Una de las cosas más llamativas de novelistas y ensayistas estadounidenses es que casi todos tienen muy claro cuál es el mensaje que deben transmitir a los medios, y Jeremy Rifkin es uno de los que mejor interpreta este papel. Es cierto que eso supone repetir prácticamente las mismas ideas y los mismos datos a uno y otro periodista, pero su experiencia les hace pensar que esta tarea de repetición e insistencia conseguirá que el mensaje se transmita de la forma concreta que quiere el autor. No siempre funciona, porque la transmisión no es uniforme: Le Monde, por ejemplo, publicó recientemente un articulo según el cual Rifkin había previsto el final del capitalismo para 2060, algo que él niega porque no cree, afirma, que este sistema se vaya a acabar ya.
Es normal que Rifkin no crea en el fin del capitalismo porque es un utopista oficial. El pensador norteamericano se ha distinguido, desde El fin del trabajohasta La sociedad de coste marginal cero (Paidós) que vino a presentar ayer a la Fundación Rafael del Pino, por captar tendencias sociales y dirigirlas hacia un terreno que pudieran ser útiles y rentables para los Gobiernos. Rifkin ha asesorado a Merkel y Zapatero sobre energías renovables, lo cual está haciendo ahora para China, y es también asesor de la UE en diversos asuntos, además de haber influido notablemente en la visión energética deObama, y espera seguir ese camino con las novedades que anticipa en su nuevo libro.
La economía del compartir está creciendo al lado del capitalismo, que seguirá existiendo de aquí a 35 años, pero que ya no será el único árbitro de la economía
En él, Rifkin señala que ha aparecido un nuevo paradigma económico nuevo, el procomún colaborativo, “que es el primer sistema que ha arraigado desde la llegada del capitalismo y del comunismo”. Este nuevo modelo y el capitalismo tradicional pueden coexistir y actuar conjuntamente, pero terminarán compitiendo entre sí en una lucha que “será prolongada y muy reñida, y que definirá el siglo XXI. Esta economía del compartir está creciendo al lado del capitalismo, que seguirá existiendo de aquí a 35 años, pero que ya no será el único árbitro de la economía”.
Hasta ahora sólo hemos visto una parte del procomún colaborativo, la que visualizamos a través de Google, Facebook o Twitter, pero eso es sólo el principio. “Ahora compartimos música, ya estamos comenzando a hacerlo con el coche y la vivienda a través de páginas como Airbnb; dentro de poco el conocimiento mismo podrá concretarse fácilmente a través de las impresoras 3D. “Hoy vemos cómo muchos jóvenes comparten canciones, vídeos o informaciones a través de páginas especializadas, blogs y redes sociales, y esa tendencia irá a más, porque estamos dejando de ser productores o consumidores para convertirnos en prosumidores, personas que producen y consumen al mismo tiempo, y porque cada vez lo hacemos con menor coste”.
Esa sociedad de coste marginal cero (coste marginal: el incremento del coste total que supone la producción adicional de una unidad de un determinado bien) “ha devastado industrias del siglo XX como periódicos, discográficas o editoriales porque de pronto cientos de millones de personas pueden producir sus conocimientos sin pasar por ellos”. La industria, afirma Rifkin, pensaba que su carta más poderosa era ese cortafuegos en qué consistía el paso del mundo virtual al físico, “pero con la internet de las cosas vamos a ver cómo, en veinte años, cientos de millones de personas producirán su propia energía a través de las renovables y cómo con esa energía podrán imprimir sus productos en sus impresoras 3D”. Ese paso al mundo físico ya se ha dado y es inevitable.
Las impresoras 3D serán tan baratas que cada niño tendrá una para poderse hacer sus propios juguetes
“Está ocurriendo en Alemania, donde millones de particulares con pequeños negocios, y con cooperativas, que ponen sus recursos en común y que consiguen préstamos de los bancos con bajos intereses, han comprado sus paneles solares y sus molinos de viento, y una vez que los hayan pagado del todo llegas a coste marginal cero, porque ni el sol ni el viento te mandan la factura a final de mes. Acaba de presentarse en Chicago el primer coche impreso, realizado a través de 3D, salvo el chasis, y esta será la constante. Las impresoras 3D serán tan baratas que cada niño tendrá una para poderse hacer sus propios juguetes”.
Un modelo factible
Este es el mundo que nos dibuja Rifkin: gente compartiendo sus conocimientos, que tiene instrumentos a mano para llevar sus ideas a cabo y en la que pequeños productores cooperarán de continuo. Son “personas que se oponen a los acotamientos en todas sus formas, y que quieren establecer una cultura transparente no jerárquica y colaborativa” y Rifkin los llama “los nuevos comuneros”. Eso es lo que en teoría nos espera. Es cierto que, hasta ahora, el procomún colaborativo no es más que un medio para que los contenidos que producen muchos los aproveche exclusivamente un monopolio (Google, Facebook, Twitter...) o un oligopolio (los contenidos culturales gratis han servido para que las operadoras que facilitan el acceso a la red ganen mucho dinero) y que el nuevo terreno de juego ha supuesto la traslación de los monopolios de un lado a otro (en la música y en la cultura en general, el problema ya no está en la producción, que es barata, sino en la producción y en la visibilidad. Salen muchas cosas pero todas son invisibles), pero eso no desanima a Rifkin, que cree que este modelo es factible. También para nuestro país, que le da cierta pena.
La tarea hoy es construir las infraestructuras para esa nueva economía y, si España tomase esa tarea como suya, podría crear empleo para veinte años en toda clase de trabajos
“El mayor problema para España es que tenéis una economía que no va a ningún sitio. Millones de jóvenes están desempleados, y hay gente que vive con sus padres a los 35 años, pero eso se puede cambiar por la mañana si se quiere, porque hay dinero. Los cambios de paradigma ocurren cuando hay nuevas tecnología de la comunicación, nuevas fuentes de energía y nuevas formas de transporte. El siglo XX tuvo el teléfono, el petróleo y los coches. Hoy está internet, la energía renovable y el GPS. La tarea hoy es construir las infraestructuras para esa nueva economía y, si España tomase esa tarea como suya, podría crear empleo para veinte años en toda clase de trabajos, desde los poco formados hasta los muy cualificados. Para eso tendría que moverse desde la economía fósil del siglo XX a la energía renovable del XXI”.
El mayor beneficiado de este tipo de cambio no será un país concreto, asegura Rifkin, sino la humanidad misma. “Estamos llegando a la sexta extinción a causa del cambio climático. Vamos tan rápido que de aquí a final de siglo van a desaparecer el 70% de las formas de vida de nuestro planeta si seguimos así. Por eso, la sociedad de coste marginal cero es lo mejor que nos puede pasar para resolver los problemas del cambio climático: reduciremos el uso de los naturales, compartiremos coches y ropa y podríamos eliminar hasta el 80% de los vehículos de las zonas de mayor densidad de población, porque gracias al acceso no nos hará falta ser propietarios”.
Por eso le parece muy triste la situación de España, que habiendo llegado a estar a la par con Alemania, el modelo por excelencia en la energía renovable, prefirió pararlos. “Ahora queréis volver al siglo XX. Vuestro primer ministro dice que quiere digitalizar la economía, lo cual está muy bien pero no debe pararse sólo en el entrenamiento y la comunicación, sino que debería hacerlo también para poder compartir la energía, los transportes y la logística”.