jueves, 17 de abril de 2014

Artistas olvidados....


Antonio Suárez: un recuerdo entre amistades informales

Una intimista exposición en el Museo Casa Natal de Jovellanos recuerda al pintor gijonés fallecido hace medio año como pionero del informalismo, lenguaje que rastrea en obras de otros artistas representados en los fondos municipales gijoneses
Martes15 de abril de 2014
Juan Carlos Gea
Juan Carlos Gea
El arte español del siglo pasado dio un Paso -así, con mayúsculas- de gigante para salir de su postergación y su estancamiento y reintegrarse a las grandes corrientes contemporáneas cuando el grupo de pintores que eligió ese nombre para constituirse y lanzar su primer y decisivo manifiesto en marzo de 1957. Y allí estaba, para respaldarlo con su firma y con su obra, un pintor gijonés que contaba por aquel entonces con 34 años, pero que ya había tenido tiempo de coger bien joven el legado de sus ilustres maestros y paisanos Evaristo Valle y Nicanor Piñole, de compartir las primeras exploraciones con otro joven prometedor -su amigo Joaquín Rubio Camín- y de colgar los lápices y tiralíneas del delineante, escapar primero a Madrid y después a París, y dar el salto a las aguas de la abstracción pictórica que, en Europa bajo el dominio del informalismo, mantenían abierto el impulso de las viejas vanguardias. Antonio Suárez fue quizá el menos enfático y rupturista de ellos, pero estuvo en aquella primera línea como el que más. Y esa actitud, como la de otros coetáneos suyos, puso semillas también en Asturias.
El Museo Casa Natal de Jovellanos deja testimonio desde hoy de esas líneas de parentesco con dos generaciones de paisanos pintores -incluyendo a Luis Acosta, abulense pero muy vinculado a Asturias- y algún coetáneo no asturiano, como el madrileño Lucio Muñoz. Lo hace en tono de homenaje, medio año después del fallecimiento del pintor; un homenaje de cámara, más bien íntimo, como lo indica el mismo título de la exposición: Antonio Suárez, en el recuerdo.Como recordó el concejal de Cultura gijonés, Carlos Rubiera, ante Pelayo, el hijo del pintor, y su nuera, es también una seña de gratitud del Ayuntamiento por la importante donación de obra realizada a favor del municipio por los familiares del artista.

VIVO Y REPRESENTADO

"Queremos darle a su obra una permanencia en el tiemo y que sea una figura viva y representada en los museos", apuntó Pelayo Suárez, precisamente ante tres de las piezas que mejor representan la obra de su padre en los fondos pictóricos municipales: sendas pinturas de 1958, 1959 y 1960 que muestran a un Antonio Suárez que acababa de conquistar la primera plenitud de su sensual idioma plástico, con sus característicos empastes y untos de paleta, veladuras, transparencias o teselas.
En su misma generación, pero en una vertiente más literaria y figurativa, milita la obra de un Orlando Pelayo que, según recordó el estudioso y conservador del museo Casa Natal de Jovellanos Saturnino Noval, incorporó a su imaginería barroca, burlesca y profundamente española muchos hallazgos informalistas. Otro coetáneo, el madrileño Lucio Muñoz, representa la plasmación mas surreal y matérica del oceano informalista en uno de sus característicos paisajesabstractos habitados por las figuras que bautizó como "Zetinas", realizado ya a la altura del año 1980.
Las siguientes promociones de artistas, herederos de la ruptura informalista, se hacen presentes en dos artistas asturianos: Bernardo Sanjurjo, con una composición de 1979 que revela el lado más sutil y lírico del informalismo, alejado ya del expresionismo de "veta brava" y más atento a los aires continentales y norteamericanos, y la que quizá sea la obra más sorprendente de toda la exposición: una pintura de 1968 perteneciente a la época de aprendizaje del malogrado escultor José María Navascués en la que impactan dos evidencias: la fidelidad con la que el joven artista seguía las enseñanzas de Antonio Suárez y la fuerte impronta de pasión creativa y de calidad que el "aprendiz" ya atesoraba.
Finalmente, el Portón de Luis Acosta cierra el recorrido cronológico con una obra enmarcada plenamente en el espíritu de los ochenta: gestual, ligera, atractiva y con un fuerte anclaje en las imágenes y las experiencias de la vida cotidiana, referida justamente por la alusión a esos "portones" pintados, envejecidos, transformados en pintura, que pueden hallarse en cualquier rincón urbano.

No hay comentarios: