viernes, 4 de noviembre de 2016

Triunvirato Económico....

Si es verdad, como sostenía Caballero Bonald en sus memorias, que somos el tiempo que nos queda, es más que probable que Rajoy esté muy vivo. Ha construido un Gobierno fiel a sí mismo —en el PP no existen tendencias con verdadera capacidad de presión sobre el líder—, que nada tiene que ver con esa figura un tanto singular de la política norteamericana que es el pato cojo. Es decir, aquel presidente a punto de abandonar el cargo, tras su segundo mandato, que se dedica a dejar huella y que actúa de cara a la galería.
En estes sentido, Rajoy ha hecho equilibrios para repartir el poder del área económica, utilizando para ello la precisión y la pericia de un cirujano. Es muy probable que continúe presidiendo la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, mientras que la vicepresidenta seguirá al mando de la Comisión de Subsecretarios, que es realmente donde se ventilan los asuntos que 48 horas después van al Consejo de Ministros. Sáenz de Santamaría, en aras de mantener ese equilibrio, asume la política territorial, desgajándola de Hacienda. Lo que pierde por un lado, lo gana por otro.
Montoro, en este sentido, aparece a primera vista como perdedor en el reajuste, pero el hecho de que continúe en el Consejo de Ministros, cuando es uno de los 'ogros' de Ciudadanos por su política tributaria, es una señal muy clara: Rajoy no deja tirados a quienes le acompañaron en la travesía del desierto (2004-2011).
Aparentemente, el ganador es Luis de Guindos, pero solo aparentemente. Es verdad que el ministro de Economía asume las competencias de Industria, pero en realidad ese ministerio no es más que una secretaría de Estado una vez que el departamento de Energía tiene vida propia. De hecho, y ante la ausencia de una política industrial de Estado, con todo lo que ello supone, Industria no es más que una máquina de gestionar subvenciones y análisis de los problemas sectoriales. Pero con escaso peso político. Entre otras cosas, porque hasta la Sepi —donde descansan las empresas públicas— depende de Hacienda.

Un extraño organigrama

El nuevo departamento de De Guindos, al menos, podrá integrar las competencias de Industria y de la Secretaría de Estado de Competitividad(que ya estaba en Economía), y cuyas funciones en muchos casos se solapan. En Industria está todo lo relacionado con la sociedad de la información, mientras que en Competitividad, las políticas de I+D+i o el CDTI. Un viejo problema que ahora, con un ministerio más integrado en todo lo que se relaciona con los problemas de las empresas, tecnológicas o no, se pretende superar.
Extrañamente, sin embargo, Rajoy ha decidido crear un nuevo Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital, que parece tener más que ver con el juego de equilibrios políticos que con necesidades organizativas reales. No es fácil entender por qué se separa administrativamente a la industria de la agenda digital, cuando realmente lo que preocupa en el sector —y a ello dedican muchas horas las grandes empresas— es a lo que se ha llamado industria 3.0, que no es otra cosa que economía digital adaptada a los procesos productivos.
Sin duda, en este caso ha pesado más una especie de reconocimiento al nuevo ministro, Álvaro Nadal, que ha hecho mucho 'trabajo' sucio' desde Moncloa durante la última legislatura, y también en los tiempos de la travesía parlamentaria.
Aparte del reconocimiento, lo cierto es que Nadal es alguien muy vinculado a Montoro, que de esta manera tendrá un aliado más en el Gobierno, además de Báñez y Sáenz de Santamaría (Solbes decía que el ministro de Hacienda siempre formaba un gobierno de coalición con el resto de colegas).
En todo caso, lo que queda claro es que Nadal aparece en medio de De Guindos y Montoro, como una especie de árbitro en la Comisión Delegada, y que el propio Nadal ha controlado directamente como secretario, y en ocasiones como una especie de representante de Rajoy cuando el presidente no ha podido acudir por motivos de agenda. El juego de equilibrios es tan patente que la cuota de poder que gana De Guindos con la competencia de Industria (en realidad ya la tenía cuando José Manuel Soriaera ministro), se neutraliza con el nombramiento de Nadal, aliado de Montoro.
Es decir, que el 'núcleo duro' económico se mantiene básicamente, pero ahora en forma de triunvirato, lo que explica que Fátima Báñez continúe en el Ministerio de Empleo sin arañar nuevas competencias (por ejemplo, todas las políticas sociales que hoy están en Sanidad). Por un lado, como premio por los avances en política de empleo, pero también porque ese ministerio es la clave de la reforma de las pensiones, y el presidente quiere tener a alguien muy cercano a los agentes sociales para sacar adelante una reforma muy sensible en términos políticos.
El nombramiento de Íñigo de la Serna como ministro de Fomento, una de las grandes sorpresas del nuevo gabinete, consolida la idea de que la política de infraestructuras no forma parte del núcleo duro del Gobierno en materia económica.
Si esa cartera se hubiera entregado a alguien cercano a De Guindos o Montoro, se hubiera interpretado como un respaldo a uno o a otro y se hubiera desequilibrado la balanza, de ahí que Fomento continúe siendo una especie de departamento ajeno a la política económica. Como Sanidad. Ana Pastor, en los tiempos que fue ministra, despachaba directamente con el presidente del Gobierno sin pasar por Hacienda o Economía. Si bien en el caso de De la Serna no hay que descartar su perfil político de cara a reconquistar Cantabria, una de las plazas históricas del PP, ahora regida por el populista Revilla.

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