Marqués de Riscal, una enseña nacional.
Marqués de Riscal: vinos centenarios, Gehry y cómo reinventarse 150 años después
José Luis Casado y Amaya Cervera
Compre los vinos seleccionados para este artículo
[+] Comprar
Siglo y medio después de su fundación por Camilo Hurtado de Amézaga, Marqués de Riscal es conocida en todo el mundo por el hotel de voladizos de colores diseñado por Frank Gehry. Pero esto es sólo la punta del iceberg. Hace un mes algunos privilegiados catábamos viejas añadas de la casa, cuatro de ellas ¡del 1800! Aunque los nuevos vinos que está lanzando la bodega en estos días poco tienen que ver en su estilo con esas experiencias del pasado.
Ciudad del Vino de Marqués de Riscal.
La cosecha más antigua de la memorable cata histórica fue 1870. La más joven, 1964, la que muchos considerarían quizás la mejor añada del siglo XX. Ninguna otra bodega de Rioja puede presumir de albergar semejantes reliquias. ¿A qué sabe un vino de 140 años? ¿Es capaz de mantener la compostura después de un encierro tan prolongado en botella?
Incluso con las copas vacías, era difícil reprimir la emoción ante la fila de botellas que se habían dispuesto ordenadamente sobre la mesa en sus correspondientes cajetines de madera y con la añada escrita con trazos de tiza. Las más antiguas ofrecían un aspecto casi decrépito. ¿Habría vida en su interior?
La ceremonia del “no-descorche” de estos vinos ancianos es un fascinante espectáculo. Para que el tapón no se desintegre, se arranca literalmente el cuello de la botella con unas tenazas encendidas al rojo vivo. Es un corte limpio y preciso; el mismo sistema que se utiliza para los viejos oportos vintage.
Así se abren las botellas del siglo XIX.
Los primeros 100 años
Camilo Hurtado de Amézaga, marqués de Riscal y un hombre adelantado a su tiempo fundó la bodega en 1858 totalmente inspirado por Burdeos. Poco después traía las primeras viníferas francesas a su viñedo: cabernet, merlot, pinot noir, malbec. En 1868 nombró a Jean Pineau, cuya contratación había sugerido él mismo a la Diputación de Álava para mejorar los vinos de la provincia, administrador de su bodega. El Marqués de Riscal 1870 es, pues, un tinto de la etapa fundacional. En esa época tan temprana algunas añadas ya habían sido premiadas en concursos de Burdeos. El éxito y la aparición de burdas imitaciones fue lo que llevó a cubrir la botella con las famosas redecillas de alambre que luego adoptaron otras marcas clásicas y que en plena revolución enológica de finales del siglo XX, olvidado su origen y significado real, se vieron un tanto anticuadas.
Volvamos al 1870, el vino más antiguo que hemos probado. No sólo resulta complejo en nariz. Es asombroso cómo mantiene su estructura más allá de la acidez. ¡Tiene cuerpo! Es un audaz superviviente del paisaje riojano de hace casi siglo y medio.
Todo preparado para la cata histórica.
En el cuadro adjunto encontrarán la descripción de las distintas añadas que se cataron. En general, esperábamos toparnos con narices clásicas y de gran complejidad, con los típicos aromas reductivos y de vejez de este tipo de vinos (aunque Riscal rompe cualquier barrera de vejez que un catador pueda tener en mente). Pero algunas bocas fueron aún más sorprendentes. Frente a la línea delgada y ácida que suele convertirse en columna vertebral de los riojas con varias décadas a sus espaldas, algunos riscales sorprendieron por conservar cierta estructura y destellos tánicos.
Seguro que las excepcionales condiciones de conservación de la bodega histórica de Riscal, la “Catedral”, excavada en la roca tienen mucho que ver en ello. La mayoría de vinos que pudieron exhibir con orgullo cierto músculo deberían haber sido imbebibles en sus primeros años o incluso décadas de vida. Especialmente los que llevaban mayor aporte de variedades foráneas (los llamados “reserva Médoc” en alusión clara a la mítica región bordelesa) parecían haber evolucionado hasta un cierto punto para luego, en ocasiones, quedarse como suspendidos en el tiempo. ¿Hay que atribuir el logro al poderío de la cabernet?
Los vinos de antes
• Marqués de Riscal 1870. Rubí teja ladrillo. Complejo. Asombrosamente mantiene cierto cuerpo y estructura.
• Marqués de Riscal 1883. Rubí ladrillo. Almizcle, empireumáticos, ahumados, con las clásicas notas de la vejez, pero sin declive.
• Marqués de Riscal 1889. Rubí teja anaranjado. Complejo, profundo, fruta desecada, ahumados, especias dulces, pimienta, cuero. Sabroso, con viveza y alegría en el paso de boca.
• Marqués de Riscal 1897. Rubí teja con ribete anaranjado. Con bastante reducción (almizclado, ahumado, fruta desecada). Expresivo en boca, aterciopelado, con taninos dulces y finos.
• Marqués de Riscal 1900. Caoba yodado ribete ladrillo. Orejones, ahumados, dátiles. Acidez viva que aporta frescura. Aromático y con noble reducción.
• Marqués de Riscal 1910. Teja anaranjado. Fruta escarchada, brandy, caramelo quemado, toffee, hierbas aromáticas, especias. Seco en boca, muy equilibrado y fluido.
• Marqués de Riscal 1917. Rubí teja ribete ladrillo. Original nariz con marcado carácter especiado y recuerdos de curry. Viva acidez, incluso con sensación cítrica.
• Marqués de Riscal 1924. Teja amarroando. Quizás el menos expresivo, con recuerdos de cal en nariz y algo menos de acidez en boca.
• Marqués de Riscal 1938. Rubí teja ribete anaranjado. Aroma almizclado y especiado (curry), torrefactos, cacao. Boca sabroso, aromático, con viva acidez. Rico en sensaciones y buena textura aterciopelada.
• Marqués de Riscal 1945. Rubí con buena capa de color. Fruta pasa, especiados, fruta desecada, ahumados. Sabroso, con estructura y volumen. Seco, aromático, correcta acidez.
• Marqués de Riscal 1948. Teja ladrillo. Reducción, café, cuero, fruta escarchada, higos, anisados, notas tostadas. Muy seco en boca.
• Marqués de Riscal 1950. Caoba con tinte yodado. Toffee, melosos, anisados. Muy expresivo, vivo y aromático. Con notas ahumadas y de caza. Fresco y sedoso.
• Marqués de Riscal 1958. Rubí teja con ribete yodado. Complejo y expresivo, cuero, almizcle, ahumados, especiados, fruta escarchada, caramelos de miel, café, hierbas. Seco, sabroso, finos taninos.
• Marqués de Riscal 1964. Rubí teja con ribete ladrillo. Fruta desecada (orejón, dátiles), especias dulces (nuez moscada y clavo), Ahumados. Fino y sedoso, aromático y con noble reducción.
Uno de los comentarios que más se repitieron en la cata fue el de que los vinos que estaban sobre la mesa pertenecían a otra época y eran irrepetibles. Esto es especialmente cierto en el caso de los tintos prefiloxéricos (además de 1870, 1883, 1889, 1897 y 1900). Hay un antes y un después de la mayor plaga en la historia de la viticultura mundial. Pero más allá de la aparición de los portainjeros y la obligatoriedad de trabajar sobre pies de vides americanas, los únicos que se revelaron resistentes al temido insecto, en siglo y medio también ha cambiado la ubicación de la viña, el espectro de variedades, la viticultura, la forma de elaborar... Si echamos un vistazo a los datos analíticos, vemos que ninguno de esos vinos del pasado superaba los 12 grados.
Chirel, el primer rioja moderno
De hecho, Riscal ya dio una respuesta moderna –y bien temprana– al inicio de la década de los noventa con su Barón de Chirel, que se estrenó en el mercado con la añada 1986. Considerado el primer super-rioja o tinto de alta expresión, fue un hito en su día (sólo hay que ver lo que se ha llegado a imitar su etiqueta ideada en Londres por Design Bridge).
El vino se definió con vocación de detalle para obtener una expresión nítida y concentrada: a partir de una selección de cepas viejas de más de 40 años y bajos rendimientos, con un porcentaje de cabernet sauvignon (en Riscal se bromea a menudo diciendo que es su “variedad experimental” de 150 años en clara alusión al estatus oficial que tiene esta uva para el Consejo Regulador) y una crianza relativamente larga para los estándares actuales: de unos 20 meses aproximadamente en roble americano. La voluntad de selección quedó reforzada con la introducción de la mesa de trie en 1995, la primera del país según la bodega.
Tanta precocidad ha hecho que al primero de los renovadores de Rioja se le considere un clásico. Sobre todo teniendo en cuenta la avalancha de marcas que llegaron detrás luchando por lo sublime, pero también por la notoriedad y por obtener el mayor efecto mediático posible. Quizás por eso resulta tan reconfortante redescubrir Chirel cuando se tiene la oportunidad de sentarse sin prisas frente a alguna de sus más destacadas añadas. Porque no es un vino explosivo, sino del tipo que necesita tiempo para ir creciéndose en la copa y desarrollando bouquet.
Sin embargo, hay un nuevo Barón de Chirel gestándose en la renovadísima bodega de Riscal. La cosecha 2006, por ejemplo, que aún tardará en salir al mercado, está envejecida en un 100% en roble francés. La muestra que tuvimos la oportunidad de catar de la mano de Pedro Aznar, director comercial técnico de la casa, en un avance de lo que serán los futuros tintos de bodega, nos resultó especialmente firme y mineral, con un gran potencial de desarrollo. Su antecesora 2005, que tampoco ha llegado al mercado, es probablemente el Chirel para recuperar la marca: picota intenso, ciruela concentrado, fina nota de cuero; con gran intensidad en boca, taninos pulidos, gran fescura, nítida fruta roja ácida de insistente recuerdo y gran profundidad de sabor. Un vino que parece imposible que no vaya despertando pasiones a su paso.
Una futura añada de Barón de Chirel.
Los nuevos vinos de finca
La cosecha 2006 ha sido la elegida para lanzar un nuevo concepto de tinto en la casa, que llevaba veinte años sin hacer alarde de novedades con excepción de ese Frank Gehry Selection 2001 que servía de homenaje al arquitecto que ha vuelto a poner la bodega en el mapa y en el mundo a lo grande.
Si el vino Gehry es muy probable que acabe siendo una etiqueta intimista asociada a actos sociales y compromisos de la bodega, el Finca Torrea que ve la luz estos días tiene como objetivo conseguir que la imagen de firma moderna y renovada que Riscal ha conseguido proyectar en todo el mundo gracias a la Ciudad del Vino (sin duda, la campaña de marketing más ambiciosa, apabullante, internacional y efectiva que haya realizado nunca una bodega española) tenga una correspondencia clara en la copa.
Finca Torrea no es el tinto que cabría esperar de una bodega clásica. El concepto y el diseño es moderno, pero sin excesos, anteponiendo la elegancia y el equilibrio a la concentración. Ofrece una seductora nariz de fresas con nata, que combina las notas de pastelería con la pureza de la fruta roja. Es un tinto goloso, con el volumen justo en boca, taninos finos y acariciantes y buenas dosis de frescura.
Los riscales del siglo XXI.
La etiqueta es atrevida: especialmente grande y llamativa, se inspira en la vista aérea de Google de la Finca Torrea de la que procede el vino. Tiene además un alter ego en la bodega de vinos blancos de Rueda con el mismo recurso gráfico, pero en este caso el de la Finca Montico (cosecha 2008) que da nombre a un nuevo verdejo con el que se ha querido recuperar los aromas y el carácter de la variedad en los ochenta, trabajada con levaduras naturales y lías finas y abasteciéndose de uno de sus viñedos más antiguos y de mayor calidad plantado en el mismo municipio de Rueda.
De ambos se han elaborado unas 45.000 botellas, pero la idea es alcanzar el medio millón con el tiempo para convertirlas en marcas de calidad, pero de amplia disponibilidad y gran relación calidad-precio.
Marqués de Riscal en el siglo XXI
Marqués de Riscal es la marca más antigua de Rioja y, con ayuda de Gehry, se ha convertido en la séptima bodega más visitada del mundo. ¿Pueden conseguir unos hipnóticos voladizos de titanio que el número de curiosos y aficionados que se acercan hasta el pequeño pueblecito de Elciego pase de 7.000 a 60.000? Parece ser que sí.
La Ciudad del Vino (el nombre está patentado) incluye el hotel Marqués de Riscal gestionado por la cadena Starwood (y los vinos de Riscal están en los Starwood del mundo, lo que ha llevado la marca a 20 nuevos países), dos restaurantes asesorados por Francis Paniego (del restaurante Echaurren de Ezcaray), un spa de vinoterapia de la firma francesa pionera en la materia Caudalie y las bodegas centenarias.
Los efectos de Gehry sobre el paisaje riojano.
En la actualidad exporta el 60% de su producción a 80 países. Su vino de mayor producción (no se le puede negar el mérito de firmar cuatro millones de botellas) sigue siendo el reserva y no elabora nada por debajo de esta categoría. La cosecha 2005 que saldrá al mercado en septiembre y que está más cerca de los 14% vol. no tiene nada que ver con sus ancestros de la cata histórica, pero sigue la línea iniciada en 2001 (al 2003 le dimos un “lacre” en La Guía TodoVino) de intentar conseguir tintos bien definidos y con algo más de peso de fruta, aunque sin descuidar esas narices clásicas a canela, almizcle, cuero y especias.
El objetivo para Pedro Aznar es tremendamente ambicioso: “Queremos que en cualquier lugar del mundo cuando alguien tenga que nombrar tres vinos españoles, uno de ellos sea Riscal”. Y lo que probarán los ciudadanos del mundo será fundamentalmente el reserva, en menor medida el nuevo Torrea o, quienes tengan más posibles, el elegante Chirel. Sólo algunos afortunados (y la cata histórica fue un hito sin precedentes) podrán experimentar cómo es un vino del siglo XIX. A Gehry, por cierto, le involucraron en el proyecto dándole a probar una botella de su año de nacimiento. Sin ella hoy Riscal quizás sería otra bodega centenaria de Rioja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario