martes, 23 de enero de 2024
Del Amor al Odio...que trecho tan corto.RECOMENDADO.
La Vanguardia
La reputación perdida de Rafa Nadal
Historia de John Carlin •
4 h
“Te odio tanto porque te quise tanto”.
De una canción mexicana de los años 80
Una tarde hacia finales del 2010 me sorprendió una llamada de Carlos Costa, el mánager de Rafa Nadal. Me propuso que escribiera la autobiografía de Rafa. Sería un proyecto conjunto: el tenista y yo. Estaba tan descolocado que no le dije al instante que sí.
Me lo pensé unos días, lo que ahora me resulta extraño ya que era muy fan de Rafa, sin conocerlo, y porque, tras aceptar la propuesta, disfruté tanto de las horas que pasé con él, con su equipo y con su familia.
Nunca olvidaré al abuelo paterno, otro Rafael, un músico que dirigió el coro en una interpretación de la Novena sinfonía de Beethoven en la catedral de Palma a finales de los años cuarenta. Al conversar con él, recuerdo haber pensado que quizá me había equivocado de Nadal, que Rafa senior, el sagaz patriarca, hubiera sido mejor sujeto para un libro. Lo vuelvo a pensar hoy.
Me siento engañado y me siento tonto. Un tonto útil. Con la excepción de mi querido amigo Benito Pérez Barbadillo, su jefe de comunicación, pocos habrán hecho más propaganda a favor de Rafa que yo a lo largo de los últimos 14 años. No solo con el libro, traducido a no sé cuántos idiomas, sino a través de las cien entrevistas o más que me han hecho sobre él en todos los continentes.
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FILE - Rafael Nadal of Spain reflects between games in his quarter-final match against Jordan Thompson of Australia during the Brisbane International tennis tournament in Brisbane, Australia, Friday, Jan. 5, 2024. Nadal withdrew from the Australian Open with an injury a week before the season's first major was due to start after playing just one tournament in his comeback from 12 months on the sidelines. (AP Photo/Tertius Pickard, File)
FILE - Rafael Nadal of Spain reflects between games in his quarter-final match against Jordan Thompson of Australia during the Brisbane International tennis tournament in Brisbane, Australia, Friday, Jan. 5, 2024. Nadal withdrew from the Australian Open with an injury a week before the season's first major was due to start after playing just one tournament in his comeback from 12 months on the sidelines. (AP Photo/Tertius Pickard, File)
© Tertius Pickard / LaPresse
La pregunta más frecuente siempre fue, “¿es tan buena persona Nadal como parece?”. Nunca dudé en la respuesta. “Sí, incluso mejor de lo que la gente piensa”. Les comentaba que en un sentido (uno nada más) me recordaba a otro personaje sobre el que había escrito un libro, Nelson Mandela. Rafa es un tipo íntegro, decía, coherente con la imagen que exhibe en público y su comportamiento lejos de las cámaras; igual de simpático y respetuoso con los camareros o las azafatas que con los magnates o los duques (o los jeques) que le entregan sus premios.
Vídeo relacionado: Nadal: "¿Si he pensado en retirarme durante este tiempo? Por supuesto que sí" (Dailymotion)
Su decisión de venderse a los saudíes impedirá para mí la posibilidad de volver a admirarle y elogiarle
Mencionaba también que una vez recibidos sus millonarios cheques no se mudaba a un refugio fiscal, como tantos de sus rivales, sino que se quedaba en su casa en Mallorca y pagaba sus impuestos en España. Un ejemplo para los niños, dicen de él. Sí, y también para los mayores.
No lo podré decir nunca más. La semana pasada Rafa Nadal anunció que había aceptado su nombramiento como “embajador” de la Federación Saudí de Tenis. O sea que, siguiendo los ilustres pasos de Leo Messi, se dedicaría a hacer relaciones públicas por el mundo a favor de un régimen dinástico y dictatorial que descuartiza a sus opositores, que condena adolescentes a muerte, que corta las cabezas de disidentes en público, que encarcela a gays por ser gays y (por 34 años, en el caso reciente de una joven madre) a gente que escribe tuits que no son del agrado del mandamás Mohamed bin Salman, de cuyas arcas vendrá el dinero de Nadal por su diplomática labor.
Miren, uno debe hacer el intento de entender a la gente, no juzgarla. Lo sé. Pero en el caso de Nadal, hoy, no veo cómo. Me da una inmensa pena –lo siento como una pérdida personal–, pero no puedo evitar la conclusión de que todos estos años no lo entendí y lo juzgué mal, que de ahora en adelante su decisión de venderse a los saudíes impedirá para mí toda posibilidad de volver a admirarle y elogiarle, como había hecho antes, siempre.
¿Qué importa mi opinión? ¿Qué más da si solo soy yo? Pero creo que no solo soy yo. Somos muchos, sospecho, los que pensamos que ha manchado su reputación, la parte inmortal de su ser, de manera irremediable. Habrá otros, quizá más adaptados a nuestros tiempos, que se encogerán de hombros. “Bah, todos tenemos nuestro precio”, dirán. O, “Es su vida, ¿no?”.
A diferencia de Messi, Nadal ha presumido de ser un ejemplo no solo deportivo, sino moral
Sí, es su vida. Pero la de Nadal no es una vida cualquiera. Es un personaje público, uno de los más famosos del mundo, alguien que siempre ha presumido, a diferencia de Messi, de ser un ejemplo no solo deportivo sino moral. Lo que Nadal hace impacta en millones de personas. ¿Qué mensaje manda con esta última jugada? Que hasta la gente más decente de la Tierra está dispuesta a vender su alma por unos petrodólares más.
Llámenme anticuado, o mojigato, o soberbio, si quieren, pero si Carlos Costa me volviese a llamar hoy para proponerme hacer el volumen dos de Rafa, mi historia le respondería igual que a Bin Salman cuando me pidió hace seis años que hiciera su autobiografía. No. Muchas gracias, pero no.
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