nieta recuerda que llevó a cabo muchas labores de sabotaje contra los alemanes y un sinfín de acciones que lo llevaron a recibir tiempo después la Medalla de La Resistencia por parte del Gobierno francés.
De luchar en la resistencia francesa a ser deportado a un campo de concentración nazi
Debido a su implicación en la lucha contra los alemanes, Montero estaba en el punto de mira de las fuerzas del orden. Hasta que finalmente en noviembre de 1942 es detenido por la policía francesa en una redada «de gran envergadura». Tras ser interrogado bajo tortura y estar retenido en varias cárceles parisinas, pasó a manos de La Gestapo -la policía secreta estatal de la Alemania nazi-, quien lo deportó a uno de los campos de concentración más duros del sistema alemán: Mauthausen.
Una vez en el campo de concentración de Mauthausen, en Austria, el Partido Comunista que ya estaba organizado dentro del campo, movió sus hilos para que Luis Montero no tuviese que ir a trabajar a la cantera». Comenzó a emplearse en el garaje y de esta manera salva en cierta medida su tipo, dado que «si hubiese entrado en la cantera aquello era una sentencia de muerte prácticamente segura». Fue elegido con tan solo 34 años por los españoles como secretario general del PCE dentro del campo, donde organizó además un grupo de resistencia.
Cuando por fin los alemanes abandonan el recinto, a principios de mayo, tras prácticamente haber perdido la guerra, Montero, junto con varios de sus compañeros, tomaron las riendas del campo de concentración hasta que los americanos pudieran enviar refuerzos para liberar a todos los presos. Esa misma noche se desató el caos. «No me quiero imaginar cómo fue eso pero teniendo en cuenta que había miles de prisioneros que estaban muertos de hambre e intentaban atacar las cocinas para conseguir como fuese comida...», asegura Silvia Ribelles, antes de señalar que su tío abuelo hizo unas actuaciones «bastante heroicas» en las que resultó herido.
Foto tomada el día de la liberación. Montero está en el centro de la imagen, de perfil, tocado con una gorra, con un fusil al hombro, tocándole el codo con una mano a su interlocutor. CARAN (Centre d'accueil et de recherche
des Archives Nationales), Section XXeme siècle, fonds photographiques (non classés) de l'Amicale de Mathausen, Paris
Foto tomada el día de la liberación. Montero está en el centro de la imagen, de perfil, tocado con una gorra, con un fusil al hombro, tocándole el codo con una mano a su interlocutor. CARAN (Centre d'accueil et de recherche
des Archives Nationales), Section XXeme siècle, fonds photographiques (non classés) de l'Amicale de Mathausen, Paris
No es hasta el día 19 de mayo cuando Montero es evacuado a París por los americanos, «quienes hicieron toda esa labor de repatriación a bordo de sus aviones». Tras llegar a la capital francesa, el asturiano logra ponerse de nuevo en contacto con el partido. Pero para su sorpresa, «el PCE no recibe a estos hombres que habían mantenido encendida la llama del marxismo en los campos de concentración como héroes, sino todo lo contrario». «La teoría era que si esta gente no sobrevivió era porque colaboraron con los nazis dentro del campo», aclara la historiadora.
Mientras que muchos comunistas abandonaron el partido al sentirse decepcionados, Luis Montero «decidió bajar la cabeza y continuar defendiendo los ideales del PCE». Fue condecorado por el gobierno francés con la Medalla de la Resistencia y con la Cruz de Guerra con Estrella Roja, unas distinciones que recibió «con alegría y orgullo». Siguió además trabajando para el movimiento comunista en París, donde «más o menos logró rehacer su vida». Incluso llegó a establecer una relación amorosa con una chica polaca que había estado en las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española, tal y como recuerda su sobrina-nieta, Silvia Ribelles.
Regresa a Asturias para reorganizar la guerrilla antifranquista
En marzo de 1948, Santiago Carrillo, una de las figuras clave en el comunismo español desde la Segunda República hasta el final de la Transición, se puso en contacto con Luis Montero para que regresara a su tierra natal con el objeto de trasladar a los guerrilleros de Manolo, alias Caxigal, las nuevas órdenes de Stalin: salir de la lucha armada para empezar la lucha política. «El problema radicaba en que esa gente no podía volver a meterse en la sociedad porque llevaba ya muchos años fugados. Además, el partido tampoco los quería sacar de España para llevarlos a Francia porque decían que estaban todos manchados».Tras participar en esa «clandestina» misión, Montero regresó al país galo.
Fotografía que Luis Montero mandó a su hermano, Manolo, desde París en septiembre de 1948. Imagen cedida por Silvia Ribelles
Fotografía que Luis Montero mandó a su hermano, Manolo, desde París en septiembre de 1948. Imagen cedida por Silvia Ribelles
Al poco tiempo, pese a negarse por activa y por pasiva achacando sus problemas de salud, fue enviado de nuevo a España como líder comunista en el norte. «Después de pasar un invierno entero en Asturias, viviendo entre la montaña y pisos franco en Gijón y Oviedo, el partido decidió buscar un hombre para que le diese su relevo y nombraron a Vicente Blas como el mayor representante del partido en la región», relata la historiadora.
A finales de enero de 1950, Luis Montero fue detenido en Gijón por la Guardia Civil. Durante varios días aguantó «palizas y todo tipo de torturas» hasta que terminó hablando, siendo «la primera vez» que lo hacía. Nunca antes había delatado a nadie. Pero, «como ya estaba muy quemado dijo cuál era el escondite de los fugados de Caxigal, imagino con la esperanza de que esos hombres ya no estuvieran allí». De acuerdo con «la ley básica de clandestinidad» cuando sabían que algún miembro era arrestado el resto debía huir de aquellos lugares que este conocía.
Montero cae a sus 42 años «en desgracia absoluta ante el PCE», pasando a ser un traidor
Sin embargo, aquellos guerrilleros tenían tal confianza en Luis Montero que seguían escondidos en el mismo lugar. La Guardia Civil organizó «una tremenda batida» el día 7 de febrero de 1950, donde cayó el grupo de Caxigal, el último grupo importante de guerrilleros de Asturias. «Nueve hombres fueron abatidos esa mañana, entre ellos, Vicente Blas. Fueron enterrados en una fosa común en El Condado, Laviana, y solamente se identificaron a tres porque Montero no quiso dar más nombres ni apellidos», relata Silvia Ribelles, antes de aclarar que su tío abuelo fue llevado a la batida esposado a un agente para que «todo el mundo supiese quien había sido el delator». En ese momento Montero cayó a sus 42 años «en desgracia absoluta ante el PCE», pasando a ser un traidor.
El asturiano Luis Montero, conocido clandestinamente como «Sabugo», fue un líder comunista
El asturiano Luis Montero, conocido clandestinamente como «Sabugo», fue un líder comunista
Como sus hermanos estaban bien relacionados con el régimen, habían sido firmes defensores del bando sublevado, lograron que Luis Montero no fuese ajusticiado. Tras ser puesto en libertad en 1950 por la Guardia Civil, «supuestamente en Madrid» intentó ponerse de nuevo en contacto con el partido. «O tal vez fue al revés porque el PCE no tenía absolutamente ninguna noticia de cómo había quedado el bando en Asturias después de la caída de Caxigal y sus hombres. El único que lo sabía todo era mi tío abuelo y el partido me imagino que quería hablar con él para ver cómo estaba la situación», aclara Silvia Ribelles.
Montero cruza de nuevo clandestinamente los Pirineos hasta llegar a Francia. Una vez en el país galo se pierde toda su pista. «Seguramente fue Vicente Uribe -el que estaba al mando de la escuela guerrillera-, quien lo recogió y lo llevó a algún piso franco para interrogarlo. También para darle después el tiro de gracia», asegura la historiadora, quien asevera que desde entonces la familia busca «desesperadamente» el cuerpo de este comunista asturiano.
¿Qué ha sido de Luis Montero?
Ya en plena democracia, la familia preguntó hasta en dos ocasiones a Santiago Carrillo por el paradero de Luis Montero, pero el que fuese secretario general del Partido Comunista de España desde 1960 hasta 1982 «nunca quiso decir nada». «Primero lo hizo su hermano Mariano en los años 80 y después fui yo. En la Feria del Libro de Madrid le pregunté personalmente y después le envíe una carta, la cual me respondió y añadí al final del libro porque tuvo la amabilidad de responderme y eso es algo que agradezco porque a lo mejor es otra persona y no contesta. Pero bueno, nunca nos dijo dónde está y lo sabía, no nos cabe la menor duda», lamenta Silvia Ribelles.
Al final por un informe que la historiadora halló en el Archivo Histórico del Partido Comunista la familia llegó a la conclusión de que «efectivamente había sido purgado por el partido y lo habían quitado del medio en el año 1950». «No sabemos si le pegó un tiro, dejó su cuerpo por ahí tirado y alguien lo encontró, lo recogió y le dio sepultura. Hay otros guerrilleros que fueron enterrados, con nombres y apellidos, y sus familias nunca fueron notificadas pero años después aparecieron como el caso del Brasileño, quien fue enterrado en un pueblo de Galicia y fue encontrado por sus allegados», asegura Silvia Ribelles.
«Es bastante penoso que el partido no reconociese su labor, cuando dio su vida, sus mejores años, por un ideal, fuese erróneo o no»
La historiadora ha acudido a varios registros civiles de Francia en busca del acta de defunción de su tío abuelo pero hasta ahora no ha encontrado nada. No obstante, no cejará su empeño en encontrar su cuerpo. «Sus padres y sus hermanos nunca supieron más de él. Mi tío Pepe murió hace tres años con la esperanza de encontrar a su hermano y nunca lo logró. Y eso es muy duro», implora.
La historia de Luis Montero, alias Sabugo, es «paradigmática» de lo que vivieron otros muchos españoles comunistas de su época y a los que «tampoco» el Partido Comunista reconoció su labor. «Me parece bastante penoso porque al final dieron su vida, sus mejores años, por un ideal, fuese erróneo o no. Mi tío abuelo al fin y al cabo es un personaje histórico, no es Napoleón, pero es un ciudadano anónimo que puso un grano de arena para luchar por lo que él creía que estaba bien. Y lo dio todo por ese ideal, hasta su vida», sentencia Ribelles, quien junto con su familia colocó delante de la Estación del Norte de Oviedo un Stolpersteine en recuerdo a Montero. «Fue la primera piedra que se colocó en Asturias» y a partir de ahí empezaron a instalar más adoquines para recordar a las víctimas asturianas del horror nazi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario