Madrid
Los recortes de estructura de la banca están llevando a que la red física de oficinas vuelva a niveles desconocidos en las últimas décadas. De hecho, con los ajustes que se prevén para los próximos años, el número de sucursales a pie de calle retrocederá a los niveles de los 70, en plena transición española y antes de que comenzase el gran despliegue de centros de atención a los clientes del sector.
Con los cierres anunciados la semana pasada por CaixaBank y los previstos en Santander por la integración de Popular, más los que lleven a cabo el resto de entidades, la red contará con menos de 25.000 oficinas, un umbral superado en todo momento desde 1980.
Las duplicidades por el proceso de fusiones durante la crisis, el impulso de los procesos digitales para hacer frente a los gigantes tecnológicos y los cambios sociales y la necesidad de ganar eficiencia para mejorar la rentabilidad están provocando que, cada vez, más calles dejen de contar con una sucursal financiera y que buena parte de los municipios hayan dejado de tener una sola.
Los cierres, según los expertos, no decaerán en la próxima década, pero señalan que la intensidad se irá frenando y el ritmo dependerá de los retornos que las entidades consigan gracias a la transformación digital. Hoy por hoy, a pesar de que cada vez la contratación de productos bancarios a distancia está creciendo, su rendimiento es prácticamente nulo, algo que se traduce en que la rentabilidad del sector no llega a cubrir aún los costes de capital. Un parámetro que está lastrado también por la reducida actividad y por la situación de tipos de interés bajos.
Con los ajustes previstos el volumen de oficinas habrá disminuido un 45 por ciento desde el máximo de 2008, cuando superó las 45.700 después de la época de la burbuja y de la expansión de todas las entidades por el territorio nacional.
CaixaBank cerrará el 18% de las sucursales y se prevé que Santander, más de 500
La semana pasada CaixaBank anunció en la presentación de su nuevo plan estratégico a tres años que eliminará más de 800 sucursales, es decir, el 18,4 por ciento del total. La medida sorprendió a algunos analistas y expertos, porque la entidad había sido siempre un arduo defensor de la red física como canal de distribución. En los últimos años, CaixaBank sí ha recortado el número de centros de atención, pero siempre en el marco de los procesos de integración de entidades que ha materializado en la crisis y que han sido varios. La entidad de origen catalán ha adquirido desde que se inició la crisis Bankpyme, Caixa Girona, Banca Cívica, Banco de Valencia y el negocio minorista de Barclays.
Tras el recorte, previsiblemente CaixaBank seguirá siendo la entidad con el mayor volumen de sucursales en nuestro país. Todo dependerá del ajuste que lleve a cabo Santander por la absorción del Popular. El mercado y los sindicatos esperan que se vean afectadas entre 500 y 800 oficinas. A principios del próximo año, probablemente, se conocerá la cifra final, una vez inicie las negociaciones con los sindicatos para materializar el plan de recorte de estructura.
Apuesta rural
La entidad catalana, diferencia de buena parte del sector, apuesta claramente por las sucursales en el ámbito rural, ya que todo el tijeretazo de red se producirá en las grandes urbes y municipios de mayor población, según el proyecto de negocio 2019-2021.
Los ajustes de CaixaBank y del Santander supondrán también la salida de personal a través de prejubilaciones y bajas incentivas no traumáticas. Se estima que en torno a unas 6.000 trabajadores -unas 3.000 de cada una- tendrán que abandonar sus puestos laborales.
El sector necesita ganar eficiencia y adaptarse al entorno digital para ser más rentables
Estas salidas se sumarán al intenso proceso de reestructuración de plantilla llevado a cabo por el sector desde que comenzó la crisis. La intensidad ha sido menor que el registrado en oficinas, pero aún así, supera el 30 por ciento. Desde 2008 el volumen de empleados del sector en nuestro país ha disminuido en más de 83.000.
De momento, estos recortes no están suponiendo una gran ventaja competitiva de eficiencia, ya que los gastos personal bajan de manera leve y, en algunos casos se elevan, como consecuencia de las grandes cantidades extraordinarias que suponen los planes de rescisión de contratos. Pero son necesarios porque rebajan los costes futuros. Así, en los próximos ejercicios el sector espera conseguir mejoras relevantes de eficiencia operativa y, con ellas, aumentos de la rentabilidad.
Los retornos sobre el capital es la gran asignatura pendiente del sistema, ya que aún no cubre las exigencias del mercado. Además, la rentabilidad del sistema está lastrado por la todavía carga de activos tóxicos a pesar de las ventas aceleradas de grandes carteras por parte de las principales entidades, por la reducida actividad y por el euribor en negativo. Hay que tener en cuenta que el crédito aún desciende.
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