domingo, 19 de noviembre de 2023
El "Deep State " recuerda al Sistema de M.Conde...RECOMENDADO.
El Estado Profundo (Deep State) español, un gran peligro para la democracia
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Cándido Marquesán Millán
CÁNDIDO MARQUESÁN MILLÁN
18 DE NOVIEMBRE DE 2023, 12:23
El abogado y escritor Damià del Clot ha publicado el libro “Anatomía del Deep State español”. A través de algunas entrevistas he tratado de extraer lo fundamental de su contenido. La idea de que existe un Deep State, Estado Profundo, -a partir de este momento utilizaré la denominación en castellano - ha sido muy aceptada desde hace décadas para describir la existencia dentro del Estado de una especie de “Estado Profundo” que funciona al margen de los políticos elegidos por la población; que, a diferencia de ellos, es permanente y estable y determina las políticas más fundamentales del Estado, las cuales, por tanto, quedan fuera del alcance de lo que los ciudadanos pueden modificar con la participación política. Militares, policías, jueces, altos funcionarios…: todo esto y más es el Estado Profundo, un entramado de personas e intereses que pueden llegar a convertir la política en una simple máscara utilitaria que los recubre y que legitima sus prácticas, por definición antidemocráticas.
El Estado Profundo existe más o menos en todo el mundo. En el libro, por ejemplo, Damià del Clot explica el caso del asesinato de Aldo Moro, un caso que Leonardo Sciacia documentó de forma insuperable en El affaire Moro. La existencia de un Estado Profundo, un complejo militar-industrial, fue denunciada muy enérgicamente por el presidente de Estados Unidos Dwight D. Eisenhower en su discurso de despedida. KGB era un “Estado Profundo” de manual. Y así tantos y tantos casos en todo el mundo.
Pero en el caso de España existe una diferencia fundamental”. Y es que el Estado Profundo español no sólo representa un Estado dentro del Estado, sino que representa la pervivencia del franquismo en un Estado que se llama y se hace pasar por democrático.
Si nos fijamos en los apellidos de personas que ocupan cargos dentro del entramado militar, judicial, policial, así como de grandes compañías (construcción, petroleras, eléctricas, banca, etc.) encontraremos que ahora son los hijos, nietos y otros familiares de los que las dirigían en la época franquista, los que ahora las están dirigiendo actualmente.
Los enemigos del Estado Profundo español están identificados desde la derrota de 1898, sigue diciéndonos Damià del Clot: los rojos y los separatistas. Son aquellos que defienden proyectos políticos progresistas, emancipadores republicanos, que rompen con los principios constitucionales que nunca gozaron de un debate público y sereno, como son los principios de la razón de Estado. En el momento en que está en riesgo la unidad del Estado, la monarquía o un aumento del poder político de las naciones históricas (Cataluña y el País Vasco) o de fuerzas progresistas, este Estado Profundo emerge de las cloacas y no tiene ningún reparo en mostrar su peor cara.
Desde el cambio de siglo hasta hoy la derecha ha desplegado un proyecto de cooptación de las instituciones
También trata el tema del Estado Profundo español el periodista Pedro Vallín en su libro C3PO en la Corte del rey Felipe. La guerra del Estado Profundo español contra la democracia liberal, del año 2021. En una entrevista Vallín nos dice que la democracia en España tiene 40 años pero el Estado (no la nación) tiene 500. El Estado funciona como un organismo autopreservativo y no se para en los límites de la democracia. Existe un Estado Profundo que en el fondo son unos comportamientos, unas sinergias, unas tendencias que tiene el aparato del Estado y la institucionalidad a autopreservarse. Son inercias de autopreservación, como un organismo inmune que reacciona por sí mismo. No hay un cerebro pensando detrás, son mecanismos automáticos que si no los tienes controlados ponen en riesgo la democracia. La razón de esto es porque el Gobierno en su momento le encarga a este Estado Profundo que resuelva los problemas, tanto la emergencia del 15M como ‘el “Procés’”. Lo mas emblemático es la Judicatura porque la voluntad soberana del país se expresa en el legislativo y en el ejecutivo que sale de él, en cambio la Justicia no se renueva cada vez que hay elecciones y allí se ve muy claramente la forma de actuar del Estado Profundo. Sigue diciéndonos Vallín, que la Transición en buena medida fue un proceso de embridado del Estado Profundo. para que se ajustara a un funcionamiento de democracia occidental homologable. Se hizo a partir de los mismos materiales —con estos bueyes hay que arar—, es decir, los jueces eran los mismos que en el Franquismo, las fuerzas del Orden también, etc. Fue un proyecto razonablemente exitoso. Lo que ha ido pasando, no solo en los últimos ocho o diez años, si no seguramente en los últimos 20, es que esto se ha descontrolado. Ya no es el Estado Profundo embridado en la democracia. Revertir esto es muy difícil porque requiere un proceso de sustitución de personas, no hay otra. Desde el cambio de siglo hasta hoy, la derecha ha desplegado un proyecto de cooptación de las instituciones. En la judicatura, en las altas magistraturas, en las fuerzas del orden, pero también en los colegios de las profesiones liberales. Revertir esto es muy complicado, salvo que hubiera un gran consenso democrático en la sociedad, que no lo hay. Hoy el Estado Profundo está tan desbocado, que ha creado incluso un partido político, que en la legislatura pasada llegó a tener 52 diputados, cuyas profesiones son abogados del Estado, jueces en excedencia, militares retirados….
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Ahora quiero fijarme en algunas actuaciones a través del tiempo del Estado Profundo español, que sobre todo trata de defender a España de los nacionalismos periféricos. Los fiscales Mena y Jiménez Villarejo elaboraron una querella presentada en mayo de 1984, contra el Consejo de Administración de Banca Catalana, incluido su vicepresidente ejecutivo, Jordi Pujol, entonces presidente de la Generalitat, que en noviembre de 1986, el pleno de la Audiencia de Barcelona la desestimó. Los nacionalistas lo tomaron como una declaración de guerra. El aparato de agitación y propaganda de CIU, con la ayuda de TV-3, funcionó a toda máquina para que el día de la investidura de Pujol, 30 mayo de 1984, casi 100.000 catalanes hicieran sentir su ira ante la sede del Parlament y ante el Palau de la Generalitat. En el balcón de la plaza de Sant Jaume, Pujol pronunció una de sus arengas más conocidas: “Dejadme decir una cosa por última vez. El Gobierno de Madrid, o el central, mejor dicho, ha hecho una jugada indigna. A partir de ahora, cuando se mencionen las palabras moral y ética podremos hablar nosotros, pero no ellos”. Poco antes los más significativos representantes de “ellos” – Raimon Obiols; el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall habían sido despedidos en el Parlament con golpes, gestos obscenos y gritos como: «¡Obiols, cabrón, somos una nación!», «¡Botifler!», «¡Traidor!» o «¡Matadlo! ¡Matadlo!». Tampoco faltaron «Felipe y Guerra atacan a nuestra tierra”. Según declaraciones de Jiménez Villarejo, estábamos en una situación clave de la transición iniciando el proceso autonómico. Pujol se había convertido en el símbolo de la nueva Cataluña y de la Transición y aunque era evidente su responsabilidad penal en los delitos que le imputaban, el Tribunal evitó que el proceso continuara, que fuera juzgado y eventualmente condenado -que habría sido lo justo- y a partir de ahí se creó un clima de impunidad. Clima de impunidad que le sirvió para seguir operando en su política, social y económica de forma arbitraria y fuera del peligro de cualquier persecución judicial, porque él controlaba perfectamente la parte del poder judicial que le interesaba. Impunidad que la utilizaron como chantaje los gobiernos del PSOE y del PP, para poder contar con el apoyo político de CIU en los momentos que lo necesitaron. “Tú nos apoyas, nosotros te dejamos hacer”.
Según un esclarecedor artículo de José Antonio Zarzalejos “Qué coño es la UDEF? El Estado, señor Pujol”. A Pujol se le consintió este continuo comportamiento corrupto mientras se instaló en la política de “la puta y la Ramoneta”, es decir, en una tolerable ambigüedad que no amenazaba la integridad del Estado. Pero cuando -con sus bolsillos no precisamente de cristal, incluidos los de miembros familiares- decidió hacerse independentista y respaldó a Artur Mas en su misión de vanguardia del secesionismo, el Estado Profundo ha dicho “hasta aquí hemos llegado”. El Estado Profundo le ha hecho al que fuera Molt Honorable, un traje a la medida. Porque para enfrentarse al Estado Profundo, retándolo, hay que estar limpio como una patena. Cuando Pujol se preguntó retórica y públicamente “¿Qué coño es la UDEF?”, alguien debió contestarle: es el Estado Profundo, señor Pujol, que le está tomando la matrícula para ver si usted -y tras de usted otros tienen autoridad moral para atentar contra su integridad. España está débil y padece muchas patologías pero el Estado Profundo se defiende cuando ve que está siendo atacado. Los políticos secesionistas de Cataluña pecaron de ingenuidad y además de imprudencia. No sabían con quién se la estaban jugando. El independentismo se planteó desde Barcelona como una partida de mus sin cartas ganadoras. Y así no se hace política de ruptura de un Estado con siglos de historia. Alguien le dijo a Pujol “confiese” y debió ser muy persuasivo porque se ha suicidado políticamente, ha destrozado a su partido, además de dejar noqueados a su delfín y a una buena parte de la sociedad catalana.
Durante el Procés la actuación de ese Estado Profundo todos hemos podido constatarla. El Pleno del Congreso de los Diputados aprobó el 21 de septiembre de 2017 con el voto en contra del PP y la abstención de Ciudadanos -el partido de la regeneración democrática-, el dictamen de la comisión de investigación que señaló al ex ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, que ya fue reprobado con anterioridad por el Congreso; al ex director general de la Policía Ignacio Cosidó y al ex director adjunto operativo (DAO) de ese mismo Cuerpo Eugenio Pino como responsables políticos del uso partidista de este departamento. Entre las conclusiones del dictamen leídas por el presidente de la Comisión Sr. Legarde Uriarte cabe citar la tercera y la cuarta.
3ª) En el Ministerio del Interior, bajo el mandato del señor Fernández Díaz, usando de manera fraudulenta el catálogo de puestos de trabajo, se creó una estructura policial bajo las instrucciones del señor Cosidó Gutiérrez y por orden del DAO Eugenio Pino”. Y todo ello, con el conocimiento y consentimiento del ministro. Esa estructura estaba “destinada a obstaculizar la investigación de los escándalos de corrupción que afectaban al PP y al seguimiento, la investigación y, en su caso, la persecución de adversarios políticos”. La comisión señala como víctimas de esa persecución al PSOE, a Podemos o a los nacionalistas catalanes.
4ª) Para la comisión, las “decisiones” tomadas por Fernández, Cosidó y Pino han “supuesto una inaceptable utilización partidista de los efectivos, medios y recursos de Interior y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado”. Entiende el Parlamento que ha habido por tanto “un abuso de poder que quebranta reglas esenciales de la democracia y del Estado de Derecho”. Un ejemplo de libro de actuación del Estado Profundo, para defender España.
La actuación del Estado Profundo la constatamos en todo el proceso judicial a los políticos catalanes que ha sido de extraordinaria dureza en cuanto a las penas
Además la actuación del Estado Profundo la constatamos también en todo el proceso judicial a los políticos catalanes, que ha sido de extraordinaria dureza en cuanto a las penas. Igualmente el Estado Profundo ha ejercido una auténtica persecución judicial contra Unidas Podemos, con múltiples casos abiertos contra sus líderes, Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, que luego el juez, cuyo nombre no quiero mencionar, al final los ha tenido que archivar, aunque el daño estaba ya hecho. O la expulsión del Congreso del diputado de Unidas Podemos, Alberto Rodríguez.
Y ahora mismo el Estado Profundo se ha puesto en funcionamiento a toda máquina ante la posible aprobación de una Ley de Amnistía, al grito “se rompe España”.: Jueces, Fiscales, Abogados del Estad; Inspectores de Hacienda y de Trabajo; Ejército y Fuerzas del Orden Público; además de altos cargos de la Administración se han manifestado en contra de la amnistía, incluso antes de su conocimiento. Y acaban de incorporarse la Asociación de Militares Españoles (AME) con un manifiesto, firmado por al menos medio centenar de altos mandos militares retirados, en el que piden a los miembros de las Fuerzas Armadas en activo que destituyan al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para convocar unas nuevas elecciones generales. El texto hecho público, fechado el jueves —día de la investidura—, oculta el nombre de los firmantes. Todos los generales de división, generales de brigada, coroneles, tenientes coroneles, comandantes y capitanes que suscriben el manifiesto están retirados, por lo que no se les puede aplicar el régimen disciplinario de las Fuerzas Armadas. Algunos de los firmantes formaban parte del grupo de WhatsApp en el que se afirmaba que habría que “empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta”.
En defensa de la ética militar democrática y de la Constitución
Como colofón de todo lo expuesto, me parecen muy esclarecedoras las palabras sobre la esencia y existencia del Estado Profundo, así como sus resistencias a una profundización de la democracia, de Íñigo Errejón en una entrevista titulada La libertad desesperada, y publicada en la revista Anfibia, editada por la UNSAM, Universidad Nacional d San Martín en Buenos Aíres, realizada por Iván Schuliaquer, profesor de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín, investigador del CONICET y miembro asociado del Instituto de Investigación Médias, Culture et Numérique de la Sorbonne Nouvelle.
Errejón: “Hay un segundo nivel de batalla -el primer nivel de la batalla es a nivel político y mediático-, que es el terreno del Estado y sus aparatos. Ese terreno no es sólo de los ámbitos políticos de representación que se ven todos los días, sino que es el terreno del conjunto de aparatos que compone al Estado y que se sustraen al control de la soberanía popular. Aparatos a los que se accede por estudios o por conexiones familiares. Aparatos que desarrollan un espíritu de cuerpo, valga la redundancia, muy corporativo y que a veces incluso se arrogan la misión histórica de tener que salvar a los países de la propia voluntad democrática que expresan sus ciudadanos. En ese terreno hay que reconocer, en general, la mayor preparación de las fuerzas conservadoras y el descuido histórico de las fuerzas progresistas que han ido entregando cada vez más segmentos y parcelas del Estado a quienes quieren trabajar para que las cosas no cambien”.
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