domingo, 21 de enero de 2024
Arcelor, ese espadón de Damócldes eimpfrer pendiente...
Las factorías de Arcelor se enfrentan a una posible descarbonización por cierre en Asturias
La empresa prevé reducir sus emisiones un 35% para 2030 en Europa y la parada de hornos altos lo facilita, la cuestión es si se crean alternativas
Noelia A. Erausquin
Noelia A. Erausquin
Gijón
Domingo, 21 de enero 2024, 00:51 | Actualizado 09:30h.
La reducción de emisiones, como dato aislado, puede esconder efectos muy negativos. Porque no es lo mismo abordar la transformación de los procesos de una industria a que esta pierda actividad o acabe cerrando, aunque la disminución de la contaminación sea la misma. Se evita expulsar a la atmósfera gases de efecto invernadero, se avanza en los compromisos medioambientales del país, pero en el segundo caso, por el camino se ha dejado el empleo y la riqueza que se generaba. Y ese es el temor que cada vez cunde más en la plantilla de Arcelor en Asturias, pero también en las federaciones de industria de los sindicatos y hasta entre mandos de la compañía. El bloqueo por parte de la empresa al proyecto de la planta de reducción directa del mineral de hierro (DRI), con la que la siderúrgica preveía sustituir un horno alto en Gijón, plantea la posibilidad de que lo que se avecina sea una descarbonización por cierre.
La Unión Europea empuja a producir sin contaminar, pero las empresas se mueven por rentabilidad. Si es más beneficioso trasladar la producción a otro lugar, eso se acabará haciendo. Se intentan poner ciertos correctivos, como el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM), una especie de arancel ambiental que intenta evitar deslocalizaciones, pero está lejos de ser perfecto. Además, ni siquiera entre los Veintisiete el terreno de juego está igualado. Francia o Alemania ofrecen a su industria mejores condiciones en cuanto a costes energéticos y otras facilidades, al menos en la actualidad, y se ha entrado en una especie de puja por ver quién da más.
La empresa tiene un objetivo claro: reducir sus emisiones en el continente un 35% en 2030. A los Mittal, máximos accionistas de Arcelor, nunca les ha temblado el pulso a la hora de cerrar instalaciones. Las grandes crisis han tenido sus víctimas: en 2011 se apagaron para siempre los dos hornos altos de Lieja (Bélgica); en 2012, tras una parada inicialmente temporal, la siderúrgica decidió cerrar los dos de Florange (Francia) y, después de la baja demanda de acero de 2019, en 2020, en plena pandemia, la multinacional clausuró definitivamente el horno de Cracovia (Polonia).
Es cierto que en esos países quedaban activas otras siderurgias integrales y en España la única que se mantiene es la asturiana, pero la libre circulación de mercancías en el territorio europeo y el hecho de que se vaya a mantener parte de la fase caliente -las acerías- hace plausible una decisión drástica. Entonces fueron causas puramente económicas, con la descarbonización, en el fondo, también lo son.
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De momento, lo que está claro es que el horno alto 'A' está condenado. A pesar de la reparación a la que se sometió tras el incendio que lo inutilizó durante meses, la multinacional no prevé extender su vida útil más allá de 2026. Y con él, el sínter 'B', el más contaminante de los dos. En ese momento ya debería estar funcionando la acería eléctrica híbrida, primera fase del plan de descarbonización, y también la más modesta. De hecho, es la única inversión aprobada. La idea era empezar a producir acero mediante prerreducidos de hierro importados hasta que estuviera lista la segunda fase, la planta de DRI, anunciada en 2021 y ahora bloqueada. Cuenta con una ayuda pública de 450 millones de euros, pero los requisitos impuestos en cuanto a plazos y los costes de operación no encajan con las pretensiones de Arcelor. Ambas partes han negociado sin éxito.
El tiempo corre en contra y se agota la vida del horno. Los presupuestos del grupo para Asturias plantean detenerlo en mayo de forma indefinida. Ese término es habitual, Arcelor no suele dar plazos, pueden ser unos meses, pero también un cierre definitivo. Las instalaciones de Cracovia o Florange se detuvieron primero de forma provisional, hasta que llegó el anuncio irrevocable.
En Dunkerque (Francia), también se adelantó el final de la vida útil de otro horno, aunque en este caso asociado al plan de descarbonización de la instalación, recientemente refrendado por el Gobierno galo y la empresa y que incluye una planta de DRI, así como un contrato eléctrico competitivo basado en la nuclear, energía que la UE incluyó en su taxonomía verde.
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Mientras, además de la cuenta atrás para el horno alto 'A', también empieza la del otro, el 'B', cuya vida útil se prevé que finalice en 1932. Ocho años no son nada para grandes inversiones industriales e, incluso, podrían ser menos.
La Unión Europea acordó la disminución progresiva de los derechos de emisión gratuitos, lo que implicará que la multinacional tenga que pagar sí o sí por hacer funcionar esas instalaciones altamente contaminantes. Si no se consigue algún método de captura de CO2 que sea económicamente viable no podrán seguir.
En 2026, las asignaciones gratuitas que tiene la industria se reducirán un 2,5% y, a partir de ahí se recortarán cada vez más. En 2030, por ejemplo, será el 48,5% y en 2032, cuando está previsto que finalice la vida útil del horno 'A', será un 73,5%. En 2034 desaparecerán, pero no se confía en que llegue hasta ahí.
Derechos de emisión
La multinacional cifra en 1,75 toneladas de CO2 las necesarias para producir una tonelada. La media de su precio en 2023 fue de 83,5 euros, por tanto, sin asignaciones gratuitas, el sobrecoste se acercaría a los 150 euros, lo que dejaría ese acero asturiano fuera del mercado.
¿Qué sucede en las plantas que han cerrado sus hornos altos? Por lo pronto, su actividad se desploma y pierden hasta la mitad de su plantilla. En el caso de Florange, este impacto se vio algo mitigado porque a la par se invirtió en nuevas líneas acabadoras. Igualmente, se redujo alrededor de un 30%. Y tanto esta como la de Lieja pasaron a depender de la factoría de Dunkerque, mientras que la de Cracovia también se hizo satélite de otra. Se debilitaron.
No obstante, en Asturias, no se hablaría de eliminar por completo la fase caliente y acabar como una simple planta laminadora, ya que las acerías se podrían conservar. Igualmente, sería dramático para el empleo y la economía regional que, eso sí, reduciría drásticamente sus emisiones.
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