lunes, 23 de septiembre de 2019

Tenemos chica lista en la Oficina!

Nadia Calviño: "La recuperación aún tiene recorrido para crecer y crear empleo"

Nadia Calviño, ministra de Economía y Empresa. JMCadenasEXPANSION
Hace un año reflexionaba en este mismo periódico sobre la situación de nuestro país poco después del cambio de Gobierno. Bajo el título Realismo y Responsabilidad en política económica, señalaba entonces que la economía española estaba en una fase positiva del ciclo; todas las previsiones apuntaban a que, en ausencia de perturbaciones externas de carácter negativo, el crecimiento seguiría siendo robusto en los meses siguientes.
Desde entonces, han sido constantes los mensajes alarmistas pintando un escenario poco menos que catastrófico. Y desde entonces, trimestre tras trimestre, la realidad ha contradicho esos mensajes, ratificando que nuestro país está capeando mejor que otros un escenario internacional particularmente complejo, manteniéndose en una senda de crecimiento económico que, aunque menos intensa que en ciclos anteriores, también presenta mayor estabilidad y fundamentos más sólidos. Esto es lo primero que hay que dejar claro.
Hace pocos días, en un ejercicio estadístico de ámbito europeo, el INE revisaba nuestros datos de crecimiento de los últimos 23 años, arrojando nueva información que confirma estas líneas principales: España inició la recuperación en 2014, alcanzó en 2017 el nivel de PIB de antes de la crisis y registra tasas positivas de crecimiento desde hace más de cinco años, que han ido moderándose progresivamente tras el repunte inicial de salida de la crisis en 2015 y están acompañándose de un buen ritmo de creación de empleo. Para 2020, todos los analistas, instituciones e inversores auguran que nuestra tasa de crecimiento seguirá superando ampliamente el promedio de la zona euro.

Entorno internacional

Al mismo tiempo, el entorno internacional es particularmente complicado en términos geopolíticos y económicos, sin que puedan excluirse episodios de inestabilidad financiera. El otoño se anuncia intenso, con importantes hitos y riesgos a nivel global de los que nuestro país no podrá aislarse. La producción del sector manufacturero y agroalimentario ya está sufriendo directamente el impacto de la ralentización del comercio y hay determinadas industrias, como la de la automoción, que sufren particularmente, como en toda Europa, debido a la conjunción de diversos factores que van más allá de lo coyuntural.
En este contexto, es importante no perder de vista los datos, los registros de variables observables, que arrojan una imagen alineada con la de indicadores como el PIB: la economía española mantiene un tono general positivo. El número de afiliados a la Seguridad Social se sitúa en las cifras más altas de toda la serie histórica, el sector servicios se mantiene muy sólido con una cifra de negocios que ha aumentado en la primera mitad del año un 3,6%, las exportaciones siguen aumentando, el gasto turístico creció un 3,3% en los primeros siete meses del año y las ventas de grandes empresas han registrado un crecimiento medio anual del 2,2% en el mismo periodo, mientras que los ingresos tributarios crecieron hasta julio un 2,1%.
La segunda lectura, de naturaleza más estructural, es que la recuperación no puede darse aún por completada. Es cierto que hay muchos aspectos positivos, como la reducción del peso del sector de la construcción en la economía y que no haya síntomas de otras burbujas en el mercado inmobiliario. Además, la inflación se ha reducido hasta niveles muy bajos, lo que está permitiendo mantener ganancias de competitividad en los mercados internacionales. Seguimos registrando superávit de balanza de pagos y capacidad de financiación con respecto al resto del mundo, lo que facilita reducir el endeudamiento exterior, uno de los elementos de vulnerabilidad de expansiones anteriores.
De igual modo, la disciplina fiscal ha permitido seguir reduciendo nuestro déficit y la deuda pública. Hace escasas semanas anunciábamos la reducción de la emisión neta de deuda en este ejercicio hasta los 20.000 millones de euros, pasando la bruta por debajo de los 200.000 millones por primera vez desde 2012 y con un ahorro de más de 2.000 millones en intereses para este año.

Desempleo inaceptable

Pero también es cierto que seguimos sufriendo una tasa de desempleo inaceptablemente elevada y la inversión tampoco ha recuperado aún los niveles anteriores. Los salarios sólo han empezado a repuntar en los últimos meses, gracias a medidas como la subida del Salario Mínimo Interprofesional, y todos los indicadores de distribución de la renta siguen reflejando mayores niveles de desigualdad que antes de la crisis.
Todo lo anterior sugiere que la recuperación aún tiene recorrido, que hay margen para seguir creciendo y reduciendo el desempleo sin generar tensiones inflacionistas. También confirma que la política económica actual es la adecuada para reforzar el crecimiento actual y futuro y que, con un Gobierno estable que deje atrás la incertidumbre política de los últimos años, podremos abordar los distintos retos de corto y largo plazo con determinación.
En este contexto, no resulta sorprendente que todos los organismos nacionales e internacionales mantengan una perspectiva positiva para nuestro país y que la confianza de los mercados se haya reforzado en este último año. Para ilustrarlo, basta mirar la evolución del mercado de deuda pública, con caídas de la prima de riesgo, mejores condiciones de financiación y una sólida demanda en cada una de las emisiones del Tesoro. En esta misma línea, el pasado viernes dos importantes agencias de notación han mejorado la calificación y la perspectiva de la deuda del Reino de España, precisamente a la luz del crecimiento diferencial frente a otros países, de su mayor equilibrio, de las ganancias de competitividad y de la mejora sostenida de las finanzas públicas.

Economía abierta

Al mismo tiempo, tenemos una economía muy abierta, integrada plenamente en la europea y somos partícipes del contexto internacional tanto en lo económico como en lo comercial. Si el enfriamiento de nuestro entorno se prolonga durante muchos más trimestres, es poco probable que España pueda permanecer inmune en el medio plazo.
Por eso la complacencia está ahora más contraindicada que nunca. La política económica tiene que reforzar nuestros fundamentos para tratar de impedir que factores de riesgo, como las tensiones en Oriente Medio, la posibilidad de una salida desordenada del Reino Unido de la UE, la ralentización de los flujos de comercio internacional o episodios de inestabilidad financiera, puedan impedir que la recuperación económica siga su curso. Y para ello no sirven los alarmismos ni experimentos o recetas milagrosas; lo que hace falta es una acción coherente y responsable en los tres ejes que han guiado a nuestro Gobierno desde el primer día: responsabilidad fiscal, políticas sociales y reformas estructurales para el futuro.
En el ámbito de la política fiscal, dado el elevado nivel de deuda pública y de déficit estructural heredados de la crisis, es preciso continuar el proceso de consolidación que hemos seguido en estos quince meses, sin poner en riesgo el crecimiento económico. Ello exige un comportamiento responsable de todos los niveles de administración y muy especialmente de las Comunidades Autónomas, dado su peso en el gasto público.
El segundo eje de actuación ha de ser el de la solidaridad y la lucha contra la desigualdad. No sólo por razones de equidad sino también porque es imprescindible para garantizar la sostenibilidad a medio plazo de nuestro modelo de economía social de mercado. Los ciudadanos reclaman una visión de país constructiva y solidaria por parte de todos los poderes públicos, que no se centre en proteger los intereses de unos pocos territorios o grupos sociales. Es preciso seguir avanzando para mejorar la calidad del empleo y revertir el aumento de la desigualdad que ha sufrido nuestro país en los últimos años, luchar contra la pobreza infantil, garantizar el poder adquisitivo de las pensiones y la sostenibilidad del sistema a largo plazo, cerrar la brecha de género y apoyar la progresión de los jóvenes, la justicia intergeneracional y la vertebración territorial, gobernando para todos.

Reformas estructurales

En el ámbito de las reformas estructurales, el margen de acción es muy amplio porque España llevaba muchos años sin tener una hoja de ruta clara para abordar los retos de más largo plazo, como el demográfico, el del cambio climático o la digitalización. Precisamente para ello, nuestro Gobierno ha puesto en marcha un programa claro de reformas, recogidas en la Agenda del Cambio, que está en línea con las recomendaciones de los organismos internacionales y ya se ha concretado en más de ochenta medidas y proyectos.
Es hora de adaptar nuestro sistema fiscal a la realidad económica actual y de situar la educación y la formación como gran pilar de nuestra economía, para que los jóvenes puedan acceder a buenos empleos y los trabajadores puedan adaptarse a los cambios tecnológicos, aumentando así nuestro capital humano, productividad y riqueza futura. Es el momento de encauzar la transición ecológica, acompañando a los sectores más directamente implicados. Hay que apostar, además, por el avance científico y tecnológico, por la investigación, el I+D+i, la industria y la transformación digital de nuestra economía. Es también el momento de desarrollar un marco laboral adaptado a las necesidades del siglo XXI, que sea eficiente y justo, ayude a reducir las desigualdades y a proteger nuestro Estado del Bienestar.
Algunas de las medidas de esta agenda ya se han comenzado a abordar. El Plan de Lucha contra el Fraude Fiscal, el Plan Estratégico de Formación Profesional, el Marco Estratégico de Energía y Clima o el despliegue de infraestructuras digitales como el 5G son algunos ejemplos. Pero queda mucho por hacer. Y no hay tiempo que perder.

Política monetaria

En los foros europeos, está emergiendo un consenso en torno a la necesidad de acompañar el tono expansivo de la política monetaria, cada vez con menor margen de actuación, con otros instrumentos de política económica para estimular la actividad. Ésa es precisamente la combinación de políticas económicas que estamos siguiendo, que los mercados e instituciones valoran y que España necesita para el futuro: responsabilidad fiscal, cohesión social y reformas para incrementar el crecimiento potencial a medio plazo. También es preciso reforzar los instrumentos de estabilización a nivel de la zona euro, tanto a través de los mercados financieros como en el ámbito fiscal, mediante nuevos mecanismos que puedan complementar y apoyar la acción a nivel nacional, como por ejemplo un sistema común de seguro de desempleo.
Ante la perspectiva de una coyuntura económica que puede tornarse más adversa en el futuro y la necesidad de seguir trabajando para resolver algunos desequilibrios estructurales, los ciudadanos españoles necesitan un Gobierno que les ponga en el centro de su acción y lleve a cabo una política económica responsable. Todos los analistas señalan la inestabilidad política como un factor potencial de incertidumbre y ralentización económica. Es urgente dejarla atrás y poder trabajar con una perspectiva plurianual clara y estable para seguir reforzando nuestra economía y haciéndola más sostenible.
Ahora, como hace un año, la realidad es compleja y las respuestas simplistas no resuelven los problemas reales. Responsabilidad y realismo son los principios que enmarcan nuestra acción, con una agenda económica solidaria, proactiva y realista. En mi opinión, no es preciso buscar más lejos: estos mismos principios han de guiarnos en los próximos años.

No hay comentarios: