Mi mejor amigo: el Prado
ABC
No se pasea igual por el patio Sabatini en todas las estaciones. Paco González de Lena y Otilia Crespo lo tienen claro, es mucho más «agradable» en verano. Ellos pueden hacerlo cuando quieran, y gratis, porque son amigos del Museo Reina Sofía. Pero, ¿qué aporta la «amistad» con un de un museo? Vivir el arte o, como ellos ilustran, «estar al pie de un edificio escuchando la explicación de Javier Maderuelo, recordar sus palabras en una conferencia de Félix de Azúa» y encontrarse en una exposición «con una maqueta del edificio».
Otilia y Paco no están solos. Les acompañan 1.800 «amigos» queevitan colas kilométricas para visitar exposiciones, visitan museos internacionales, o incluso forman parte de la Junta Directiva de la Asociación de Amigos. Las ventajas varían en función de su compromiso artístico y económico. Ellos son colaboradores (un nivel sobre los estudiantes, dos bajo benefactores y protectores), lo que les permite disfrutar de visitas guiadas y privadas a exposiciones exclusivas, acudir con acompañantes a las inauguraciones del Museo...
Como toda amistad, la relación enriquece a ambas partes. Por eso a Olivia y Paco les gusta recordar el «excelente Eduardo Arroyo» que donaron al «Reina», con el que correspondieron a los cursos, viajes, visitas... En definitiva, a la cultura recibida.
Filantropía
También los hay que vuelcan su amistad por partida doble, comoPaloma Díaz de Aguilar. Esta directora de subastas de arte es colaboradora personal del Reina Sofía y protectora en nombre de su empresa, la galería Ansorena. Sólo así puede sortear las «invasiones» veraniegas, como la que desató la última exposición de Dalí.
Especialista en pintura antigua (y amante del arte moderno), Paloma también valora los conciertos que los museos mantienen con las universidades. Gracias a ellos las salas están llenas de jóvenes comoElena García, una estudiante de primero de Historia del Arte.
Igual que Paloma, Elena se entrega al arte por partida doble, ya que es amiga del Museo del Prado y del Thyssen. Lo que más destaca de ambos es la tarjeta FEAM (Federación Española de Amigos de los Museos). También lo «cerca» que le quedan de casa porque, en plena Milla de Oro, las fronteras entre el arte son invisibles. Tanto, que el Thyssen invita en su página web a sus amigos a entrar «como en su propia casa». Y es que, si en algo coinciden los tres vértices del triángulo madirleño, es en que sin filantropía no hay futuro para el arte.
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