Hubo algo en lo que coincidieron el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y la presidenta de la Reserva Federal norteamericana, Janet Yellen, en sus discursos en Jackson Hole el fin de semana pasada. Pasó completamente desapercibido, pero es muy importante. Esto era lo que decía Janet Yellen: "Junto con los factores cíclicos, significativos factores estructurales han afectado al mercado de trabajo, incluyendo el envejecimiento de la fuerza de trabajo y otras tendencias demográficas, los posibles cambios en el grado subyacente de dinamismo en el mercado laboral, y el fenómeno de la polarización, esto es, la reducción del número relativo de puestos de trabajo que requieren un nivel de capacitación medio". Y, al analizar la reducción de la participación de la población en la fuerza de trabajo, se preguntaba: "¿Qué parte de esta reducción refleja cambios estructurales y qué parte refleja la debilidad cíclica del mercado laboral?".
Mario Draghi realizaba una aseveración similar: "Hay signos de que, en algunos países al menos, una significativa parte del desempleo es estructural". Otra parte, a su juicio, es cíclica y se debe a la reducción de la demanda agregada. Aunque Draghi, en lugar de apuntan a la escasez de empleos para trabajadores de formación media, apunta a que, en el Viejo Continente, lo que no hay es trabajo para los menos formados.
Lo que vienen a decir los banqueros centrales, muy especialmente Janet Yellen, es que ellos no pueden hacer nada contra el desempleo estructural. Que su misión es la de combatir el paro que ha generado la crisis económica. Contra el paro estructural tienen que actuar los Gobiernos. Ahí es donde carga las tintas Mario Draghi. Compara Irlanda con España. Dice que, si durante la crisis en el primer país el paro estructural aumentó un 0,5%, en España lo hizo un 2,5%. Reconoce Draghi que en la hinchada cifra de España influye la inmigración que había llegado con anterioridad. Pero añade que las situaciones de partida en España y en Irlanda no eran iguales. De hecho, deja en feo al Gobierno español anterior afirmando que las reformas estructurales en el mercado de trabajo sólo comenzaron en España a partir del año 2012, mientras que en Irlanda, el programa de rescate impuso una bajada de salarios desde 2008. En definitiva: mientras en Irlanda el mercado de trabajo ajustó vía precios (reduciendo los sueldos de los trabajadores), el mercado español lo hizo vía cantidades (recortando las plantillas). Y ve mejor el primer ajuste, el de Irlanda, propiciado por el rescate, que el español que, a su juicio, se debe a la rigidez del mercado.
El paro no se disolverá con el crecimiento del PIB
Si ponemos en relación un discurso con otro, el de Janet Yellen con el de Mario Draghi, llegamos a un punto de conexión: hay una gran parte del paro que es estructural, que aunque la economía salga de la crisis, que aunque el PIB comience a crecer, no se disolverá. Lo mismo en Estados Unidos que en Europa. Draghi, comparando España con Irlanda, viene a decir que el paro estructural se resuelve liberalizando el trabajo y facilitando bajadas de salarios. Pero Estados Unidos es uno de los países con el mercado laboral más libre del mundo y también allí se habla de tasa de paro estructural, también allí, como insistió Janet Yellen, existen múltiples recursos en el mercado de trabajo que están sin utilizar. No en vano, la tasa de participación de la población en edad de trabajar en el mercado de trabajo estadounidense es de apenas un 62,9%.
En definitiva: Estados Unidos nos demuestra que la liberalización del mercado de trabajo no es suficiente para acabar con el paro estructural. Puede ayudar a maquillar las cifras del paro, puesto que se contabilizan como trabajadores aquéllos que apenas están ocupados unos días o unas horas a la semana, pero nada más. Puede ayudar a reducir los costes laborales de las empresas porque una legislación menos protectora de los derechos de los trabajadores facilita las bajadas de salarios. Pero las bajadas en el precio del trabajo es algo que, más o menos explícitamente, preocupa a todos los banqueros centrales. Janet Yellen busca subidas de salarios como uno de los síntomas inequívocos de que llega la recuperación del mercado de trabajo. También el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney. Y el propio Mario Draghi comenta que le preocupa la caída de la demanda agregada que, sin duda, se debe a la caída del poder adquisitivo de los salarios.
Las nuevas reformas estructurales necesarias: hacia la ciudadanía económica
Habiéndose demostrado que incluso el mercado laboral más libre del mundo es incapaz de dar trabajo a todo el mundo, las reformas estructurales que, de una u otra manera, reivindican los banqueros centrales, deben ir por otro camino. El objetivo explícito debe ser el pleno empleo.Dado que el trabajo es lo que integra en la sociedad, lo que a uno le convierte en ciudadano, no se puede permitir que cada vez haya más personas expulsadas del sistema. Si renunciamos al objetivo de que todo el mundo tenga trabajo, la distinción ya no será entre "los de arriba" y "los de abajo", sino entre lo de dentro y los de fuera, los integrados en la sociedad y los excluidos. Pero ese empleo tiene que ser de calidad. No podemos permitir que hablemos de que ni siquiera tener un trabajo libra de la pobreza y la exclusión. Y éste, según dicen las estadísticas, es un fenómeno que no es nuevo. En la época en la que España gozaba de mejores niveles de ocupación y una tasa de paro por debajo del 10%, la tasa de pobreza no llegó a alejarse demasiado del 20%, lo que implica que muchas personas con trabajo vivían por debajo del umbral de la pobreza.
¿Cuál es la solución? Como contaba el otro día el economista Eduardo Garzón y lleva años reivindicando el sociólogo José Félix Tezanos, ésta no pasa por la renta básica, aunque filosóficamente nos pueda gustar la idea de que, por el mero hecho de ser personas, merecemos contar con unos recursos que nos permitan una vida digna independientemente de que tengamos un trabajo, o no. De ser así, nos quedaríamos estancados en la idea de ciudadanía del británico T. H. Marshall, que la considerada formada por derechos civiles, políticos y sociales, que se fueron sumando cronológicamente y por este orden entre los siglos XIX y XX. Primero, la sociedad burguesa conquistó la capacidad de contratar quitándose el yugo feudal; después, el derecho al voto; y, a continuación, gracias a la lucha obrera, la protección social.
Ahora, dice Tezanos, es hora de dar un paso más y conquistar la ciudadanía económica. Según sus propias palabras: "Ahora es necesario dar un paso adelante en el desarrollo práctico de la noción de ciudadanía y conquistar un nuevo tipo o estadio de 'ciudadanía económica' complementaria a las dimensiones anteriores, cuyos aspectos centrales han de ser las garantías y oportunidades que existen -que se proporcionen- para tener una actividad laboral, bien en el sistema productivo (como asalariado o autónomo o empleador), bien en el sector público (que hay que potenciar y racionalizar y no destruir), bien en el ámbito de las nuevas actividades que va a propiciar la revolución tecnológica y las enormes oportunidades de crear riqueza que genera, así como las nuevas actividades que se puedan generar en la esfera social y política como consecuencia del desarrollo de la democracia posliberal".
Con la solución al problema del empleo se resolvería también el del sostenimiento del Estado del Bienestar y el de las pensiones.
Sólo es necesario un poco de audacia. Pero los Gobiernos europeos actuales sólo parecen demostrarla para acometer las reformas que más perjudican a los ciudadanos. El último ejemplo lo tenemos en Francia. También podemos pensar que, en realidad, el pleno empleo sería un problema en un contexto en que los empleadores quieren reducir, como sea, el precio del factor trabajo.
Cristina Vallejo Redactora de Inversión
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