domingo, 9 de diciembre de 2018

Asturias 19....50%+50%

Los partidos asturianos se atrincheran para una campaña polarizada entre izquierda y derecha

Daniel Ripa (Podemos) y Gaspar Llamazares (Izquierda Unida); Nicanor García (Ciudadanos)y Mercedes Fernández (PP). /
Daniel Ripa (Podemos) y Gaspar Llamazares (Izquierda Unida); Nicanor García (Ciudadanos)y Mercedes Fernández (PP). 

La irrupción de Vox agita el escenario y deja apenas dos opciones para 2019: un tripartito de PSOE, IU y Podemos o la suma de PP, Ciudadanos, Foro y el partido de Abascal

ANDRÉS SUÁREZ OVIEDO.

La política cambia a un ritmo tan acelerado que parece que ha pasado un mundo desde que algunos dirigentes dieron por finiquitada la tradicional dicotomía entre izquierda y derecha. Pero en realidad no ha transcurrido tanto tiempo, prácticamente sucedió ayer. Fue primero Foro, una particularidad asturiana con Francisco Álvarez-Cascos a la cabeza, y luego ya Podemos, en el conjunto del país, quienes jugaron la baza de la transversalidad, la de diluir las fronteras en que históricamente se había dividido el tablero político para así pescar en todos los caladeros sin distinción y capitalizar el descontento social con la crisis. Pero ese análisis ha perdido vuelo y ahora vuelve con más fuerza si cabe la guerra de bloques, al calor de la polarización surgida del escenario andaluz y con la irrupción de Vox como elemento más novedoso. Asturias no parece ajena a esa radiografía y con vistas a las elecciones autonómicas de la primavera de 2019 no se atisban escenarios intermedios sino opciones contrapuestas: o un tripartito de PSOE, IU y Podemos que dé continuidad a la mayoría de izquierdas hegemónica en el Principado o una alianza de PP, Ciudadanos, Foro y Vox que represente un viraje hacia la derecha.
Esos escenarios intermedios, esas zonas de grises, sí que han existido en el pasado. El primer mandato de Javier Fernández, entre 2012 y 2015, se sustentó sobre una alianza inestable entre el PSOE, IU y UPyD, partido que entonces jugaba con la etiqueta de 'no ser de izquierdas ni de derechas' pero que siempre estuvo más asociado a la segunda opción ideológica. Es verdad que la operación acabó naufragando antes de tiempo, pero permitió echar a andar aquella legislatura mediante la suma de opciones políticas cuyos postulados chocaban frontalmente en muchos casos. A día de hoy, pensar en repetir esa jugada se antoja un imposible.


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La polarización entre izquierda y derecha lleva tiempo larvándose, en el conjunto de España y también en la Junta General del Principado, pero el resultado de las elecciones en Andalucía ha rematado ese enquistamiento. La fulgurante aparición de Vox es clave en ese sentido, y no solo por el controvertido ideario político del partido en sí. Las consecuencias del dictamen de las urnas, la previsible salida del PSOE del palacio de San Telmo y el más que probable acuerdo de PP, Ciudadanos y el partido de Santiago Abascal para tomar las riendas de la comunidad, dan a las fuerzas de la izquierda en todo el país, también en Asturias, un argumento al que resulta difícil renunciar: que los populares y el partido naranja se apoyan en la ultraderecha para tomar el poder. Con esos mimbres, todo conduce a un atrincheramiento de la política asturiana en dos bloques, izquierda y derecha, a la espera de ver cuál recibe más apoyos en las urnas.

¿Fácil para la izquierda?

La aritmética dice que la izquierda lo tiene más fácil. PSOE, Podemos e IU suman en la Junta 28 diputados, lo que representa cierto margen incluso en un escenario de retroceso electoral porque la mayoría absoluta está en 23. Pero algo similar pensaban estas fuerzas en Andalucía y ahí está el resultado. Así que cada una comienza a maniobrar para conseguir sus objetivos.
Al PSOE no le preocupa tanto Vox como la movilización de su electorado tradicional. De ahí que la reacción de la dirección fuese rápida: toque a rebato del secretario general y candidato, Adrián Barbón, con el argumento de que solo los socialistas son garantía de «estabilidad» para la comunidad y «freno» al avance de la extrema derecha. En el partido, a la expectativa del complejo proceso de configuración de la lista, reina la calma interna, así que todos los esfuerzos se van a centrar en conseguir que ni un solo votante potencial se quede en casa el último domingo de mayo.
Un gobierno de la izquierda depende de que el PSOE resista, pero también de que sus potenciales aliados se mantengan en sus posiciones. Y eso no está del todo claro. En Podemos impera un cierto clima de pesimismo, después de las trifulcas internas de la etapa reciente y de que la efervescencia inicial del proyecto haya perdido presión por el desgaste de la política del día a día. El partido morado capitalizó en su momento el voto de la indignación y a ese trozo del pastel, por encima de las ideologías, aspira ahora también Vox. En cuanto a IU, sus teóricas buenas expectativas dependen en gran medida de que las familias que aglutinan una posición mayoritaria sean capaces de ponerse de acuerdo en una candidatura común, con el aliento del conflicto con la dirección federal de Alberto Garzón en el cogote y la amenaza de un cisma siempre presente. De momento, la coalición ha exprimido el 'efecto Vox' con el golpe de efecto que supone dar plantón a la patronal empresarial con el argumento de que previamente mantuvo un encuentro con un partido «contrario» a los valores democráticos.
Este nuevo dibujo genera una curiosa sensación ambivalente en la derecha asturiana. Todos los partidos con representación parlamentaria -PP, Foro y Ciudadanos- temen el mordisco que Vox pueda asestar a su tarta electoral, pero a la vez comienzan a ver una opción -la misma que se da en Andalucía- de derrocar a la mayoría socialista que hasta ahora contemplaban prácticamente como una utopía.
Por este lado del espectro ideológico la batalla se presume encarnizada. El PP, aún sin candidato confirmado, tiene como reto mantenerse como la fuerza hegemónica de la derecha por si, llegado el caso, los números dan para formar gobierno, pero siente la presión creciente de Vox y la que ya sufría de un emergente Ciudadanos y de un Foro que, con Carmen Moriyón como candidata, ve margen para resistir.

'Sorpasso'

El partido naranja, por su parte, busca dar el 'sorpasso' a los populares confiado en la imagen nacional de Albert Rivera, sin que de momento tampoco haya clarificado su cabeza de cartel. En cuanto a Foro, Moriyón aspira a capitalizar su gestión como alcaldesa sobre todo en su ciudad, Gijón, la bolsa electoral más grande de Asturias, pero la aparición de Vox representa una amenaza directa por cuanto que, a mayor fragmentación del voto, más problemas para lograr escasos. Nadie duda, por otro lado, de que Vox tendrá un hueco en el Parlamento regional.

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