Sefardíes, España en el corazón
Carlos Manuel Sánchez - XL Semanal
Nunca han dejado de sentirse españoles. Sus familias han vivido en Marruecos, en Argentina, en Turquía... y soñaban con regresar a Sefarad, su tierra. Ahora, por primera vez en la historia, los descendientes de los judíos que fueron expulsados de España en 1492 podrán adquirir la nacionalidad española de forma automática. Hablamos con la comunidad sefardí en España.
Durme, durme / mi alma donzella / durme, durme / sin ansia y dolor...». Una mujer nacida en Turquía le cantaba a su nieta esta nana en uruguay. Y le hablaba con añoranza de Sefarad ('españa' en hebreo). una tierra que nunca pisó.
«Mi abuela materna hablaba judeoespañol o ladino, el castellano medieval que sigue vivo entre los sefardíes, los descendientes de los judíos expulsados en 1492», me explica Alejandra Abulafia mientras paseamos por Toledo. Su abuela turca le inoculó la nostalgia por una patria perdida hace más de cinco siglos. Alejandra es uruguaya y judía, pero también se siente española desde niña. «Mi padre siempre nos decía que éramos descendientes de Abraham Abulafia, un cabalista español del siglo XIII. Nos habló tanto de él que era como si fuera nuestro tío», rememora. La cábala es la interpretación de los significados ocultos de la Torá (los primeros cinco libros de la Biblia). Abraham Abulafia hizo sus cábalas y llegó a la conclusión de que el Mesías había nacido en Zaragoza en 1240.
Qué casualidad, debió de pensar, yo también nací en Zaragoza en 1240... Siguió indagando y en un éxtasis oyó voces que lo convencieron de que él mismo era el enviado de Dios. Así que viajó a Roma para anunciarle la buena nueva al Papa Nicolás III y, de paso, convertirlo al judaísmo.Alejandra quedó prendada del personaje. Cogió una mochila y viajó a España en 2008 con la idea de escribir una novela sobre su pariente. «Yo tenía una agencia de comunicación en Montevideo que marchaba bien. No tenía una necesidad económica para venir, pero sí espiritual. Buscaba mis raíces». La novela está por escribir, pero no ha perdido el tiempo. Ha montado un par de empresas y se ha casado. Y ahora va a solicitar la nacionalidad española, ilusionada con la ley que prepara el Gobierno y que ha conmovido a los sefardíes de medio mundo.
Se los acusaba de raptar niños para sacrificios. La ley beneficiará «a los descendientes de los judeoespañoles expulsados por los Reyes Católicos». Los judíos, que financiaron la Reconquista, dejaron de tener protección real por las presiones del inquisidor Torquemada. «Se los acusaba de envenenar los pozos y causar la peste. Y de raptar niños cristianos para sacrificios. Pero muchos cristianos les debían dinero y les convenía que se fueran», cuenta Alejandra.La expulsión es uno de los tres grandes traumas del judaísmo, con la destrucción del Templo por el emperador Tito, en el año 70, y el holocausto. Y no es el primer intento de un gobierno español de reparar el daño. Hubo decretos en 1924 y 1948. Pero en el actural hay dos novedades: una es que no hará falta residir en España para acogerse a la ley; y la otra es que se permitirá la doble nacionalidad. Los solicitantes tendrán dos pasaportes, el español y el del país de origen.
¿Cómo puede probar una persona que es sefardí? María Royo, portavoz de la Federación de Comunidades Judías en España, considera que «para muchos se abre la esperanza de reparar una injusticia histórica». ¿Pero para cuántos? Según la prensa israelí, 3,5 millones de sefardíes. [El resto, unos 10,5 millones, son askenazíes procedentes de Europa central y oriental]. Los expertos consideran la cifra desorbitada. El historiador Abraham Haim matiza: «Si nos atenemos a los que mantenían el ladino como lengua materna y otros rasgos, el número se reduce bastante». El anteproyecto del Gobierno español dice que las autoridades rabínicas competentes expedirán certificados, pero es un punto controvertido porque los rabinos solo son guías espirituales y muchos ponen su autoridad en entredicho. En cualquier caso, pueden ser varios cientos de miles los favorecidos. En España ya viven 40.000 judíos, perfectamente integrados.
Sebastián de la Obra dirige la Casa de Sefarad, un museo privado de Córdoba. «Hablar de los sefardíes es hablar de multiplicidad. No es lo mismo un sefardí de Ámsterdam que uno de Nueva York, Buenos Aires, Fez, Alejandría, Jerusalén, Estambul... Sefarad es un mito que se alimenta de dos fuentes: por un lado, el horror por el rechazo, que genera rencor, y, por otro, la nostalgia. En Turquía, eso se vive como una evocación romántica. En Venezuela se ve como una vía para salir de allí».
Sefarad, la otra tierra prometida. La tradición judía tiene dos patrias: la Tierra Prometida y Sefarad. «Los sefardíes son la comunidad etnocultural más indígena de la Península. Hay presencia desde el año 80. Las necrópolis judías de Tarragona, Mérida y Almería datan del siglo I... Nuestros judíos son como los indios americanos. ¿Quiénes son los americanos más americanos? Los indios. ¿Quiénes son los hispanos más hispanos? Los judíos», sentencia De la Obra.Pero no desaparecen de la Península en 1492, matiza. «Unos se van y otros se quedan. De los que se van, unos vuelven a lo largo de los siglos. De los que se quedan, unos se convierten con fe y otros siguen practicando el judaísmo en secreto. Reciben el nombre de 'marranos'. Son odiados por los cristianos, porque no se creen su conversión, y despreciados por los judíos, por traidores. Comen cerdo porque es la puesta en escena de su cristianismo».
En el patio de la sinagoga del Tránsito, Alejandra me cuenta el final de la historia del místico maño. Cuando el Papa Nicolás III, que estaba de veraneo en Viterbo, oyó que un judío iluminado andaba buscándolo, ordenó quemarlo en la hoguera; pero Nicolás III murió la noche anterior a su llegada, lo que Abulafia interpretó como una señal divina. Los cardenales no sabían qué hacer con él y lo dejaron marchar. Abraham Abulafia siguió predicando y se ganó la ojeriza de los rabinos, que condenaban sus delirios mesiánicos. Se le pierde la pista en 1291. Pero ha fascinado a pensadores de la talla de Umberto Eco o Erich Fromm... En España, como casi todo lo relacionado con el legado judío, es un desconocido.
Alejandra Abulafia, 35 años: "Soy de Uruguay, pero mi patria emocional es Sefarad"
Nació en Montevideo y vive en Madrid. «Llegué a España hace seis años. Regresaba sobre las huellas de mis antepasados. La primera vez que pisé Córdoba, la ciudad de Maimónides, supe que mi destino estaba aquí. Mi sueño es vivir en Toledo». Alejandra posa en el patio de la sinagoga del Tránsito.«Mi patria de nacimiento es Uruguay, pero mi patria emocional es Sefarad. Los sefardíes se exiliaron en muchos países, y los de Marruecos tienen tradiciones muy diferentes a las mías, turcas. La identidad sefardí es el amor por una tierra que tuvieron que abandonar. Cuando el hogar no está dado por la casa, el país o la nacionalidad, nuestra identidad es la memoria».
Marilda Azulay, 55 años: "Me siento agradecida a Marruecos, por acogernos"
Es profesora de Arquitectura en la Universidad Politécnica de Valencia. Paseamos por las trazas de la judería en la Ciutat Vella. «Mis antepasados huyeron al norte de África. Yo nací en Casablanca. Mi padre trabajaba en el sector de la naranja y su empresa le ofreció trasladarse a Valencia. Tengo la nacionalidad española desde 1975. Me siento agradecida al pueblo marroquí por acogernos durante 500 años». Marilda se casó con el traje de berberisca que confeccionaban los bordadores judíos que fueron expulsados de la corte castellana.
Moisés Hassan: "El pasaporte español abre las puertas de Europa"
Su familia procede del antiguo Protectorado de Marruecos. Posa en el cementerio judío de Sevilla, entre las tumbas de su padre y su abuelo. «Mi padre no pudo pagarme una universidad judía en los Estados Unidos. Estudié Derecho. Tengo una agencia de viajes. Mi hermana vive en Israel. Ella hizo la mili porque allí te obligan, yo me libré aquí por tener los pies planos». Hassan dice que han contactado con él abogados de familias judías en países eslavos. «El pasaporte español te abre las puertas de Europa, de ahí el revuelo, pero alguien que se apellide Goldstein tiene poco que hacer».
SABÍAS QUE...
-¿Por qué los españoles tenemos dos apellidos? En España, a diferencia del resto de Europa, heredamos los dos apellidos por la Inquisición, que controlaba así mejor a los conversos, pues el judaísmo es matrilineal. Circula por la Red una lista de 5220 apellidos sefardíes, pero no es oficial.
-¿De dónde viene la expresión "tirar de la manta"? Tiene su origen en la persecución de los criptojudíos, los judíos conversos. La manta es un lienzo de tela enrollado en una vara que se colocaba en la entrada de las iglesias, donde estaban escritos los apellidos de las familias judeoconversas de esa parroquia.
-Limpieza de sangre en cuatro generaciones. Hasta 1869 rige en España el estatuto de limpieza de sangre, que inspiró a los nazis la ley de pureza racial. Si se aspiraba a ser clérigo, médico, militar, funcionario... había que demostrar que en las cuatro últimas generaciones no había sangre impura, esto es, judía, musulmana o protestante.
-Castigar de cara a la pared. Un gesto como castigar a los niños de cara a la pared en las escuelas es una reminiscencia sefardí. Los judíos piden perdón de cara a la pared en la sinagoga para que los vea todo el mundo.
-El escabeche y otras maravillas de la cocina. La cocina sefardí es muy hortelana (berenjenas, alcachofas) y bordaba postres como el arroz con leche. Los escabechados se originan por la prohibición de cocinar en shabat (entre la puesta de Sol del viernes y la del sábado), así que marinaban en vinagre. Potajes, empanadas y mazapanes son judíos.
-Santoral inventado. Los conversos españoles que siguieron judaizando se inventan un santoral porque las fiestas judías están prohibidas. Así que celebran santa Esther, que no existe en el santoral católico.
-¿Dónde están las llaves? Se sabe que los judíos expulsados se llevaron las llaves de sus casas. Es menos conocido que también se llevaron los mezuzot, un pergamino que tiene escrito dos versículos de la Torá. Se metía en una caja que se colocaba en la jamba de la puerta. Quedaron los huecos vacíos.
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