TVE: de cómo dilapidar 65 millones para ganar 0,3% puntos de audiencia
La televisión pública se ha gastado varias decenas de millones de euros en reforzar la parrilla de programación de La 1, pero la mayoría de sus apuestas han deparado resultados muy mediocres. Sus directivos compran a las productoras audiovisuales costosos espacios que, en muchos casos, se podrían realizar dentro de la casa, donde hay una plantilla de casi 6.500 trabajadores que le cuesta al Estado 380 millones de euros al año.
El otoño se aguardaba en Televisión Española como un buen momento para hacer remontar la audiencia de La 1. Después de igualar en julio su peor registro histórico (8,9%) y de superarlo en tan sólo cuatro décimas en agosto, se esperaba que en septiembre los estrenos en su parrilla de programación dieran buenos frutos y eso permitiera a sus responsables encarar el final de la legislatura con una cuota media de pantalla digna. Pero no ha sido así y los resultados obtenidos son más que mediocres. Prueba de ello es que el share de los dos últimos meses ha sido inferior al del año pasado y el de noviembre también va camino de ser más bajo. Los más críticos de la casa denuncian que los directivos de la cadena compren estos espacios televisivos a productoras –con “sobreprecio”- cuando una buena parte de ellos se podría realizar dentro de TVE, donde se emplea una plantilla de casi 6.500 trabajadores que, tenga mucha o poca carga de trabajo, le costará al Estado 380 millones de euros en 2015.
Este hecho representa una de las grandes paradojas de la televisión pública actual. Mientras las arcas públicas soportan los sueldos de un personal que, en número, es tres veces superior al de Atresmedia y Mediaset juntas, los responsables de Televisión Española recurren a empresas privadas para elaborar programas que podrían firmar los propios trabajadores de la casa. "Es obvio que con las series de ficción, como Águila Roja y Cuéntame, no queda más remedio que llegar a acuerdos comerciales con las productoras porque aquí no tenemos los medios suficientes para hacerlas. Pero los espacios de entrevistas o los concursos" se podrían realizar aquí "de principio a fin" y no sería necesario contratar a una productora y tener que costear el programa y el beneficio industrial", explican fuentes del Consejo de Administración de la corporación.
El esfuerzo inversor que ha realizado el equipo de José Antonio Sánchez -con el plácet de un Gobierno con el que la audiencia de TVE se ha desplomado- no se ha traducido en buenos resultados. Costosas apuestas como las series Carlos, Rey Emperador u Olmos y Robles han cosechado una audiencia mediocre, mientras que el otrora buque insigna de su programación, Águila Roja, ha dado claros signos de desgaste. Y los programas sobre salud con los que pretendía reforzar su desastrosa franja vespertina, Esto es vida y Centro Médico no funcionan y, en su última edición ni siquiera alcanzaron el 5% del share.
El único que ha sacado buenas notas en este inicio de temporada es Bertín Osborne, cuyo programa de entrevistas, En la tuya o en la mía, ha llegado a marcar registros de sobresaliente superiores al 20% de la cuota de pantalla. Ahora bien, lo que resulta cuestionable es que, para evitar que una cadena privada arrebatara a TVE los derechos de este programa, los responsables de la pública hayan decidido abonar un 27% más a Proamagna por cada uno de los 18 nuevos capítulos que se emitirán en las próximas semanas. No obstante, todavía resulta más controvertido que la televisión pública pagara 12 millones de euros por tener la exclusiva de los resúmenes de los partidos de la liga de fútbol, dentro de una subasta en la que ninguno de sus rivales se acercó "ni por asomo" a ese precio, reconocen fuentes de las televisiones privadas.
Críticas a la externalización de programas
Uno de los temas que más fricciones genera en las reuniones del Consejo de Administración de RTVE es el relativo a la política de José Antonio Sánchez de comprar programas a terceros e infrautilizar sus instalaciones y "reducir la carga de trabajo de sus empleados". Máxime porque no existen precedentes que demuestran que estos espacios televisivos funcionan mejor.
En la memoria aún permanecen recientes apuestas fallidas como Jugamos en casa, el concurso presentado por Los Morancos que fue cancelado a los pocos días de ser estrenado, en la pasada primavera. O La alfombra roja Palace, el show de variedades por el que la televisión pública pagó 220.000 euros por edición a José Luis Moreno. O, el más polémico de todos, Así de Claro, el debate dirigido por Ernesto Sáenz de Buruaga que fue retirado en junio después de que se emitieran tan sólo 3 de los 27 programas contratados y cosecharan una paupérrima audiencia media del 5,1%.
De todo esto se puede extraer una conclusión irrebatible sobre Televisión Española: en la última parte de la legislatura, la programación de La 1 se ha encarecido y la audiencia se ha desplomado. Es decir, Sánchez ha tenido más dinero para gastar que su antecesor, Leopoldo González-Echenique, pero no ha conseguido hacer remontar el vuelo a la televisión pública. El volumen de contratos con productoras sigue siendo amplio y el porcentaje de fracasos, también. Y eso, desde luego, hace que empeore la ya maltrecha salud de la televisión pública y perpetúa un problema que ha acompañado a esta empresa pública en las últimas décadas: el que las arcas públicas tengan que desembolsar muchos millones de euros para subsanar los sonados errores de sus directivos
Este hecho representa una de las grandes paradojas de la televisión pública actual. Mientras las arcas públicas soportan los sueldos de un personal que, en número, es tres veces superior al de Atresmedia y Mediaset juntas, los responsables de Televisión Española recurren a empresas privadas para elaborar programas que podrían firmar los propios trabajadores de la casa. "Es obvio que con las series de ficción, como Águila Roja y Cuéntame, no queda más remedio que llegar a acuerdos comerciales con las productoras porque aquí no tenemos los medios suficientes para hacerlas. Pero los espacios de entrevistas o los concursos" se podrían realizar aquí "de principio a fin" y no sería necesario contratar a una productora y tener que costear el programa y el beneficio industrial", explican fuentes del Consejo de Administración de la corporación.
RTVE ha comprado en los últimos meses programas a productoras por valor de 65 millones de eurosEn los últimos meses, este órgano ha dado el visto bueno a programas de producción externa cuyo coste ha sido de más de 65 millones de euros, según precisan fuentes internas. Esto no sólo ha encarecido el precio de la parrilla de La 1, sino que también ha alejado a Televisión Española del objetivo de elaborar dentro de sus estudios el 55% de sus espacios de entretenimiento, como está obligada por Ley. En la actualidad, sólo lo hace con el 33%, según ha reconocido recientemente su director corporativo, Enrique Alejo, en una entrevista concedida a El Mundo. ¿Qué significa esto? Que una empresa dependiente del Estado incumple el servicio público que está obligada a dar a los ciudadanos.
El esfuerzo inversor que ha realizado el equipo de José Antonio Sánchez -con el plácet de un Gobierno con el que la audiencia de TVE se ha desplomado- no se ha traducido en buenos resultados. Costosas apuestas como las series Carlos, Rey Emperador u Olmos y Robles han cosechado una audiencia mediocre, mientras que el otrora buque insigna de su programación, Águila Roja, ha dado claros signos de desgaste. Y los programas sobre salud con los que pretendía reforzar su desastrosa franja vespertina, Esto es vida y Centro Médico no funcionan y, en su última edición ni siquiera alcanzaron el 5% del share.
El único que ha sacado buenas notas en este inicio de temporada es Bertín Osborne, cuyo programa de entrevistas, En la tuya o en la mía, ha llegado a marcar registros de sobresaliente superiores al 20% de la cuota de pantalla. Ahora bien, lo que resulta cuestionable es que, para evitar que una cadena privada arrebatara a TVE los derechos de este programa, los responsables de la pública hayan decidido abonar un 27% más a Proamagna por cada uno de los 18 nuevos capítulos que se emitirán en las próximas semanas. No obstante, todavía resulta más controvertido que la televisión pública pagara 12 millones de euros por tener la exclusiva de los resúmenes de los partidos de la liga de fútbol, dentro de una subasta en la que ninguno de sus rivales se acercó "ni por asomo" a ese precio, reconocen fuentes de las televisiones privadas.
Críticas a la externalización de programas
Uno de los temas que más fricciones genera en las reuniones del Consejo de Administración de RTVE es el relativo a la política de José Antonio Sánchez de comprar programas a terceros e infrautilizar sus instalaciones y "reducir la carga de trabajo de sus empleados". Máxime porque no existen precedentes que demuestran que estos espacios televisivos funcionan mejor.
En la memoria aún permanecen recientes apuestas fallidas como Jugamos en casa, el concurso presentado por Los Morancos que fue cancelado a los pocos días de ser estrenado, en la pasada primavera. O La alfombra roja Palace, el show de variedades por el que la televisión pública pagó 220.000 euros por edición a José Luis Moreno. O, el más polémico de todos, Así de Claro, el debate dirigido por Ernesto Sáenz de Buruaga que fue retirado en junio después de que se emitieran tan sólo 3 de los 27 programas contratados y cosecharan una paupérrima audiencia media del 5,1%.
De todo esto se puede extraer una conclusión irrebatible sobre Televisión Española: en la última parte de la legislatura, la programación de La 1 se ha encarecido y la audiencia se ha desplomado. Es decir, Sánchez ha tenido más dinero para gastar que su antecesor, Leopoldo González-Echenique, pero no ha conseguido hacer remontar el vuelo a la televisión pública. El volumen de contratos con productoras sigue siendo amplio y el porcentaje de fracasos, también. Y eso, desde luego, hace que empeore la ya maltrecha salud de la televisión pública y perpetúa un problema que ha acompañado a esta empresa pública en las últimas décadas: el que las arcas públicas tengan que desembolsar muchos millones de euros para subsanar los sonados errores de sus directivos
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