Leonard Kleinrock, el padre de Internet
Ixone Díaz Landaluce - XL Semanal
Este investigador logró transmitir por primera vez un mensaje a través de Internet. Fue en 1969, él tenía 35 años y no sabía que ese día iba a cambiar el mundo. En su despacho de la Universidad de Los Ángeles hablamos con él de las maravillas de la Red y también de sus miserias.
Antiguos mapas y pósteres descoloridos cuelgan de las paredes. A simple vista, la tecnología brilla por su ausencia. Nadie diría que desde aquí, en octubre de 1969, un ordenador envió el primer mensaje a través de Internet. Pero así fue. En estos pasillos del Departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de California (UCLA), Los Ángeles, se encuentra el despacho del responsable de aquel hito: el profesor Leonard Kleinrock. De joven se propuso conseguir que los ordenadores hablaran entre sí. Y lo consiguió. Su gran idea fue fragmentar los mensajes en pequeños trozos, usar todos los canales disponibles para enviar esos paquetes de datos y conseguir así que el tráfico en la Red fuera más eficiente. Sin su desarrollo matemático de la teoría de colas y de la conmutación de paquetes de datos, la Red tal y como hoy la conocemos nunca hubiera existido. Por eso se le considera uno de los padres de Internet. Y por eso, el pasado mes de junio, Kleinrock de 81 años recibió en Madrid el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Tecnologías de la Información y la Comunicación. Hablamos con él sobre el futuro de Internet, pero también sobre su lado más inquietante y oscuro.
XLSemanal. Creo que decidió que quería ser ingeniero leyendo cómics...
Leonard Kleinrock. Sí, tenía seis años, y uno de los cómics de Superman contaba cómo construir una radio a galena. Necesitaba un cartón de papel higiénico, cable, una cuchilla de afeitar y un auricular. Solo me faltaba un condensador variable, que no sabía ni lo que era. Recuerdo que mi madre me llevó en metro a Nueva York. Entramos en una tienda, di un golpe sobre el mostrador y dije: «¡Necesito un condensador variable!» [se ríe]. Aunque ponía la casa patas arriba con mis inventos, mi madre me dejaba enredar.
XL. ¿Cuándo pensó por primera vez en que los ordenadores debían 'hablar' entre sí?
L.K. Estaba haciendo mi doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, que estaba lleno de ordenadores. Miré a mi alrededor y pensé: «Algún día hablarán los unos con los otros y la línea telefónica no podrá soportar el tráfico».
XL. Su aportación más significativa fue la conmutación de paquetes. ¿Me lo explica?
L.K. Cuando tú y yo hablamos por teléfono, una línea entera está dedicada a nuestra conversación hasta que colgamos. Si dejamos de hablar, se desperdicia. Cuando los ordenadores hablan, la mayor parte del tiempo solo hay silencio. Igual que cuando viajas en avión solo necesitas tu asiento por un espacio corto de tiempo, con las comunicaciones pasa igual. La idea es compartir recursos. La conmutación de paquetes coge un mensaje, lo trocea y envía cada pedazo por separado. Así, el tráfico es más eficiente.
XL. En 1969, su laboratorio en la UCLA mandó el primer mensaje por Internet. ¿Cómo fue?
L.K. Uno de mis programadores y yo queríamos conectarnos con otro ordenador de la Universidad de Stanford. Para eso teníamos que escribir «LOG». La 'L' llegó, la 'O' también y, de pronto, la conexión se cayó. El primer mensaje en Internet fue «LO», como en «lo and behold» (una frase de origen bíblico que significa «espera y verás»). No teníamos preparado un gran mensaje como Neil Armstrong y su «gran paso para la humanidad». Pero resultó una palabra profética.
XL. ¿Pensó que habían hecho historia aquel día?
L.K. No. Nos fuimos a casa como si nada.
XL. La paternidad de Internet ha sido un tema controvertido. ¿Cómo lo ve ahora?
L.K. Fue un esfuerzo compartido. Si los pioneros, como yo y otros muchos, no hubiéramos nacido, habría ocurrido de todos modos. Estaba en el aire.
XL. ¿Qué no supo prever de lo que es Internet hoy?
L.K. Lo que no vi venir es que mi madre, de 99 años, antes de morir, estuviera en Internet al mismo tiempo que mi nieta. No anticipé que serían las personas las que hablarían entre ellas y no los ordenadores. Me perdí la Red social.
XL. Dice que Internet está ahora en plena pubertad. ¿Qué tipo de adolescente es?
L.K. Es un adolescente loco, misterioso, rebelde, impredecible... La pregunta es: ¿se convertirá en un adulto responsable? Ojalá, pero no todos los adolescentes lo hacen.
XL. ¿Cuáles son las amenazas?
L.K. El cibercrimen y el terrorismo. Pero los beneficios de Internet superan con creces a sus peligros. La Red lo ha democratizado todo. Hasta la persona más pobre tiene una voz y puede conectarse con millones de personas de manera gratuita, inmediata y anónima. Pero, claro, esta también es la fórmula perfecta para el lado oscuro...
XL. Habla de cibercrimen y ciberterrorismo. ¿No fueron capaces de prevenirlos?
L.K. Es cierto que ignoramos la seguridad. La Red se puso en marcha en un ambiente académico, donde nos conocíamos todos. No sentimos la necesidad de protegernos de las malas prácticas.
XL. ¿Y qué se puede hacer ahora?
L.K. El lado oscuro de la Red es un problema real. Durante algún tiempo era una molestia: hackers, spam, pornografía... Podía ser desagradable y dañar los ordenadores, pero el terrorismo, el crimen organizado o el robo de identidad son problemas muy serios y difíciles de atajar porque tenemos miles de millones de usuarios y miles de millones de ordenadores.
XL. ¿Quién controla Internet en estos momentos?
L.K. Nadie. Al mismo tiempo, nadie puede acabar con Internet fácilmente. Lo que pasa es que, cuando hablamos de la Red, pensamos en software, protocolos y ciberespacio, pero en algún sitio también hay cables y hardware... A unos pocos kilómetros de aquí, por ejemplo, hay un edificio que maneja gran parte del tráfico transpacífico de Internet. Solo haría falta que alguien fuera con una sierra al sótano de ese edificio. Es decir: hay puntos vulnerables y un ataque es posible.
XL. ¿Cuál es el escenario que más le inquieta?
L.K. Lo que más miedo me da es que la Red se ha convertido en algo tan complicado que no lo entendemos. Nadie sabe lo que es Internet o cómo funciona. Nosotros establecimos algunos sistemas de control, pero con los años se han ido añadiendo otros sin coordinación. Y eso puede afectar a su funcionamiento. Podría fallar.
XL. ¿Y no hay nada que se pueda hacer?
L.K. Las grandes corporaciones y los gobiernos podrían crear sus propias redes privadas muy bien protegidas. Es lo que yo llamo la 'balcanización de Internet' y sería una pena porque dejaríamos de tener acceso a todos los recursos, el software, las aplicaciones, los datos... Pero podría suceder. No es una solución, pero sí un futuro posible.
XL. ¿Y cuál sería la solución?
L.K. Encriptar los datos y los programas para que nadie los pueda leer. El problema es que incluso haciendo eso, antes o después, tendrás que poder leer los datos en texto normal. La vulnerabilidad está en la interfaz. Quizá tengas una contraseña poco segura o un post-it pegado al ordenador con tu password. Es en el extremo de la Red donde somos más vulnerables.
XL. Hablemos del futuro. ¿Cómo será Internet dentro de 50 años?
L.K. No muy diferente a lo que predije en 1969. Internet será como la electricidad, que es fiable, y su interfaz es muy sencilla. Hoy en día, Internet no es simple: hay teclados, pantallas, sistemas operativos... No es invisible, pero lo será. Y ocurrirá antes de 50 años.
XL. ¿Qué significa eso exactamente?
L.K. El ciberespacio saldrá de nuestras pantallas y se incrustará en nuestro mundo físico. Estará en las paredes, en las mesas, en nuestras uñas y nuestro cuerpo... Esta habitación, por ejemplo, estará viva. Cuando entres en ella, podrás hablar con ella o interactuar mediante hologramas. La idea es simplificar la interfaz, que sea invisible. Por otro lado, está el software, que será inteligente, te conocerá a fondo y estará ahí para servirte y darte información. Vamos hacia lo que yo llamo un 'sistema nervioso global'.
XL. ¿Y qué pasa con la privacidad?
L.K. Es una batalla perdida. Renunciaste voluntariamente a ella cuando decidiste llevar ese smartphone, cuando abriste tu cuenta en Facebook... La privacidad ha muerto.
XL. ¿Falta investigación en ciencia básica y sobran aplicaciones para todo?
L.K. Sí. En los años sesenta y setenta hubo una explosión en diversos campos, como la ingeniería, la informática y la inteligencia artificial. Luego, eso se frenó en seco y se concentraron todos los esfuerzos en las aplicaciones. En vez de estimular el pensamiento en mayúsculas, se afinaron las ideas que ya existían para convertirlas en productos. Las agencias gubernamentales que financiaban estos proyectos cambiaron de filosofía. Antes se daba mucho dinero a grandes científicos para que hicieran lo que quisieran sin interferencias. Eso cambió dramáticamente y empezó a darse poco dinero. Por eso, el gran pensamiento de entonces no está ocurriendo ahora.
XL. ¿Qué investigaría usted si fuera un estudiante?
L.K. Para mí, lo más interesante son los espacios en blanco entre disciplinas, por ejemplo, entre la biología y la informática. Ahí están las grandes innovaciones del futuro.
XL. ¿Es más difícil innovar ahora?
L.K. Siempre ha sido difícil. Debes tener una gran idea y, aunque ahora hay más herramientas a tu alcance, las matemáticas también son más difíciles. Internet, por ejemplo, tuvo las siguientes fases: primero, los pioneros; luego, los implementadores; más tarde, quienes le confirieron valor al invento; y, finalmente, los multimillonarios. Para cuando los multimillonarios entraron en escena, ya no había gran innovación, se trataba de explotar lo que ya existía. Instagram puede ser interesante, pero ¿dónde está la creatividad?
XL. ¿La tecnología está nublando nuestra capacidad de innovación?
L.K. Sí. Los ordenadores se emplean mal. Deberían centrarse en lo que hacen mejor: cálculos complejos, almacenar datos... Pero no se puede utilizar un ordenador en lugar del pensamiento crítico. Hay que generar nuevas ideas, que te bulla la cabeza mientras estás en la ducha.
La sala 3420
Cuna de Internet, desde aquí, Kleinrock y su equipo enviaron el primer mensaje por la Red. Voluntarios de la UCLA están restaurando esta sala de estudiantes para devolverla a su estado original, de 1969.
Genio en activo
¿Qué sintió al haber hecho historia aquel día? Kleinrock lo relativiza: «Nos fuimos a casa como si nada». Aquí, en los 60, durante una clase en la UCLA, donde sigue a los 81 años.
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