Ya no hay espacio para promesas grandiosas. Firmado el memorándum y a punto de tener que tomar medidas impopulares, el líder de Syriza se agarra a la posible renegociación de la deuda que le prometieron desde Alemania. Alexis Tsipras tiene poco más de un mes para empezar a actuar en el marco del plan de 86.000 millones que Atenas recibirá a cambio de recortes. Y Bruselas, tras muchos meses de conversaciones a cara de perro, parece haber decidido que no le pasará ni una.
El reelegido primer ministro heleno se ceñirá por tanto al pequeño resquicio que le dieron las ‘instituciones’ para tratar de salvar su prestigio: poder reducir de algún modo la mastodóntica cifra de 180% del PIB que tiene que pagar a sus acreedores, fundamentalmente sus socios europeos. Grecia apenas crece y su superávit primario es minúsculo, lo que lleva a muchos economistas internacionales a constatar como evidente que la deuda no se puede pagar en un tiempo razonable. Este hecho alimenta la dificultad de que el país salga algún día a los mercados a financiarse. Pero por mucha opinión de expertos y de organismos internacionales, hace falta que ésto lo vea un actor, Alemania o, mejor dicho, Merkel y Schäuble. Y esta es la tarea de Tsipras, convencerles para que detengan este círculo vicioso; convencerles de que es más seguro que cobren si se reduce la deuda.
Al haber ganado estas elecciones con una diferencia sorprendente, Tsipras cuenta con un gran punto a su favor: Alemania sabe que el griego es electoralmente difícil de batir. Es decir, que si albergaban la esperanza de que apretar las tuercas a Grecia y obligar a rendirse al Gobierno de Syriza llevaría a los ‘pro Bruselas’ al poder, se equivocaban. Aunque no les guste, Tsipras estará bastante tiempo al otro lado de la mesa de negociaciones, y eso puede hacer que le tomen más en serio.
Alivio de la deuda, la gran promesa: ¿suficiente?
Hasta ahora Tsipras no ha tenido que gobernar de puertas para adentro. AbrióERT, readmitió a algunos funcionarios despedidos y sacó una ley contra la crisis humanitaria, pero no emprendió ninguna reforma de calado. La mayor parte de la legislatura fue consumida por el tira y afloja con los acreedores, las declaraciones contradictorias de los miembros de Syriza y la promesa de que no se firmaría el memorándum.
Ahora, por primera vez, tendrá que aplicar la temida austeridad. Él mismo ha prometido que será una austeridad “suave”, pero los acreedores exigen recortes de calado para abrir el grifo del dinero; la opinión pública, como ha hecho en otras ocasiones con anteriores gobiernos, no los aceptará de buen grado porque venga de Syriza.
La calle -que hasta ahora ha sido benevolente con su Gobierno- ya no le dará más paz si ve que mete la tijera en sanidad, educación o en los servicios públicos. Tsipras ha convencido a gran parte del electorado de que el tercer memorándum es necesario, aunque dulcificando sus consecuencias, y se le presenta un gran reto en su haber, el más complicado en los nueves meses que ha ostentado el poder: gobernar sabiendo que la cruda realidad, sea cual sea, no tardará en salir a flote.
Griegos Independientes, el aliado perfecto
Si algo se le puede reconocer a Alexis Tsipras es que se le dan bien las citas electorales. Este año ha ganado tres: las legislativas de enero, el referéndum y estas últimas de septiembre. Y no era tarea fácil. Primero prometió que rompería con la línea marcada por el Gobierno de Samarás y que no firmaría ningún memorándum; después planteó un desafío que tenía el riesgo de forzar la salida del euro de Grecia; y ahora se ha presentado a la batalla electoral, tras incumplir todas sus promesas iniciales, como el único que puede sacar a Grecia del agujero. Se ha transformado de radical a moderado en menos de un año y aún así ha conseguido mantenerse en el poder.
¿Por qué Tsipras elegiría a un partido antiausteridad como Griegos Independientes en lugar de Pasok (socialistas) o Potami (liberales), definitivamente más serios? Muy sencillo: Griegos Independientes no tiene una agenda económica como hizo pensar en un momento. Panos Kammenos y los suyos están más interesados en mantener el sillón -como le reprochó el propio Kammenos Evánguelos Meimarakis, líder de Nueva Democracia-.
Mientras mantengan su cuota de poder, no molestarán a Syriza con lo que ellos crean “lo correcto”. Además, han visto tan cerca el quedarse fuera del Parlamento que tendrán doble cuota de agradecimiento. A pesar de ser una alianza contra natura, Griegos Independientes y Syriza han demostrado ser una simbiosis perfecta basada en el oportunismo. Pero ¿acaso no hay siempre una buena dosis de oportunismo político en los vencedores?
No hay comentarios:
Publicar un comentario