lunes, 29 de enero de 2024

Manolo Cruz intenta refrescar la Izquierda....

“Es muy significativo el empobrecimiento del debate dentro de la izquierda” Manuel Cruz, Catedrático de Filosofía Contemporánea, estará el próximo día 3 en Gijón durante la Escuela de Invierno organizada por el PSOE. Por Víctor Guillot Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon. Manuel Cruz (Barcelona, 1951) es catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona. Autor de más de una 30 de ensayos, fue presidente del Senado en 2019 y, en la actualidad es senador por el PSC, partido en el que no milita. Su último titulo es “El gran apagón. El eclipse de la razón en el mundo actual”(Galaxia Gutemberg, 2023) donde afronta la compleja y necesaria tarea de analizar la calidad democrática en la que vivimos, tratando de discernir cómo hemos llegado a la situación actual de polarización extrema, la hiperbolización del discurso en el intercambio de opiniones razonadas, donde la razón ha perdido espacio y cobertura frente a una sociedad del espectáculo donde prima la ruidosa confrontación de puntos de vista irreconciliables y priman los argumentos desde las pasiones, provocando un empobrecimiento del análisis y, a su juicio, de la intelectualidad de izquierdas. Cruz es uno de los invitados a la próxima Escuela de Invierno organizada por la Agrupación Socialista de Gijón los días 2 y 3 de febrero. Ha dicho Emiliano García Page que el partido socialista se ha situado en el extrarradio de la Constitución Española. Me pregunto si el juez García Castellón se ha situado en el extrarradio del Código Penal. Sin pretender en absoluto rehuir el debate, no me considero técnicamente cualificado para abordar cuestiones que tienen una dimensión interpretativa muy importante. Lo dicen, incluso, personas que pueden ser críticas con la amnistía. A Felipe González le preguntaron por esto y quien lo hacía, parecía esperar a que dijera que la amnistía era inconstitucional; en cambio, recibió una contestación de González diferente. González dijo que si el derecho no fuera interpretativo, no haría falta un juez, simplemente bastaría una máquina. Afirmaciones como la de Page, que cree que la amnistía está fuera, o como cuando se dice que Castellón está fuera de, implican que hay una línea divisoria y no tengo claro que haya esa línea o que la frontera sea, al menos, tan clara. En muchas ocasiones se confunde la aceptación de determinadas autoridades judiciales como la última instancia y, sin embargo, esas autoridades son el resultado de un acuerdo social, ciudadano, colectivo. Se suele caer en el error de desembocar en la consideración de que esa autoridad posee toda la verdad. Imagínate que un jurista dijera que si esto ha llegado a la última instancia no hay nada más que hablar. ¿Cómo no va a haber nada más que hablar? Imagínate si habrá que hablar cuando la Corte del Tribunal Supremo de los EEUU falla una sentencia, si sus jueces tienen un sesgo determinado desde el momento en que los nombra el Presidente de los EEUU. Ubi ius, ubi societas. Efectivamente. Asumimos esa autoridad suprema como consecuencia de un pacto y no de una revelación. Yo lo plantearía desde ese punto de vista. El debate político, como creo que está siendo últimamente, de manera más o menos explicita o implícita, es un debate que no sólo se está empobreciendo sino que se está deteriorando porque sustituimos las argumentaciones respecto “de la cosa misma” que diría Ortega, por las argumentaciones ad hominen de unos y de otros; y ese es la peor de las intenciones, porque malmeten sus pretensiones en un terreno que nos conduce a un callejón sin salida donde es imposible encontrar una solución. Yo lo llamaría el debate de las secretas intenciones. Con la amnistía, como con otras cuestiones, son necesarios debates de todo tipo y, sobre todo, respecto de la amnistía, un debate más clarificador. Creo que los interlocutores públicos se están saliendo del debate, de sus términos jurídicos (todavía no conocemos el contenido de la ley), detrayendo de nuestra sociedad un debate razonable, jurídico pero también político, y eso se echa en falta. Manuel Cruz. En tu último artículo de El País, analizabas de una manera más extensa el papel que está jugando una parte de la intelectualidad de izquierdas, a partir de la posición política que ha manifestado Javier Cercas con la amnistía y de como el escritor terminaba su reflexión, saliéndose de los procedimientos democráticos que nos hemos dado, para acabar desembocando en un descreimiento de las reglas políticas. Al tiempo que se producía esta polémica, Fernando Savater era cesado del mismo periódico. Planteado el contexto, me gustaría que reflexionaras sobre la deriva intelectual de algunos de sus protagonistas, a partir de estos dos ejemplos, donde el debate de las ideas parece haber sido sustituido por el debate de las pasiones. Empiezo por Cercas. El mundo en el que ha evolucionado el debate es muy significativo. Porque, en realidad, no se ha producido el debate, tan sólo algunos aspectos. En cambio, lo que sí entiendo yo que se ha producido es un cambio en la actitud hacia los intelectuales tanto por la derecha como por la izquierda. Comencemos con la derecha. La derecha acogía como hijos pródigos a los intelectuales de origen progresista que descalificaban al PSOE y asumían sus tesis conservadoras, lo que tampoco significaba que se pasaran al PP. Sin embargo, con el independentismo, fueron muy críticos con aquellos que mantuvieron una actitud contemporizadora y se alinearon después con unas tesis más firmes. La derecha acogía a esos intelectuales pero no ha pasado eso con Cercas y quizá esto ha provocado una reacción muy distinta en el PP que ha venido a decir “a buenas horas mangas verdes”. Creo que la derecha ha tenido una actitud más intransigente respecto a Cercas o, al menos, descreída por la siguiente cuestión: Javier Cercas lo que plantea es eso que los escolásticos denominaron “non sequitur”. De toda sus críticas se infiere como conclusión que el sector conservador está minado, es tierra quemada, y por lo tanto, no te puedes fiar de ningún político, porque todos son malos, de tal manera que Cercas acaba decantándose por una rifa antes que por la alternancia en el poder. Por supuesto, a la derecha no le ha gustado esto. A lo mejor, tampoco ha sido acogido como consecuencia del encanallamiento al que se está sometiendo la vida política de este país. ¿Y qué reflexión te provoca la recepción de la izquierda a su posición con la amnistía? Luego está la reacción de la izquierda, de aquellos sectores de opinión, articulistas e intelectuales que, en vez de recoger el guante para profundizar en el debate, han hecho un juicio de intenciones. Han dicho que Cercas respira por la herida, que lo que le pasa a Cercas.., en fin, todo eran críticas a lo que le sucede al corazón de Cercas, algo bastante disparatado. Pues hemos tenido eso en vez de un debate de ideas, lo que indica que, en algún sentido, una cierta migración se está produciendo en el ámbito intelectual. La izquierda presumía de tener la inteligencia, los argumentos y, en cambio, los intelectuales, ahora no se sienten en condiciones de presumir de eso. Por otra parte, hay intelectuales que antaño uno siempre encontraba o esperaba encontrar en ciertos medios de comunicación y ahora ya no los encuentras. Es muy significativo el cierto empobrecimiento del debate dentro de la izquierda. Del otro lado tenemos a Fernando Savater. A mi me parece que El País y Savater tenían una relación que ya estaba profundamente enrarecida. Por supuesto, yo no estoy discutiendo para nada que alguien, desde las páginas de un periódico, pueda criticar a ese periódico, pero cuando es de un modo sistemático, es que algo anómalo está pasando ahí. Tengo que decir que parte de la presunta escandalera que se ha montado a partir del libro de Savater, las declaraciones y el despido de El País tiene algo, como decían los escolásticos, de escandalo farisaico. Me llama la atención con qué desenvoltura determinados medios censuran la falta de pluralismo en El País. Entonces, en esos otros diarios ¿Cuánto pluralismo hay? A partir de la figura de Savater, ¿Cómo analizas las causas que explican su deriva del progresismo de los años 80 hacia esa visión españolista, conservadora y, a veces, iliberal. Dicho de otro modo, ese largo viaje a la derecha que ciertos intelectuales inician a partir de cierta edad. En los últimos días estoy escuchando y leyendo artículos muy críticos con Savater en los que a mi me llama la atención la falta de perspectiva mínimamente histórica de lo que ha representado Savater. Leo algunos comentarios en los que se le trata como a un mindundi. Pues bien, Savater ha sido extremadamente importante en la filosofía española, una cabeza y una pluma privilegiada, y su inclusión en el panorama de la filosofía internacional no admite comparación. No sé hasta qué cierto punto podemos acusar a Savater de una deriva iliberal pero sí puedo reconocer una influencia de la actitud y el pensamiento conservador. Lo veo y lo puedo comprender. A unas determinadas alturas de la vida, cuando haces balances personales y colectivos no siempre nos sale el mismo saldo que cuando éramos más jóvenes. Se suele repetir mucho: para desautorizar a quienes dicen hoy en día que la juventud se ha perdido, rápidamente se dice: “si ya Platón, si ya Aristóteles afirmaban de los jóvenes…”. Se suele decir que los mayores ven con preocupación la emergencia de la juventud. Y esa es la típica senectud miedosa y acobardada que no sabe asumir los cambios de lo que pasa. En cambio, si lo observamos desde el otro extremo, ¿Qué pasa con esos jóvenes que ya en la época del 15M hablaban como si con ellos se produjera una cambio radical cuando realmente no pasaba nada? No me importa defender este argumento en el terreno de lo práctico. Hace unos diez años comenzó la irrupción de “la nueva política”. Sus representantes hablaban como si no tuvieran nada que ver con lo existente, desde el adanismo, como si ellos fueran a oxigenar y hacer más saludable la vida colectiva. La lista de cosas que anunciaban los representantes de “la nueva política” en nombre de su juventud era importante y la conocemos todos. Pues ya lo estamos viendo. Si me permites una gotas de aparente demagogia, hemos asistido al espectáculo de algunos representantes de “la nueva política”, literalmente, peleándose por el cargo de una manera tan descarnada que yo pensaba, “por favor, un poco de decoro, disimula”. ¿No era la política y no las personas lo que realmente importaba? ¿Acaso lo importante era detentar el ministerio? El filósofo marxista, Manuel Sacristán. Hasta cierto punto, lo que sucede con Savater o con Cercas nos invita a pensar en el significado de ser progresista y ser conservador y de sus mutaciones. Analicemos el sesgo conservador que encierra el hecho de que Savater sea calificado de conservador. ¿Lo calificamos de conservador y ya no hay nada más de qué hablar? Habrá que ver en qué consiste eso. Ya lo he contado muchas veces. Recordaré la anécdota de Manuel Sacristán. En los años 70, antes de la muerte de Franco, Manuel Sacristán entraba y salía de la Universidad. Lo expulsaban, volvía, lo volvían a expulsar… En una de sus re-entrés, los estudiantes del PSUC le organizaron una conferencia de bienvenida. Todos los progres estaban allí. Una de las cosas que dijo fue que el lenguaje que utilizábamos para caracterizar o definir las formas políticas no era el más adecuado. Eso de decir que los conservadores conservaban y los progresistas transformaban, a su juicio, ya no tenía mucho sentido. En realdad, quienes más transforman son los conservadores, decía, “lo único que conservan son el registro de la propiedad”. La izquierda, cuando defiende la conservación de la naturaleza, el patrimonio histórico, los derechos, la democracia ¿no está siendo en cierto sentido conservadora? Conservemos las esencias de la democracia ante la extrema derecha, se dice. Pues claro. Obviamente, sí. Pero lo cierto es que el sesgo de nuestras opiniones suele sustituir al auténtico debate de ideas. La realidad es que se producen transformaciones aceleradas y, muchas veces, me parecen mal por mil razones porque habría que conservar otras mil. A veces, más de lo necesario, nos apuntamos a un aparente progresismo verbal pero que, de facto, no es sobre las cosas que realmente importan. Quería que hicieras una reflexión sobre la posibilidad de que 2023 y 2024 en España sean el punto de partida a un nuevo ciclo político. Desde cierto punto de vista sí. Este nuevo ciclo político tiene un componente importante: la perdida de peso electoral del PSOE y su necesidad de tener nuevos aliados, de tejer una nueva alianza, por lo pronto, con su izquierda, que es inédita. Hasta ahora, habíamos asistido a un acuerdo preelectoral entre Almunia y Frutos que resultó ser un fracaso y, ni siquiera Zapatero llegó a pactar con su izquierda. Se inclinó por el independentismo a través de ERC. Efectivamente, los límites en los acuerdos del PSOE con su izquierda sólo podían alcanzar su escala local y regional, pero en ningún caso la nacional. Exacto. De modo que con Pedro Sánchez se produce un cambio importante. En cambio, me preocupa más la incorporación de fuerzas políticas que en este momento están por la independencia o por la confederación. Me importa más eso a que se haya normalizado un gobierno de coalición de izquierdas. Me parece evidente que el perfil de Sumar, después de haberse criticado tanto Ciudadanos o a Podemos de ser una muleta, es efectivamente una muleta. Pero en el fondo, ¿Cuál crees tu que es la diferencia entre Sumar y el PSOE? Podemos afirmar que, quizá, un reformismo más radical que no va más allá de esto. Víctor Guillot, José Montilla, Aurora Nacarino y Joan Tardá. Foto: David Aguilar Sánchez Joan Tarda, ex portavoz parlamentario de ERC, reconoció la semana pasada en un debate con el President José Montilla y la diputada del PP Aurora Nacarino-Bravo organizado por la Sociedad Cultural Gijonesa que, a pesar de los errores y aciertos de la legislatura pasada, su partido hacía una socialdemocracia un poco más radical que la del PSOE. Exactamente igual sucede con Sumar. Es que mucha gente, incluido yo, hemos visto en estos movimientos políticos reproducidos durante estos últimos años, en esta nueva constelación donde está Sumar y Podemos, los mismos movimientos que se producían en los años noventa a la izquierda del PSOE, cuando una minoría discrepaba de la línea política de Julio Anguita y, seguidamente, se organizaba en una plataforma crítica que, independientemente de los partidos, terminaba convertida en la cabeza de puente entre IU y el PSOE. Los nombres están ahí. Podemos hablar de Nueva Izquierda y López Garrido o de la experiencia de Gaspar Llamazares, una experiencia que resultó ser fallida, quizá porque esa formula transicional ya no era necesaria. Los partidos como el PSOE ya eran en este milenio lo suficientemente amplios, esponjosos y diversos internamente como para atajar esa transición. O quizá, permitían que la transición se pudiera hacer desde dentro. La clave, creo yo, es que a muchas de las personas que forman parte de esa constelación Podemos-Sumar, no me cuesta nada imaginarlas como miembros del PSOE o ministros del gobierno. Eso es algo muy sintomático. Más interesante para el debate del nuevo ciclo es la incorporación a la legislatura y a la investidura del gobierno de Pedro Sánchez de fuerzas abiertamente independentistas como Bildu con un compromiso muy férreo por sacar leyes progresistas adelante. Que haya fuerzas políticas que están impugnando abiertamente la Constitución, abre un debate interesante pero distinto. Hipotéticamente, ¿Qué condiciones ha de reunir una fuerza política con un determinado pasado para ser aceptado en el juego político, incluyendo, por otra parte en ese “aceptar” su incorporación en un gobierno? Es un debate que ha generado una confrontación tan áspera que ha convertido las instituciones en espacios de combate, donde no se discute políticas sino legitimidades. Por otra parte, no creo que sea un debate recíproco. La izquierda puede discutir los acuerdos entre PP y Vox pero no cuestiona la legitimidad de los acuerdos ni de los dos partidos. La legitimidad es cierta pero no es menos cierto que, de alguna manera, la gran ignición más contundente respecto al PP es Vox. Podemos ser malévolos. En el fondo, ¿Cuál fue el gran error de la campaña de Alberto Núñez Feijóo en julio?. Todo el mundo lo acepta con independencia de si un día mintió o no. Lo que más daño le hizo fue que no controlara a sus varones y estos comenzaran a pactar frenéticamente en ayuntamientos y autonomías. Siendo malévolos, me atrevo a pensar que eso fue agua de mayo para el PSOE. El gran argumento era “que viene Vox”. Esta dinámica es muy mala. No en el sentido de que haya que aceptar o rechazar los acuerdos. No soy partidario de los cordones sanitarios ni aplicaría a Vox la misma plantilla, porque no son lo mismo, que a Bildu. Mi pregunta es la siguiente: ¿Qué condiciones acordamos, qué requisitos tiene que cumplir Bildu para estar legítimamente en el debate?: ¿abandonar la violencia?, ¿luego condenarla?, ¿luego con más firmeza?. Dejemos claro de qué se trata. Será saludable saber bajo qué contexto será aceptado o rechazado en la casa del padre. Seria absurdo no hacer lo mismo con Vox. No tiene sentido, diga lo que diga o proponga lo que proponga, que en ningún caso se le tome en consideración. Desde el punto de vista electoral, Vox tiene una representación numerosa. ¿En qué situación deja a los ciudadanos que lo votaron un cordón sanitario?, ¿En qué situación quedan los ciudadanos que han votado a una fuerza política y después se la ningunea como si no existiera?. ¿En qué lugar queda un ciudadano de Castilla y León si, bajo ningún concepto, tomarlos en consideración sus iniciativas porque proceden de Vox? ¿Acaso esto no es pan para hoy y hambre para mañana? Lo único que provoca un cordón sanitario es la desafección de los ciudadanos. En el ámbito internacional, no tengo muy claro que estas estrategias hayan sido exitosas. Marinne Lepen en Francia va a la cabeza en los sondeos electorales. Y ahora, dos huevos duros más. ¿Acaso la izquierda, a veces, no se pasa un poco con lo de “que viene la derecha”? A veces cae en cierta superioridad moral que le resta votantes. Puede ser. Pero, por ejemplo, las decisiones que ha tomado Meloni con los inmigrantes, después de lo que ha sucedido con Lampedusa, ¿no es la misma postura que han tomado Macron, los social-demócratas alemanes o los nórdicos? ¿Es algo muy distinto? No o, por lo menos, no es radicalmente distinto. Me parece que argumentar sobre la base del miedo a la extrema-derecha sólo sirve para cohesionar a los que ya están convencidos. En julio la izquierda consiguió movilizar a los suyos. Convenció a nuevos electores, pero ¿a un votante conservador?, no lo creo; de ninguna manera; y si esto sigue así, la izquierda está condenada a este tipo de pactos con fuerzas que no son constitucionales. Manuel Crruz, durante la campaña electoral de 2019 junto al actual secretario del PSC, Salvador Illa. Hemos abordado el cambio de ciclo a través de corrientes de pensamiento pero luego está lo que Enric Juliana denominó la legislatura de lo concreto. ¿La legislatura de lo concreto desbordará o desbancará la legislatura de lo ideológico? Es posible. Esa es una posibilidad, pero luego hay otra, que no es descartable, y posiblemente, secretamente, piensa Vox que, al fin y al cabo, también tiene estrategas como el resto de partidos. Si no los tuviera, no habría alcanzado el grado de representatividad que tiene. Les pasa a todas las fuerzas políticas sin excepción. A Vox le interesa alzar la voz, volver a representar a los descontentos del PP, azuzar a “la derechita cobarde”, robarle votos a Feijóo, pero también le interesa, en esta legislatura, neutralizar el miedo. A Vox le interesa quitarle votos al PP pero no le interesa que el miedo le quite votos al bloque de la derecha. Mientras tanto, el PP intentará aparentar ser un partido con una gestión y ya está. Intentará interpretar el papel del diablo honrado. Todas las medidas que ha adoptado el PP con Vox, en Valencia y Baleares, han sido muy aireadas y eso obviamente ha servido para montar la escandalera: ojo con Vox y el veto de las lenguas. Pero Vox esta vendiendo el argumento en Baleares bien: lo que dice es que el catalán no debe ser obligatorio, no debe ser un requisito para las oposiciones. El argumento de Vox es sencillo y comprensible: tenemos un déficit de médicos que no pueden venir a las islas porque incumplen el requisito de la lengua y, obviamente, esto no puede ser. Por lo tanto, habrá que cambiar la legislación. El catalán puede ser un mérito pero no un requisito. Esto es muy fácil de vender. Es lo que está haciendo sin montar una escandalera. ¿Si la política de la izquierda hubiera sido tan convincente hubiera perdido las elecciones en esa comunidad autónoma? Algo debía ir francamente mal. Estoy de acuerdo en algo de lo que dices y es que esta legislatura, como afirma el periodista Enric Juliana puede ser o va a ser la legislatura de las cosas concretas. Hay momentos en los que sin duda la confrontación izquierda/derecha sucede en el espacio de lo concreto y no en el espacio de lo ideológico. Nosotros, la izquierda, hemos traído la subida del SMI, una mejor situación económica, y qué hace la derecha: afirmar que España se rompe. Hay momentos en que esto es así, la política de lo concreto de la izquierda desborda a la derecha. Esto es así, pero la extrema derecha también plantea cosas muy concretas, verazmente o demagógicamente, con asuntos como la seguridad o la inmigración. Se lo dije a Salvador Illa: “me alegro de que el PSC haya introducido la seguridad en el debate. El asunto de los desahucios y la ocupación supuso una sangría de votos importantes para el PSC. ¿Cómo eres capaz de responder a la falacia del desahucio y la ocupación? ¿Hay que estar en contra siempre de los desahucios y defender siempre a los desahuciados? ¿Hay que rechazar ciertas formas de ocupación y otras no?. La pobre Carme Chacón perdió ese debate. Se lo ganaron. El efecto arrastre ha sido con cuestiones ideológicas pero no es menos cierto que lo ideología también le puede haber perdido a la izquierda. Las encuestas del CIS sobre la incomodidad de los hombres respecto a las políticas feministas es profundamente ideológico. No discuto la necesidad de determinadas políticas potenciadas por el feminismo, pero reconozco que han tenido un sesgo ideológico brutal y el ideologicísmo le perdió a la izquierda en la legislatura pasada. Las ministras más calcinadas del Gobierno anterior fueron las de Podemos, en gran parte por esto. etiquetasactualidad_cabeceraAlberto Núñez FeijooCarme ChacónFelipe GonzálezFernando SavaterFrancisco FrutosFrancoGaspar LlamazaresJavier CercasJoaquín AlmuniaJulio AnguitaLópez GarridoManuel CruzManuel SacristánPedro SánchezPODEMOSPSOESalvador Illasumartemes_cabecera Artículo anterior La Coordinadora Ecoloxista acusa al Gobierno asturiano de resucitar la incineradora Actualidad La Coordinadora Ecoloxista acusa al Gobierno asturiano de resucitar la incineradora 29 enero 2024 El Fontán frente a la oleada hostelera 29 enero 2024 El derecho a la ciudad abre la XXVI Semana del Aula Popular “José Luis García Rúa” 29 enero 2024

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