Como un huracán
El Oviedo gana a Osasuna con un gol de Diegui y acaricia el play-off tras su tercer triunfo seguido La lluvia y el pésimo estado del césped dejan un duelo sin fútbol
Miguel L. Serrano Oviedo 11.12.2017 | 05:41
En un día de perros muy de chimenea y sofá, el Oviedo no sólo no se destempló sino que se comportó como un ciclón para quitarse de delante al enjundioso Osasuna, otro gallito del pelotón, y van ya unos cuantos, al que los azules le paran los pies. El grupo de Anquela convirtió el incómodo descargue del cielo en un enorme chaparrón de ilusión que disparó el furor del Tartiere, entusiasmado al final con la victoria ante un favorito y, sobre todo, con el generoso esfuerzo colectivo.
Fue un ejercicio condicionado irremediablemente por la lluvia, el viento y el impresentable césped del Tartiere, que laminó cualquier atisbo de fútbol. A ese escenario, con charcos por aquí y por allá, sin posibilidad ninguna de que rodara la pelota, se adaptó mejor el Oviedo, especialista en asuntos de alma, mucho más cómodo que su rival a la hora de asumir ese fútbol genuino de patio de colegio, patadón arriba, que exigen días como el de ayer. Sin lujos ni purpurina pero con pragmatismo y madurez, extremadamente competitivos e intensos, los azules se arremangaron para abrochar el manteo final, convertido ayer en un grito islandés liderado por Diegui, autor del único gol. El triunfo deja exultante al oviedismo y le ofrece una dosis de lógica y peligrosa euforia.
El Oviedo está en racha y se nota. Hay confianza en la cabeza y en las piernas. Hace nada miraba hacia abajo y hoy, elegante con su traje de cinco defensas, acaricia el play-off, convencido de sí mismo. Los azules han dejado de serpentear a duras penas por la zona ondulada del camino, han cogido la autopista y han metido decididamente la directa. El estirón en mes y medio es de aúpa, tercer triunfo seguido, el quinto en los seis últimos partidos. Así, con paso firme y corazón caliente, el Oviedo ha dado caza ya a la zona VIP de la tabla, fuera de ella hoy tan solo por el gol-average. La prudencia pide pensar en los 50 puntos, la realidad aquí y ahora pide ir más allá. El grupo azul volvió a demostrar ante su gente que hoy es un equipo fuerte y con sustancia y que está recuperado de pájaras pasadas. Abotonados por Forlín, mariscal atrás, y agitados por el excelente Yeboah, los carbayones despacharon una función llena de orgullo, empuje y coraje, territorio Anquela. El impropio barrizal no dejaba ninguna otra opción. Se trataba de encimar al rival, adelantarse primero, importante, asumir los menos riesgos posibles y tirar de valor y entrega para conservar como se pudiera el botín. Fue exactamente lo que ocurrió. El gol antes de los diez minutos, después de un penalti errado por Rocha, facilitó la faena, estupenda en el primer tiempo, sacrificada después. El esfuerzo grupal fue tan monumental que el Tartiere, que sabe de arrimar el hombro un rato, se levantó para despedir al equipo en el intermedio y al final y también para ovacionar a cada uno de los tres cambios. El Oviedo, en su mejor momento, avanza como un huracán.
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