Todo cambió en los últimos días de marzo del año 2020. La extensión de la pandemia de coronavirus por Europa occidental dejó en sus alambres a la política mantenida durante década que promovía las deslocalizaciones de la producción industrial a países asiáticos. Algunas de las naciones más desarrolladas del mundo sufrían desabastecimiento de productos básicos para enfrentarse a la enfermedad, desde mascarillas a equipos de protección por los que había que pujar, a veces en el mismo aeropuerto, para poder lograr un cargamento. A este primer impacto se sumó una segunda ola en forma de crisis económica que dejó, por los efectos de la cuarentena, a enormes compañías al borde la quiebra de manera que, los hasta ahora heréticos rescates públicos, se convirtieron en aceptables para todo aquel, eso sí, que pudiera permitírselos.
Porque no todo el mundo en el seno de la Unión Europea está afrontando igual los estragos de la crisis especialmente en sus sectores estratégicos: Alemania ha salido al rescate de Lufthansa con un despliegue sin parangón de podería y un rescate de 9.000 millones de euros; Francia protege a PSA y Renault con 8.000 millones. Países con más capacidad en sus cuentas podrán apuntalar mejor a sus empresas de cara al futuro, al horizonte de la recuperación. Pero mientras tanto en España se han sucedido noticias como el anuncio del cierre de la factoría de Nissan, la puntilla a Alcoa en San Cibrao, mientras la antigua factoría de Avilés sufre ahora bajo el nombre de Alu Ibérica la incertidumbre de su venta en pleno confinamiento a un Grupo Riesgo que despierta escasa confianza a trabajadores e incluso al Principado. Sólo unos meses atrás se cerró Vesuvius, con beneficios y premios de la multinacional a la factoría, para llevarse la producción a Europa del Este. La reforma laboral vigente permite los ERES con beneficios. Asturias se preparaba para sufrir, incluso antes de la pandemia, con lo que pudiera suponer una transición energética que pone punto y final al carbón y que tendrá un enorme impacto no sólo en sus térmica sino en la garantía de suministro eléctrico a buena parte de su industria.
«Es la hora de la soberanía industrial de Francia», ha dicho el presidente francés Emmanuel Macron. ¿Podría serlo también en España o en Asturias? Lo cierto es que el debate sobre el aumento del peso del Estado y en sector público en las empresas estratégicas, no es nuevo, se ha esgrimido de forma intermitente a lo largo de los últimos años, con más intensidad en las últimas semanas.
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