domingo, 5 de noviembre de 2023
Una derecha peligrosamente Insumisa....
Rebelión nacional y golpe de estado judicial
Movilizar al Poder Judicial es cruzar una línea roja que puede desembocar en una ruptura de la estabilidad constitucional
Por
Víctor Guillot
4 noviembre 2023
Por fin se habla de política. Me refiero a una política republicana y federal, más aceptable o más discutible, pero política genuina, al fin y al cabo, entre las izquierdas federales y las derechas periféricas que, a la postre, han demostrado estar más sincronizadas con las corrientes de pensamiento liberal que construyeron la Europa posterior a la II Guerra Mundial que la derecha nacional de Alberto Núñez Feijoo. ¿Alguien se ha dado cuenta de la soledad de este corredor de fondo? Comienza a ser abochornante.
El acuerdo firmado entre el PSOE y ERC deja sin iniciativa política a un PP bunkerizado en el falseamiento del principio de igualdad de todos los españoles, principio consagrado en la Constitución Española que, posteriormente, el partido no aplica cuando se trata de debatir la armonización de la política fiscal de nuestro país. Véase, por ejemplo, el caso del Madrid gobernado por Isabel Díaz Ayuso, convertido en paraíso fiscal o sumidero económico con el que los empresarios de otras comunidades sueñan al tiempo que amenazan con huir si sus respetivos presidentes autonómicos se empeñan en mantener el impuesto de sucesiones y de patrimonio. No está de más leer y escuchar al consejero asturiano de Hacienda, Guillermo Peláez, quien ha sabido defender con firmeza el carácter progresista y distributivo que tienen sendos tributos. Peláez, inspector de Hacienda, es sin duda, un hombre llamado a cobrar más protagonismo en el gobierno asturiano y en la política fiscal española.
Grupo parlamentario popular. Foto: PP
Mientras tanto, el PP ha elevado la temperatura política de los últimos días revolcándose en el discurso trumpista de la ilegitimidad política, tratando de ensuciar la investidura del próximo gobierno de Pedro Sánchez. Feijóo no entendió o no quiso entender, durante el almuerzo posterior a la jura de la Constitución de Leonor de Borbón, que a este paso, ni siquiera su hermana, Sofía de Borbón, le va a acercar un mendrugo de pan que llevarse a la boca cuando los sienten juntos a la mesa. De todos modos, es en otra mesa donde se decide el discurso destituyente del PP y en ella come el ex-presidente José María Aznar, quien ha demostrado ser un político en activo que siempre ha decidido por donde puede y por donde no caminar nuestro solitario corredor de fondo. Y Aznar ha decidido que lo que ahora toca es convocar una huelga nacional, una movilización contra Pedro Sánchez donde todo y todos valen.
La soledad parlamentaria del presidente del PP se compensa, mientras tanto, con la acción coordinada de sus presidentes autonómicos, la articulación de una estrategia política con sus portavoces en el Congreso, en el Senado y en el Parlamento Europeo y las medidas judiciales de los 8 vocales del ala conservadora que ocupan plaza en el Consejo General del Poder Judicial, cuyos cargos, ciertamente, no se han renovado desde hace cinco años, incumpliendo el mandato previsto en la propia Constitución.
Es importante hacer un breve inciso en este punto, porque movilizar al Poder Judicial es cruzar una línea roja que puede desembocar en una ruptura de la estabilidad constitucional. Los miembros conservadores del CGPJ quieren convocar un Pleno el próximo lunes para deliberar sobre la amnistía que emergerá entre socialistas e independentistas, sin conocer antes el contenido de una ley que ni siquiera ha sido propuesta a debate en el Congreso, a sabiendas de que cualquier intromisión por su parte, además, significará un golpe de estado judicial. El Poder Judicial solo puede intervenir contra la amnistía, una vez se haya aprobado la ley, instando un recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional, el órgano supremo que decide o no sobre la constitucionalidad de las leyes que conforman la arquitectural legal de nuestro ordenamiento jurídico. Si Manuel García Pelayo o Ignacio de Otto levantaran la cabeza, nos estarían invitando a degollarlos.
Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal. Foto: Twitter de Alberto Núñez Feijóo
La derecha española tiene un serio problema. Se está quedando aislada, fuera de juego. Se niega a sí misma la capacidad de dialogar con otras fuerzas políticas, intentando hegemonizar el discurso de la derecha total española. Rechaza o no quiere comprender que se inicia un nuevo ciclo político que trasciende más allá de sus siglas y de la herida abierta el 1 de octubre de 2017, lacerada dos días después con el discurso de Felipe VI e infectada más tarde con las condenas por secesión y rebelión a los dirigentes de ERC y Junts que iniciaron el procés. La judicialización constante de la política española ha sobrevenido en un combate de boxeo político que busca, a través de Aznar, la rebelión nacional, mientras pretende que el desasosiego se enquiste en el corazón de uno de los tres poderes del Estado. Y si prestan atención, a Feijóo, últimamente, se le está quedando la cara de un boxeador sonado. Camina perdido, habla solo y políticamente continúa desorientado.
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