Volkswagen: ¿Qué se juega Alemania?
José Jiménez
La crisis abierta en Volkswagen por las emisiones fraudulentas de gases en vehículos diésel no solo ha supuesto un duro golpe para el primer fabricante de coches del mundo. El prestigio y la fiabilidad alemana en la fabricación de vehículos se ha puesto en tela de juicio, y eso supone una patada en el estómago de los alemanes, en su orgullo y también para su economía. Porque lo que Alemania se juega con esta crisis es mucho más que una la vergüenza y el escarnio público.
La industria del automóvil es uno de los principales baluartes de la locomotora europea. Las cifras cantan por sí solas. La exportación de coches supone el 20% de lo que Alemania factura al exterior, mucho dinero, muchos puestos de trabajo. Estamos hablando de un sector que, de manera directa e indirecta, da empleo a uno de cada seis alemanes. Un drama en toda regla que puede ir a peor.
El problema, como recuerda Jennifer Vail, de la firma Bank Wealth Management, es que "todavía no se sabe la magnitud del golpe financiero que tendrá que soportar Volkswagen". Son 11 millones de vehículos en todo el mundo los afectados. De momento, la compañía ha anotado 6.500 millones en provisiones, dinero que restará del beneficio. Pero esos fondos son solo para pagar el coste de la llamada a revisión de los vehículos afectados. Otra cosa son las multas que estén por venir, en Estados Unidos o en cualquier otro país que decida pedir responsabilidades. Al fin y al cabo, Volkswagen se ha saltado la legislación medioambiental. "Recuerden lo que pasó con BP", dice Vail en relación con la petrolera British Petroleum.
En estas condiciones, la bola de nieve se le puede hacer gigantesca a Volkswagen. Suponiendo que la máxima multa que tuviese que afrontar fuera de 16.000 millones de dólares, esto implica un coste de 2.940 euros por coche (tanto adecuación como en multas). Y eso suponiendo que no haya una 'class action' o macro demanda colectiva en Estados Unidos. Si los peores escenarios se concretan, Volkswagen tendrá que ir provisionando cada vez más fondos, que rebajarán el beneficio futuro y presionarán a la baja sobre el precio de sus acciones, ya puestas en revisión por muchos brokers. Incluso los analista de Fitch han colocado a la compañía en vigilancia para una posible rebaja de 'rating', fundamentada por ahora en el riesgo reputacional.
Es mucho dinero el que se baraja en todos los casos. Por eso, el presidente de la Federación Alemana de Cámaras de Comercio (DIHK), Martin Wansleben, ha dicho que el escándalo ha asestado un "golpe en el estómago" a la industria germana. Según economistas y analistas, el caso podría incluso repercutir negativamente en el PIB de la primera economía europea.
El ejemplo de lo que representa Volkswagen para Alemania es la ciudad de Wolfsburgo, donde donde 73.000 de los 120.000 habitantes trabajan para el fabricante de vehículos. Allí, Volkswagen lo es todo; financia la universidad, dirige el mayor museo de la ciudad y es dueña del club de fútbol local, el Wolfsburgo, que compite en la Champions League. Sin el gigante germano, la envidiable tasa de paro del 4,9% que luce Wolfsburgo (muy por debajo de la media nacional) sería una quimera.
"Lo que le pase a Volkswagen afecta a nuestra ciudad de manera especial", reconoce el alcalde Klaus Mohr. Este político espera que el entuerto se aclara rápidamente. Y como todos ahora mismo en la ciudad, y en Alemania, se pregunta cuántos puestos de trabajo se pueden perder con esta crisis. Al fin y al cabo, todo el mundo en Wolfsburgo conoce a alguien que trabaja en Volkswagen. Sin la compañía, la ciudad estaría muerta.
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