No son los tipos de interés. Y el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, lo sabe. Si verdaderamente emerge un problema de deflación en la Eurozona, no bastará con estrujar más unos intereses oficiales que ya están en el 0,25%. Llegado ese punto, hará falta disparar munición monetaria menos convencional, como situar los tipos de la facilidad de depósito en negativo o lanzar un programa de compras de activos financieros, es decir, un QE a la europea que ya ha sido discutido en la reunión de hoy, tal como el propio Draghi ha reconocido. 
Por eso al banquero italiano se le ha llenado la boca cuando ha admitido que todos los miembros de la entidad, de forma "unánime", apoyan el compromiso de adoptar medidas no convencionales, como ese QE a la europea, en caso de que esté en riesgo la estabilidad de precios y siempre que esa iniciativa "esté dentro del mandato del BCE". Es muy consciente de que ese "unánime" incluye al presidente del Bundesbank, Jens Weidmann. O lo que es lo mismo, el guardián de la ortodoxia, el halcón más halcón del BCE, rebaja su dureza y, a diferencia de maniobras anteriores, como cuando el BCE lanzó el programa de compras de bonos (OMT) en septiembre de 2013, esta vez sí está a favor de acometer experimentos monetarios más expansivos. 
Draghi reabre así la posibilidad de poner en marcha nuevas medidas en los próximos meses, una puerta que él mismo había cerrado hace un mes cuando se atrevió a insinuar que tal vez no harían falta más iniciativas por parte del BCE. Este cambio de percepción en apenas un mes se debe al preupante dato de inflación conocido en marzo. Según las cifras provisionales de Eurostat, durante el mes pasado la tasa interanual de inflación se enfrió hasta el 0,5%, el nivel más reducido desde finales de 2009. 
Por el momento, eso sí, aunque Draghi ha relajado su discurso con respecto al mostrado hace un mes, lo cierto es que sigue anticipando que se producirá"una subida gradual los precios". Aunque admite que se va a atravesar un "prolongado periodo de baja inflación", la posición del BCE es que "a medio y largo plazo las expectativas sobre los precios continuarán firmemente ancladas al objetivo de mantener la inflación por debajo, pero cerca, del 2%".
Si los datos de los próximos meses certifican que el BCE está en lo cierto, algo que tendría que empezar a ocurrir en abril tal como ha confesado el banquero italiano, no harán falta esas medidas no convencionales. Pero por ahora Draghi ha arrancado ese compromiso "unánime", una novedad que allana el camino en caso de tener que aplicarlas. 
A la espera de saber si esos riesgos van a ir a más y van a obligar al BCE a dar más pasos, la entidad ha mantenido el precio oficial del dinero en el mínimo histórico del 0,25% en el que se encuentran desde noviembre. Tampoco se ha atrevido a dar ya el paso de situar los tipos de la facilidad de depósito en negativo, con lo que siguen en el 0% en el que están desde julio de 2012.