Buena parte de la animadversión alemana contra la banca española no era sino una burda forma de tapar sus propias vergüenzas. Algo que denunciamos en esta misma columna en, al menos, un par de ocasiones.
Así:
En junio de 2011, “Ya es oficial: Alemania pone la proa bancaria mirando a España”, señalamos que “existe el convencimiento entre buena parte de las firmas españolas de que hay una campaña dirigida desde Alemania,paganini de esta fiesta como de tantas otras, que persigue colocar a España y sus bancos y cajas en el disparadero como vía para cubrir sus propias miserias, una vez resuelto el problema de las acciones sin voto de sus Landesbanken”.
Dos años y pico más tarde, en enero de 2014, afirmamos: “sin embargo, uno tiende a pensar que sigue encendido en Europa el ventilador que permite echar mierda en predio ajeno y distraer así la atención sobre el estercolero en el que se ha convertido el propio, especialmente cuando de Francia y Alemania se trata. No seré quien afirme que nuestra banca está libre de pecado, Dios me libre. Pero sin tiempo para tirar la primera piedra, ya ha sido lapidada por algunos que tienen más motivos para callar que para acusar” en un post titulado “Hora de revolverse: así echó DB mierda sobre nuestra banca”.
Pues bien, ha sido llegar el supervisor único europeo -con tutela directa de las grandes entidades e indirecta del resto- y comenzar a aflorar desde las instancias oficiales germanas la verdadera realidad de su sistema financiero, especialmente en lo concerniente a la banca pequeña y mediana del país. Una industria excesivamente fragmentada, escasamente rentable y sujeta a la posibilidad de pérdidas masivas si el entorno de bajos tipos de interés permanece en el tiempo.
En efecto, el pasado viernes regulador y banco central advirtieron de manera dramática de la que se le avecina al sector en un entorno como el actual de precio del dinero deprimido, gentileza por otra parte del BCE -zorra al cuidado del gallinero-. Las 1.500 entidades locales objeto de su escrutinio sufrirían de aquí a 2019 una caída media del 25% en su beneficio antes de impuestos. Si no tomaran medidas que les permitieran mejorar ingresos, costes o morosidad, dicho porcentaje se podría disparar hasta el 75% con 300 de ellas entrando directamente en resultados negativos, un 20% del total.
Panorama idílico, como ven.
La forzada caída del guindo no ha podido ser más contundente. De hecho, las palabras del consejero del Bundesbank encargado del estudio, Andreas Dombret, no admiten interpretaciones: “Cualquiera que sea el escenario que se tome -pesimista, central u optimista- las conclusiones son alarmantes; estamos listos para intervenir si fuera necesario”. Entre las medidas potenciales a imponer, recortes de dividendos, ampliaciones forzosas de capital o restricciones a la remuneración variable de los directivos. Nada nuevo que no se haya visto bajo el sol de la piel de toro.
Sin embargo, ya ven, aún hay clases.
Desgraciadamente.
¿Se imaginan una noticia como esta en relación con España y sus instituciones financieras? La sangre habría llegado al río desde el minuto uno por más que el análisis no afecte a los 21 mayores bancos y cajas alemanes. Ahí fuera tardarían entre cero y nada en fustigarnos, mientras que, dentro de nuestras fronteras, los de siempre volverían a enarbolar las mismas banderas, haciendo de la parte el todo y aplicando la demagogia extrema que les caracteriza para demonizar el sector, incapaces como son de comprender algo tan simple como los ciclos económicos y la construcción de una cuenta de resultados bancaria.
Pero es lo que hay.
Y el daño ya está hecho por más que seamos la envidia sectorial de muchos de nuestros vecinos.
Así nos va.
En fin.
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