martes, 4 de mayo de 2010

Manualillos para una crísis ( 3 )

Otras Burbujítas...penosas.

Les aseguro que mirando este video me entra sana envidia y unas terribles ganas de volverme a París. El pasado 21 de abril, durante la emisión en directo del programa “El objeto del escándalo” de la cadena pública France 2, un grupo de parados y trabajadores en precario asaltaron el plató para leer un comunicado. Entre las propuestas destacaba la una “huelga de parados”. No quiero decir con ello que debamos irrumpir en “59 segundos” y, agarrando fuertemente uno de los micrófonos que suben y bajan continuamente, leer un discurso revolucionario. Me refiero a que un país donde la tasa de desempleo no es ni la mitad que la nuestra la gente se pone al frente de sus propias vidas.

El nivel de humillación social que vivimos es de tal calibre que asusta. Los sindicatos no tienen suficiente con el bochornoso espectáculo que ofrecen todos los días en la gestión de la crisis que se disponen a batir su propio récord. Al parecer, no piensan entrar en el asunto que nos ocupa y ya demostraron el domingo, en la fiesta del trabajo, que se pasan por el arco del triunfo la situación económica y laboral de este país. Para ello han decidido protestar encarecidamente contra la posibilidad de que nos quedemos sin pensiones. Gracias, gracias de corazón por preocuparse por mi futuro. Gracias por ser tan honestos y condescendientes, tan capaces, tan trabajadores, tan deliciosamente sinvergüenzas. Los pretendidos líderes sindicales no son más que parte del engranaje simplón e ineficiente que nos aprisiona cada día, que evita la réplica social y que ayuda al amparo de los que nos desgobiernan.

Los sindicatos en España son instituciones dirigidas por unos glotones que no entienden que los tiempos han cambiado. El cometido técnico de su existencia ya no es fácil de descifrar. No atienden las necesidades del cuerpo de emprendedores que deben aportar valor a este sistema. El emprendedor es tan, o más, trabajador como cualquier asalariado. Pero mientras ellos mismos traducen que quiere decir “nueva economía”, piensan que es mejor no encabronar a quien les paga. Como estamos bajo el peso de lo obligatorio, en la densa capa de las ideologías, lo que tenga que venir, vendrá. El grado de insulto a la inteligencia en este país es tan grande como la capacidad de adaptación de los ciudadanos. Los discursos vacíos de los que manejan el asunto son digeridos sin apenas molestias. La paz social en España depende de que estos organismos repletos de liberados con Visa de izquierdas mantengan un discurso átono y repetitivo. Ahora apelan a que una huelga general no es una buena idea, ya que empeoraría la crisis en un momento que podría ser que estuviéramos dejando atrás lo peor. Hay que ser caradura. Algunos de los tipos que dirigen estas herramientas políticas llamadas sindicatos no se atreven ni a toserle a Zapatero.

El descalabro ético es general y afecto a todos los engranajes de este quebrado sistema. Hay que tenerlos cuadrados al poner como excusa para no reunirse en el manido pacto social entre sindicatos, patronal y gobierno, “problemas de agenda”. A ver si lo he entendido bien. El mayor problema que tiene este país en términos económicos y sociales no puede atenderse porque unos señores que viven de nuestros impuestos no encuentran un hueco en sus apretado calendario de actos. A veces me entran ganas de emigrar al centro de la Tierra y llevarme algo para leer.

El viernes se publicaban cifras de la EPA. Se acercan algo más a la realidad. Son más próximas a unas tasas que, cuando las publica el Ministerio de Trabajo, parecen dibujos animados. No obstante, no tienen nada que ver con la verdad técnica como hemos explicado muchas veces. En este país están en paro un millón de personas más. Vivimos una burbuja laboral que recuerda mucho a la inmobiliaria, la de activos patrimoniales que supuso una explosión en un momento determinado. Asumido queda que el domingo nadie va a defender los intereses de los trabajadores en precario, los parados o los millones de jóvenes que han perdido la oportunidad de prosperar en toda su vida. Toda una generación con sus sueños desparramados por el suelo de unos grandes almacenes donde, tras estudiar 3 carreras, 5 masters y 4 idiomas, se dedican a ordenar de mayor a menor las cajas de berberechos. Los más afortunados pueden ser más creativos y gracias a un curso de postgrado en ingeniería termonuclear pueden ordenarlos, en un ejercicio de creatividad suprema, también de menor a mayor. A esa generación cero no la defiende nadie.

Y es que, como digo, vivimos una burbuja laboral. Sus resortes son muy similares a la burbuja inmobiliaria. Hay unos propietarios de empleo con todos los beneficios de la legalidad vigente como indemnizaciones, pensiones o desempleo. También existen los demandantes de trabajo pero sin opciones de conseguirlo. Ya pasó con la vivienda, a medida que el mercado se encarece se va gestando una doble sociedad, la que tiene empleo estable (vivienda de propiedad) y los desempleados sin opciones (de alquiler y sin crédito).

A medida que se retrasan las soluciones el valor del empleo desciende y su coste aumenta. El riesgo de que estalle esa burbuja laboral es cada vez más alto y sus consecuencias cada vez más siniestras. En estos momentos las empresas que cierran no asumen los pagos por indemnización en el despido porque no pueden (por eso cierran). Entonces se recurre al estado y éste reduce los pagos y aumenta los impuestos para poder hacer frente a ese aumento de demanda. A medida que esto vaya en aumento, las prestaciones para parados y el tiempo para poder disfrutarlas se reducirán, no habrá otro remedio.

La burbuja laboral estallará cuando se evidencie, que se evidenciará, que muchos de esos “ocupados” no lo están en realidad, que esos miles de “en formación” no se están formando y que los 400.000 trabajadores que se beneficiaron del cavazanjas al cuadrado que supuso el Plan E están parados solemnemente. Más de un millón de personas componen, sin saberlo, el volumen total de la burbuja laboral. A los sindicatos eso les parece un asunto secundario, lo importante es “proteger las pensiones”. Las pensiones peligran más por el hecho de que cada vez trabaja menos gente que por otro motivo.

Estoy cansado de que me tomen por idiota. Este domingo volvían a lograrlo. Cuando los dirigentes sindicales llegaban a la manifestación del “Día del Trabajador” en su Audi con chófer lograron que así me sienta, como un imbécil. En lugar de darle vueltas a lo manido, a la cantinela protogubernamental , deben ayudar a sufragar las bajas de la explosión de la burbuja laboral. Es inminente.

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